Dejarse llevar por el desánimo es perder la esperanza. En el Evangelio le ocurrió a los discípulos después de la crucifixión de Jesús. Salieron a pescar (cf Jn 21, 1-14) y después de toda la noche faenando volvieron a tierra con las redes vacías. Sus esperanzas se habían visto truncadas al ver a Jesús muerto en la cruz. Pedro había dicho que Jesús «era el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo» (Mt 16, 16). Pero la muerte de Jesús les había nublado el entendimiento y la decepción había inundado sus corazones. La consecuencia: las redes vacías y lo que es peor, sus corazones también.
desaliento
Reconoce al Resucitado
Una tragedia fue la que se avecinó sobre los discípulos, cuando apresaron a Jesús, le crucificaron y con sus propios ojos le vieron puesto en el sepulcro. De hecho, Pedro y Juan, salieron corriendo al escuchar la noticia de la Resurrección que les transmitió María Magdalena (cf Jn 20, 1-10) y fueron derechos allí, porque sabían el lugar donde se encontraba. Es de pensar que pudieron estar allí en el momento de su sepultura, cuando ya no corrían peligro de ser detenidos, porque Jesús estaba muerto. La desolación de los dos de Emaús también era grande, conversaban y discutían, mientras regresaban a sus vidas. «Sus ojos no eran capaces de reconocerlo» (Lc 24, 16). Una gran tragedia que nubló su mirada, su entendimiento y no comprendían ni veían con claridad, caminando al Maestro. Seguro que has tenido experiencias al embotarse tu mente en tus ideas, problemas y agobios, y no has sido capaz de reconocer la presencia de Dios a tu lado, caminando, como los de Emaús. Sabes que, ante los golpes y sorpresas de la vida, a veces, cuesta trabajo reconocer a Cristo caminando a tu lado.