Imitar a Cristo es un gran reto, parece inalcanzable, porque no somos perfectos y estamos llenos de pecado. Pensar y creer que es imposible es limitar nuestra fe y empobrecernos como creyentes, porque las metas y propósitos que nos propongamos deben ser lo más altas posibles. Quedarnos en una aspiración pequeña y en retos poco exigentes es debilitar nuestra propia fe, porque nuestra capacidad de exigencia se ve mermada y no avanzamos hacia la perfección, sino que seguimos retrocediendo en nuestras debilidades y haciéndonos más vulnerables, evitando así poder sumergirnos en la grandeza del Espíritu de Dios. El Señor te ha elegido a ti, te llama por tu nombre, conoce todo lo que llevas en tu interior, por eso es importante entregarse y amar a los demás, porque en la vida de fe, Dios siempre se presenta como nuestro Señor, que quiere ayudarnos en todo momento y dar sentido a nuestra a vida.
conversión
Sin pecado de omisión
Nos hemos acostumbrado al dolor y al sufrimiento ajeno. Vemos a nuestro alrededor personas que lo están pasando mal y que sufren necesidad, y a veces, pasamos de largo ante ellas, indiferentes a lo que están viviendo. Sumergidos en nuestros quehaceres, preocupaciones, prisas, agobios… vivimos cada uno a lo nuestro, pensamos que con lo que tenemos encima ya es suficiente y continuamos avanzando en ese camino del pecado de omisión que no hace más que hacerse más grande cada vez. Podemos correr el riesgo de pensar que no vamos a cambiar el mundo, ni paliar la pobreza; podemos justificarnos diciendo que son realidades que se nos escapan de las manos; pero es cierto que cada uno podemos tener gestos y detalles con los que nos rodean y sí que podemos transformar con nuestro granito de arena los ambientes en los que nos movemos. Precisamente porque no podemos dejar de hacer el bien, no podemos pasar de largo ante situaciones incorrectas y que a nosotros nos competen, porque están pasando delante nuestra. Lo fácil es mirar a otro lado, es dejar que todo siga igual y así tú no te complicas la vida.
La provocación de Dios
Siempre que te dejas, el Señor llega a tu corazón. Siempre te remueve y te saca de tus comodidades, de tu vida fácil y hecha, de la instalación en que la que te has afianzado para tenerlo todo bien controlado y seguro. Cuando el Señor entra en tu vida todo lo remueve y te ayuda a cambiar tu perspectiva, la manera de vivir y mirar la vida y a los que te rodean. El momento del encuentro es precioso, lleno de fuerza, de amor intenso que te desborda, incomparable con ningún sentimiento humano, pues todo lo supera. Déjate tocar por Dios que está esperándote para llenar tu vida de sentido. La conversión y el compromiso con el Señor nace de esta experiencia profunda de encuentro, necesaria para ir dando pasos en tu vida de fe, que te llevan a tomar direcciones distintas abandonándote en las manos del Padre Bueno. No le rehúyas al Señor. La tentación de no querer escuchar lo que te tiene que decir siempre va a estar presente, porque dejar a un lado las seguridades construidas y la vida fácil resulta una empresa difícil, pues exige un cambio de vida y poner toda tu persona en las manos de Dios, dejándote llevar donde Él quiera y no donde tú deseas. Pero merece la pena superar esta tentación, porque se abrirá ante ti un mundo lleno de sorpresas maravillosas que vienen de Dios. Irás descubriendo y viviendo momentos que llenarán tu vida de sentido y tomarás conciencia de todo lo que te espera al dejar que Dios sea tu guía y vaya por delante de ti.
Anhela tu conversión
Anhela tu conversión. Deja que en ti crezca el deseo de querer estar con el Señor, de pertenecerle. Ten claro que tu vida no te pertenece, le pertenece a Él porque quiere ayudarte a sobreponerte. Él te dice que no estás solo, que siempre está contigo. Ser de Dios es ponerte en sus manos, dejarte hacer en tu vida, escuchar todo lo que te tiene que decir, aceptar su voluntad, aunque tu mente no entienda nada, amar a los hermanos como él mismo Cristo lo ha hecho, dando la vida sin esperar nada a cambio. Dios siempre te está hablando, a través de los acontecimientos de cada día, de las personas que te rodean, en los pensamientos que se te pasan por la cabeza cada dos por tres, en lo que no entiendes y te revela, en lo que te ilusiona y te hace no escatimar esfuerzos para hacer realidad lo que deseas. Aunque las cosas no lleguen como tú quieres y en el momento que deseas, espera en el Señor que no defrauda. Todo llega a su tiempo y necesita su proceso de madurez, por eso ten paciencia y deja que el Señor actúe en ti. No le pongas trabas ni le digas lo que tiene que hacer, porque el Señor sabe muy bien lo que se hace y cuándo ha de actuar.
Anhelar tu conversión es mucho más que un deseo, pues proyectas un estilo de vida que te llevará a desear estar con Dios y servirle con todo tu corazón. Todo necesita un proceso, un camino que hay que recorrer paso a paso, con determinación, dejándote llevar por donde el Espíritu de Dios te sugiere. Es fácil resistirse a dejarse llevar, pues a veces la voluntad te puede y se antepone al Señor. No te resistas, anhela tu conversión y deja que Dios entre en tu corazón. Todo será distinto, algo comenzará a cambiar en tu interior casi sin darte cuenta, porque la tristeza se transformará en alegría, la desilusión en esperanza, el rencor se convertirá en amor y el desasosiego y la intranquilidad en paz interior. Así es como se comienza a convertirse, allanando el terreno y preparándolo para que Dios pueda acampar en él.
Abre tu alma a Dios
Abre tu alma a Dios. No pierdas oportunidades de que el Señor remueva tu vida, todos los rincones. Él quiere llegar a cada lugar, para removerlo, renovarlo y darle un nuevo sentido. No puedes estar siempre igual, estancado en las mismas debilidades y flaquezas. Te terminas cansando y cayendo en la rutina, en el siempre lo mismo, y continuamente echando balones fuera para no quedar mal con nadie y aparentar que todo va sobre ruedas. No se trata de disimular, de mostrar otra cara distinta a lo que eres o haces. Crecer y avanzar es legítimo y positivo; lo que no se corresponde con nuestra vida es la doblez, la apariencia por mantener un estatus que se fundamenta en algo irreal, en una mentira que tiene poco recorrido. Que el Señor llegue a lo más profundo de tu ser, que te ayude a sacar todas tus cualidades y las puedas poner al servicio de los hermanos, aunque no camines al mismo ritmo que pretendas.
Un encuentro con Jesús
Seguro que conoces a personas maravillosas que todavía no han tenido una experiencia profunda del encuentro con Dios, y que estás deseando que lo tengan para que puedan experimentar el gozo de sentirse cerca de Él. El Señor toca el corazón y lo hace de una manera distinta a como nosotros pensamos. Todas las experiencias de fe son bellas, y llegan hondo; qué importante es encontrar el tiempo y el momento para que el compromiso sea eficaz. Los compromisos no perduran en el tiempo solo con buenas intenciones; los compromisos necesitan de entrega, identidad y sobre todo acción, para que puedan desarrollarse y lleguen así a los corazones de los interesados. El encuentro con Dios siempre te va a llevar al anuncio y a la puesta en práctica; sé instrumento para que la Palabra pueda encarnarse en tu entorno, dando lo mejor de sí y ayudando a construir el Reino de Dios.
Tu conversión depende de Dios
La conversión no puede ser un deseo, ha de ser una realidad. Son muchos los pasos que hay que dar para llegar a erradicar todos los defectos y debilidades que tenemos; son muchas las horas de oración que hay que pasar delante del Señor, escuchando todo lo que te tiene que decir, porque Él ya sabe todo lo que necesitas. La buena voluntad y los buenos deseos no son suficientes para convertirse, como tampoco lo es el decir que soy así y que es muy difícil cambie, que Dios “me arregle”. Recuerda que para Dios todo es posible, porque es el Señor de la Vida, el Señor de la Historia. Nosotros somos personas de paso, con un tiempo limitado en la gran historia del mundo. Aporta tu granito de arena para construir y hacer realidad el Reino de Dios en los ambientes en los que te mueves. El Señor quiere servirse de ti para que seas el primero en entregarle tu corazón, no lo dudes, lo necesitas para encontrar el verdadero sentido a todo lo que acontece en tu vida, incluso aquello que no entiendes y te cuesta trabajo aceptar y asumir.
Es miércoles de Ceniza
Es miércoles de Ceniza, ha llegado la Cuaresma. Un año más, seguro que tendrás nuevos propósitos y deseos de aprovecharla para cambiar algunos de los aspectos de tu vida. Es cuestión de actitud interior, de buscar con todas tus fuerzas el encuentro con Cristo que te transforme y te convierta. No tengas miedo, lánzate. Los procesos de fe son necesarios y hemos de respetarlos, la aventura que Dios te propone merece la pena. Para vivirla debes arriesgar porque supone un cambio de vida, de hábitos, de manera de ser. Que tus esfuerzos y sacrificios se vean recompensados por los saltos cualitativos que des en tu vida de fe. No dejes pasar por alto la Cuaresma, pensando que ya llegarán los días en los que te pondrás en modo “ON” para tu conversión. El tiempo apremia y has de comenzar hoy porquees miércoles de Ceniza.«Lo que hagas hazlo en lo escondido, porque tu Padre que ve en lo escondido te recompensará» (Mt 6, 1-6.16-18). Busca tu recompensa en el Señor, que tus reconocimientos vengan por las miradas de amor que Dios te echa y no por las palmaditas en la espalda que te dan los demás, llenándote así de orgullo personal, satisfacción y vanagloria.
Siempre buenas costumbres y hábitos
Solemos tener malas costumbres y malos hábitos en nuestra vida. Algunos nos cuestan bastante trabajo de erradicar, quizás por actitudes que tenemos que no están del todo bien, quizás porque no creemos lo suficientemente en nuestras propias posibilidades de mejorar. Hay veces que nos abandonamos y nos cuesta la misma vida salir de la inercia o de los círculos viciosos en los que nos sumergimos y casi sin darnos cuenta vamos debilitando nuestra fuerza de voluntad y la esperanza de cambiar dando manga ancha a lo cómodo, placentero e inmediato.
Cuida tu paz interior
Buscar la paz y estar en paz. Tan valioso y necesario en nuestra vida. Sé instrumento de paz para hacerla cada día realidad en tu entorno, transmitirla a quienes te rodean y cuidarla con tus palabras y acciones para que no se pierda. Es frágil, rápidamente se puede perder por el más mínimo detalle o contratiempo que surja. Así es nuestro débil carácter, capaz de centrarse en lo que ofende y no es primordial en nuestra vida, y dejarla a un lado olvidando la calma y serenidad, necesarias para no perder los nervios, controlar la ira y reaccionar de la manera más templada posible. Queremos la paz y necesitamos la paz. El primero que ha de tenerla eres tú. Has de fortalecerla en tu interior para que no se vaya al menor contratiempo. Así cuando arrecien las dificultades te mantendrás sereno y tranquilo; tus palabras transmitirán calma a los que te rodean y serás testimonio para los demás de cómo afrontar las dificultades con tranquilidad, manteniendo en todo momento la quietud en tu alma.