Nueva etapa y nuevo reto por delante. Solo depende de ti el querer conseguirlo o no. Acabamos de empezar la Cuaresma y es un buen momento para plantearnos retos espirituales y personales que queremos conseguir durante estos cuarenta días de preparación a la Pascua del Señor. Si quieres vivir con alegría la Resurrección de Jesucristo tu alma tiene que seguir progresando en el camino de la fe y dar los pasos necesarios de conversión en tu vida. Seguro que tienes claro que siempre quieres elegir el bien antes que el mal. Sabes cuáles son las actitudes que te van a enriquecer más y te van a ayudar a estar más cerca del Señor. Es muy importante que Dios esté en el centro de tu corazón, porque así escucharás con claridad su voz y entenderás perfectamente lo que te pide en cada momento. «Si tu corazón se aparta y no escuchas, si te dejas arrastrar ante otros dioses y les sirves, yo os declaro que hoy moriréis sin remedio; no duraréis mucho en la tierra adonde tú vas a entrar» (Dt 30, 17-18).
corazón
La aventura de confiar
En muchas ocasiones he manifestado que Dios nos ha dado a cada uno una serie de dones con los que sabe que vamos a alcanzar la felicidad plena. Lo que nos ocurre es que las comparaciones que nos hacemos con los demás nos impiden verlos claramente y nos infravaloramos tanto que en ocasiones terminamos anhelando lo que no tenemos y no sacando todo lo bueno y bello que hay en nuestro interior. Si te quieres de verdad no dejes de mirar a tu interior y compartir con generosidad todo lo que tienes, porque así empezarás a irradiar todo lo que tienes guardado y vivirás en plenitud, porque serás feliz y saborearás cada uno de los momentos que vives.
La bondad del corazón
Ponerse en el lugar del otro y entender cómo se siente para poder ayudarlo o ser un apoyo en los momentos de dificultad es un don de Dios. Ante la situación que se está viviendo en Ucrania he tenido una conversación con una persona donde me contaba su disposición para acoger a refugiados en caso de que fuera necesario. Me ha alegrado escuchar lo que me estaba diciendo y me ha encantado más aún ver cómo desde la vivencia de la fe nace el deseo y el compromiso de querer ayudar a los demás ante situaciones dramáticas como las que estamos viviendo en estos días, porque el dolor y el sufrimiento del hombre no puede hacer indiferente al creyente; más bien te hace tomar partido desde tu propia realidad comprometiendo tu vida y siendo consciente de los cambios que este compromiso te puede acarrear en tus hábitos de vida.
Haz vida tus raíces y tus valores
Qué importante es tener presente durante nuestra vida nuestras raíces y todos los valores, costumbres y tradiciones que nos han inculcado desde que nacimos. Ser agradecido a lo que nuestros mayores nos han inculcado y a los que a lo largo de la historia se han preocupado por cuidar y mantener vivas nuestras celebraciones más profundas y transmitirlas con la mayor fidelidad posible. Cada uno somos fruto de nuestra propia educación y la tenemos que hacer valer en cada momento, pues de nosotros depende el mejorar lo que hemos heredado.
“La tierra no es una herencia de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos” – Proverbio indio.
Asombrar a Jesús
Son muchas las malas noticias que nos hemos acostumbrado a escuchar en los medios de comunicación. Parece como si hubiésemos hecho callo y la información que recibimos sobre el sufrimiento humano, el desorden y el caos a través de la violencia o el abuso, la poca ética moral… ya ni nos conmueve ni inmuta. Nuestra sociedad e incluso nosotros mismos parece que nos hemos inmunizado y mientras no nos afecten los problemas de primera mano cada uno seguimos con nuestra vida.
Confío en ti, Señor
Quiero que mi confianza en Dios se transforme en seguridad y en esperanza firme, porque el Señor tiene que seguir actuando en mi vida y ayudarme a seguir mi camino de fe con determinación, llenando mi vida de sentido y de amor. Confiar en Dios a veces me exige tener que cederle el mando de mi vida, algo a lo que muchas veces me cuesta trabajo renunciar, porque quiero ser yo quien marque los ritmos, los procesos y sobre todo lo que más me conviene en todo momento. No quiero cegarme en esta empresa, entre otras cosas porque tengo claro que el Señor siempre va a buscar lo mejor para mi y sé que no voy a estar en mejores manos que en las suyas. Esto me tiene que llevar a fiarme plenamente de Él y a saber concretizar en mi día a día que es el Señor quien me tiene que guiar y el que tiene que mandar en mi. Hay veces que la tentación de la autosuficiencia se hace fuerte en mi y cierra mi corazón, entre otras cosas porque tengo la sensación de que hay veces que salgo triunfante en muchas empresas propuestas y me creo que son mérito mías.
Esperar en el Señor
Saber esperar es un don. Es fácil impacientarse cuando estamos a la espera, todo un reto el permanecer tranquilos y en calma cuando nos encontramos aguardando algún acontecimiento o esperando a tomar una decisión. Por alguna que otra razón al ser humano no le gusta esperar, todo lo suele querer de inmediato, para así tener todo bajo control. Esta sensación de control de nuestra propia vida se llega a convertir a veces en obsesión, en esclavitud, pues termina hipotecando nuestra felicidad a que las cosas salgan o no como deseamos. Muchas personas en este periodo de espera han decidido alejarse de Dios y lo que les ha ocurrido ha sido es que todo ha sido mucho más lento. Por mucho que queramos a Dios no podemos condicionarle ni decirle cómo tiene que actuar o hacer las cosas.
Mirar con los ojos de Jesús
Cuántas veces hemos etiquetado a una persona por la primera impresión que nos hemos llevado de ella. Cuántas veces hemos hablado de esa persona juzgando por esa primera toma de contacto que hemos tenido. Sabemos que sobra que los prejuicios no son buenos, porque condicionan nuestra manera de relacionarnos. Por eso es bueno tener una mirada limpia y pura, cuanto más mejor. En este ámbito sí que tenemos que ser generosos a la hora de mirar bien a los demás para que todo lo que salga de nuestro interior sea bueno y constructivo. Dejarse llevar es lo más fácil. Entrar en una dinámica destructiva significa abrir un gran canal de acción al mal en nuestra vida, entre otras cosas porque sin darnos cuenta estamos dejando que nuestro corazón se endurezca por los malos sentimientos hacia los otros que cada vez nos hacen más injustos en nuestra manera de mirar y por supuesto de tratar.
Cercanos y vigilantes para adorar
Cercanos y vigilantes, es a lo que nos invita este tiempo de Adviento. Dios está muy presente en nuestra vida y en nuestro corazón y por eso Jesús quiere estar en nuestro corazón. Ten muy presentes estas palabras que también pueden ser oración para ti: ¡Acércate más, Señor! Dios se ofrece, pero no se impone. Somos nosotros los que tenemos que buscarle y pedirle constantemente que venga a nuestra vida. Por eso en el Adviento le decimos: “¡Ven!”, porque le necesitamos cerca, queremos sentir su aliento, su presencia. Constantemente nos lo recuerda este tiempo, Jesús vino y volverá una segunda vez, al final de los tiempos. Pero no queremos quedarnos en esto, porque hoy es cuando el Señor Jesús se está haciendo presente, está aquí; invítalo y haz tuya la invocación: “¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 22, 20). Porque queremos que Jesús esté presente en cada momento de nuestra vida. Al despertarnos, en el trabajo, en medio de nuestra familia, en nuestra oración. Así, invocándole para que esté presente y cercano, podremos ejercitar nuestra vigilancia y mantenernos despiertos.
Sonríele a Dios
Sonríele a Dios. «Sus planes no son nuestros planes, y nuestros caminos no son sus caminos» (Is 55, 8). Cuando de repente, ante nuestros ojos y pasos, se presenta un giro inesperado o una “sorpresa” no deseada, sabemos de sobra que esto nos descoloca. Parece como que todo se desmorona, como que la vida se para de repente y te ves cayendo al vacío, con tu vida totalmente descontrolada y saltando por los aires, siendo consciente de que todo se ha perdido y se ha derrumbado. Entonces le preguntas a Dios qué es lo que quiere de ti y qué te tiene preparado; y, además, te das cuenta de que todas las seguridades que te habías construido para sentirte bien y vivir aparentemente feliz han desaparecido repentinamente. Te falta el aire, tu cabeza no deja de dar vueltas y se te pasan por tu mente miles de pensamientos e ideas que cada vez se descontrolan más. Y surgen las preguntas sin respuesta y esa sensación en tu interior de que todo se ha perdido.