Hoy es el IV Domingo de Pascua, el Domingo del Buen Pastor. Jesús es el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas cuidándolas con cariño y desviviéndose por ellas. El Señor Jesús utiliza esta imagen porque el pueblo de Israel había sido nómada y entendía bien lo que significaba este modo de vida, la manera de adaptarse a las circunstancias, y el esfuerzo que los pastores dedicaban a sus ganados para que sobreviviesen y les alimentasen. A la imagen del Pastor también se recurre en el Antiguo Testamento, cuando el profeta Ezequiel hablar de los malos pastores de Israel, que no desempeñan bien su misión en las responsabilidades públicas que tenían. Hay que vivir desde el servicio y no buscando el beneficio personal; nos debe importar la persona y nunca podemos tratarla como objeto o como un número más.
dar la vida
Al Santísimo Cristo de las Injurias
Hoy es el día de la Cruz. Un día grande que he celebrado siempre con mucha devoción. Porque el Santísimo Cristo de las Injurias es el patrono de mi pueblo, Noblejas. Estaré hoy predicando en las fiestas patronales de este año y compartiendo mi fe y devoción con el pueblo que me ha visto crecer desde pequeño. Es una fortuna poder amar tus raíces, sentirte identificado con lo que desde pequeño te han inculcado, has vivido y celebrado. Lo que a corta edad parecía lejano e impensable, lo ves hecho realidad cuando eres mayor. Hoy doy gracias a Dios por ser sacerdote y poder predicar con todo mi corazón y devoción al Santísimo Cristo de las Injurias. Es algo que nace de dentro, poder mirarle a Él en la Cruz y sentir ese nervio, ese hormigueo, esa emoción que nace de lo más profundo de uno. ¡Viva el Santísimo Cristo de las Injurias! Decimos en Noblejas. Algo que creo que debemos prolongar, no solo en torno a los días propios de la fiesta, sino a lo largo de todo el año.
Comprometidos para el Señor
Solemos escuchar muchas veces a personas decir que no hay que complicarse la vida por lo demás, porque muchas veces se aprovechan de uno y luego ni siquiera muestran el más mínimo agradecimiento cuando uno hace algo por ello. Bien es cierto que siempre necesitamos de personas que tomen la iniciativa ante determinadas acciones que queremos emprender, pues son los primeros que se comprometen y comienzan a tirar del carro iniciando la nueva aventura y dando su tiempo y su esfuerzo para que salga bien el proyecto. Algunas veces solemos pecar de exceso de prudencia y nos volvemos demasiado precavidos para no arriesgar, esperando que el tiempo y el inicio de la nueva experiencia nos digan si va salir bien o no.
Sin apariencias
Muchas veces guardamos las apariencias ante los demás para ocultar nuestros problemas, estados de ánimo, opiniones y pensamientos… con el fin de no ser sinceros para no herir y para no quedar mal. Sabemos sobradamente que la sociedad que nos rodea está llena de apariencias donde todo parece que funciona con normalidad en una casi perfecta sincronía. Por desgracia gran parte es apariencia porque así lo disfrazamos nosotros y porque lo convertimos en un mecanismo de defensa ante los problemas y situaciones de nuestra propia vida. El problema es cuando lo convertimos en nuestra forma de vida y es algo habitual, se traduce en mucha buena imagen, pero sin ninguna profundidad.
Cuántas veces hemos puesto buena cara a una persona con la que nos hemos encontrado y la hemos tratado como si tal cosa, incluso alagándola o bromeando con ella y luego a la vuelta la hemos juzgado, criticado o simplemente, como nos cae mal, decimos que no la soportamos. No podemos huir de estas realidades, ni hacer creer a las personas que contamos con ellas, para luego utilizarlas o darlas de lado. Si queremos ser auténticos cristianos debemos ser sensibles a los demás y sobre todo sinceros.
Aceptar el sufrimiento
A lo largo de nuestra vida son muchas las situaciones en las que nos vemos desbordados y superados por lo que nos ocurre o tenemos que vivir. Hay veces que no estamos preparados para afrontar momentos que nos llevan al límite de nuestro sufrimiento y que hace que toda nuestra vida se tambalee. Perdemos la ilusión y tomamos conciencia de que las cosas son más difíciles de lo que nos gustaría. Los pensamientos se nos disparan y no somos capaces de llegar a controlarlos. Parece como si nos fuésemos a volver locos, porque por más que repasamos lo ocurrido no encontramos explicación lógica.
Entonces poco a poco va surgiendo en nuestro interior ese sentimiento de impotencia, que nos va dando más amargura aún si cabe, y que nos va sumergiendo en una frustración cada vez más grande y más difícil de controlar. Y comienza ese sufrimiento, ese dolor que hace que hasta respirar nos cueste trabajo, y ya ni te cuento lo imposible que resulta despejar la mente, reflexionar con claridad. Y nos venimos abajo, llegamos a hundirnos en nuestro problema y se llega a convertir en monotema de nuestra razón, de nuestros pensamientos.
Ser humilde
Fijaos cómo crecen los lirios, no se fatigan ni hilan; pues os digo que ni Salomón en todo su esplendor se vistió como uno de ellos (Lc 12, 27)
Todos tenemos nuestro punto de orgullo y de soberbia que hace que queramos quedar muchas veces por encima de los demás. Para combatir estas actitudes que no nos hacen ningún bien tenemos la humildad y la sencillez.
Abrir las puertas
Por las circunstancias de la vida y de los tiempos que corren hoy nos fiamos de muy poca gente. Son muchas las situaciones en las que desconfiamos, cuando alguien desconocido se acerca a pedirnos algo podemos llegar a desconfiar de él y pensar que nos quiere engañar. Recuerdo hace años que una persona mayor de mi pueblo natal, Noblejas, me decía: “Hoy todas las puertas de las casas están cerradas, echo de menos el verlas abiertas y poder entrar, sentarme con el vecino y tener un rato ameno de conversación. Ya no nos fiamos de nadie”.