Decir “Sí” muchas veces cuesta y nos compromete demasiado, y mucho más cuando no tenemos mucho tiempo para pensar o meditar la decisión. Queremos sentirnos seguros y tener nuestra vida bajo control, sabiendo de las ventajas y de los problemas que nuestras decisiones nos pueden traer. Por eso, en ocasiones, nace el miedo que tenemos a decidir y a lanzarnos en lo importante de nuestra vida.
Cuántas veces nos hemos podido dejar llevar por los impulsos y nos hemos arrepentido cuando hemos constatado que no ha sido la decisión adecuada, y también a la inversa, cuántas veces nos hemos alegrado de que hemos hecho lo correcto y a pesar de jugárnosla y arriesgarnos, nos ha salido bien, hemos acertado y hemos respirado tranquilos.
Si de algo estoy convencido en mi vida es que todo lo que viene de Dios no puede ser malo, más bien lo contrario, siempre será bueno. Y Dios es paciente y actúa. Cuando estamos preparados lo vemos con claridad y cuando no lo estamos espera con paciencia el momento adecuado. Así lo he experimentado a lo largo de mi existencia. Y me encanta descubrir cómo Dios ha actuado en la vida del hombre a lo largo de lo historia y lo sigue haciendo en la actualidad.