Mantenerse firme en la fe, estar de pie en medio de las dificultades, no caerse por mucho que arrecie la tormenta y el viento, ser constante en los propósitos y por mucho que cambien las situaciones permanecer en el mismo lugar. Así es como Jesús nos invita a que nuestra vida sea siempre un reflejo de la fuerza que Él nos da, aunque somos conscientes de que en medio de la tempestad pasamos dificultad, inquietud, temor, inseguridad… y tantas sensaciones que vivimos que nos han de ayudar a tomar conciencia de lo importante que es confiar en Dios para permanecer en Él.
dificultad
Dios siempre tiene palabras adecuadas
Dios siempre tiene palabras adecuadas para ti, en cada momento. Esas palabras que en ocasiones cuesta trabajo oír porque no las percibimos con suficiente claridad. Hay veces que queremos que todo nos lo den masticado y hecho para no tener que molestarnos ni complicarnos demasiado. Dejarnos llevar por esa comodidad nos empobrece personalmente, especialmente en el ámbito de la fe, pues Dios pone en nuestras manos los instrumentos necesarios para que utilizándolos adecuadamente seamos capaces de dar mucho fruto. Cuando las preocupaciones se hacen más fuertes y llegan a agobiarnos más de lo esperado, porque la vida no marcha como nos gustaría; cuando la impotencia nubla la visión y todo parece que está perdido y que no sirve para nada; cuando las lágrimas nos asaltan y nos llenan de pena y desesperación… es cuando más necesitamos ese brazo por encima de quien más queremos y amamos, del Señor, que nos dice: “Tranquilo, no temas que estoy contigo”.
Sonríele a Dios
Sonríele a Dios. «Sus planes no son nuestros planes, y nuestros caminos no son sus caminos» (Is 55, 8). Cuando de repente, ante nuestros ojos y pasos, se presenta un giro inesperado o una “sorpresa” no deseada, sabemos de sobra que esto nos descoloca. Parece como que todo se desmorona, como que la vida se para de repente y te ves cayendo al vacío, con tu vida totalmente descontrolada y saltando por los aires, siendo consciente de que todo se ha perdido y se ha derrumbado. Entonces le preguntas a Dios qué es lo que quiere de ti y qué te tiene preparado; y, además, te das cuenta de que todas las seguridades que te habías construido para sentirte bien y vivir aparentemente feliz han desaparecido repentinamente. Te falta el aire, tu cabeza no deja de dar vueltas y se te pasan por tu mente miles de pensamientos e ideas que cada vez se descontrolan más. Y surgen las preguntas sin respuesta y esa sensación en tu interior de que todo se ha perdido.