La oración es el camino a la santidad, es la puerta que nos lleva al encuentro con Dios. No podemos prescindir en nuestra vida de fe de la oración y pensar que somos espirituales sin cuidarla, mimarla y enriquecerla cada día. Cuando dejamos de rezar somos engañados, nos vienen las dificultades y torcemos nuestro camino. Hemos de estar preparados para orar cada día, porque si no es imposible alcanzar la santidad. Este es nuestro propio futuro, el de nuestra comunidad y el de la propia Iglesia. Cada uno hemos de esforzarnos por mantenernos fieles en este camino, porque sabemos de nuestras debilidades y lo que nos cuesta perseverar sin desfallecer. Hay veces que tenemos que hacer sobreesfuerzos para rezar y esto es un síntoma claro de que hay algo que no estamos haciendo bien.
cuidado
Cerca de Dios
Bien sabemos que el camino cuaresmal es un camino por el desierto motivado por una situación de infidelidad a Dios, que necesita, a su vez, una verdadera purificación del corazón. El éxodo del pueblo de Israel es ese paso de la esclavitud a la libertad, como la Cuaresma ha de serlo para nosotros. No deberíamos necesitar cuarenta años de peregrinación por el desierto para convertirnos y volver nuestra mirada al Señor. Sabemos que la vida pasa rápido, y que el tiempo corre que vuela, como nos pasa con cada momento que vivimos. Que este tiempo de Cuaresma esté siendo para ti un tiempo de gracia, bien aprovechado para sentir el amor de Dios en tu vida que quiere liberarte y llenarte de plenitud. Dios siempre está cerca de ti, como estuvo durante cuarenta años acompañando, protegiendo y ayudando al pueblo de Israel. La cercanía de Dios es incuestionable, y así deberíamos de sentirlo en cada momento, porque necesitamos centrarnos para ir a lo fundamental en nuestra vida.