No perder la paz y la calma es todo un reto, especialmente cuando estás en medio de la tormenta de tu vida. Hay veces en las que nos metemos de lleno en ella, movidos por la inercia de nuestra vida; otras es ella la que viene a nosotros de improviso y nos sorprende; en otras vamos viendo cómo se va formando ante nuestros ojos y no podemos hacer nada. Ante estas situaciones es todo un reto mantenerse en Dios y confiar en Él. La teoría sabemos que es muy fácil, la práctica es otra cosa. Los que nos quieren y son conocedores de la situación nos hablan, animan y apoyan, aunque la profesión va por dentro y a veces nuestros sentimientos son incontrolables porque nos llevan a esa confusión tal, que dudamos de todo y pensamos que todo se está derrumbando por momentos. No es así. Las horas y los días pasan y te vas dando cuenta, poco a poco, que la vida sigue. Acostumbrarse cuesta, pero al final, con mayor o menor esfuerzo, humanamente llegas a hacerlo y tu percepción de la realidad empieza a cambiar porque tu interior también lo está haciendo.
dificultades
Un camino difícil – Camino de Santiago (II)
Una jornada dura marcada por la subida al O Cebreiro, monte que nos da la bienvenida a Galicia y nos acerca un poco más a Santiago de Compostela. Toda la etapa venía condicionada por esta subida. Las primeras sensaciones buenas, pero con expectación de lo que estaba por venir, porque aunque parece que tienes todo controlado, el Camino, como la vida, siempre sorprende y suele ponerte en su sitio, sin contemplaciones. Un cierto temor siempre me ha acompañado hasta el final de la etapa, porque no era capaz de prever la reacción de mi cuerpo, aunque sí me sentía bien y consciente de que podía llegar al final yendo con calma y cabeza. ¡Qué importante es conocerse a sí mismo! Aunque a veces no nos resulta fácil mirar dentro de nosotros. Abrir el corazón a uno mismo es una tarea hermosa, pero otras veces no tanto. Parece que en ocasiones nos da miedo observarnos, porque supone enfrentarnos a nosotros mismos y asumir nuestros miedos, debilidades, flaquezas… ¿Estás dispuesto? Conocerse a sí mismo es todo un reto que te ayuda a saber tomar buenas decisiones buscando lo que da equilibrio y te hace estar más seguro de ti mismo.
La fortaleza de tu fe
Dios nos ayuda a sacar fuerza de donde menos lo pensamos. Cuando nos sentimos débiles, sin energías y atravesando los peores momentos de nuestra vida, el Señor no nos deja de su mano, al contrario, nos sostiene y nos mantiene para que no salgamos derrotados ni perjudicados; en medio del sufrimiento y del dolor nos conserva para que sigamos avanzando y seamos capaces de salir adelante. Por eso, Dios nos da la fortaleza, para que, ante las debilidades, ante las situaciones de sufrimiento y dolor seamos capaces de resistir tanto en las pruebas como en las tentaciones, para mantenernos firmes, sin cambiar en nuestros propósitos ni deseos de aprender y madurar en la vida. Es importante cuidar la vida espiritual, porque nos permite caminar hacia delante en las dificultades sin perder el norte y la esperanza de lo que somos y creemos, y así no dejarnos llevar en ningún momento.
Seguir a Jesús de verdad
Ante las dificultades surge rápidamente la tentación de abandonar, de dejarlo todo, para así pasar cuanto antes el problema y la situación problemática en la que nos vemos envueltos. No nos gusta sufrir ni tener que pasarlo mal, pero sabemos que esto no lo podemos elegir en la vida. Estas situaciones nos vienen y hemos de estar preparados para afrontarlas. A veces podemos esquivarlas, otras en cambio nos vienen por sorpresa y no tenemos más remedio que vivirlas. La fe está para ayudarte a avanzar, nunca para retroceder. Pensar que Dios es el culpable de tu sufrimiento y de tu dolor es dejarte llevar por el tentador que quiere debilitarte y convertirte en su nueva víctima, porque hiela tu corazón y lo endurece para cerrarse a cualquier acción del Señor en tu vida. No le des esa alegría tan grande al demonio, que quiere alejarte de Dios e insensibilizarte por completo. Perder el espíritu y la fe es entrar en su juego, en su dinámica de odio a Dios, donde solo buscas culpables para poder superar tu dolor.
¿Cómo ser más paciente?
Ejercer la paciencia es un don. A veces la perdemos con demasiada facilidad. Un proverbio turco dice que “la paciencia es la llave del paraíso” y no le falta razón porque nos permite vivir cada situación de nuestra vida de una manera más serena, calmada, sin perder el control de lo que hacemos y dominando especialmente nuestros impulsos, especialmente aquellos que hacemos con rabia y que sacan lo peor de nosotros mismos. La paciencia nos permite que la espera sea más tranquila, que no nos dejemos llevar por las prisas y por querer que todo salga como nosotros queremos y deseamos. Son muchos los ejemplos del día a día donde la paciencia la perdemos con facilidad: en el coche, cuando llamamos por teléfono a algún familiar y no nos lo cogen, cuando tenemos que hacer una cola demasiado larga en la compra… Nos hemos acostumbrado a lo inmediato, fruto de la cultura de consumo en la sociedad de bienestar en la que vivimos.
Ser tú en las dificultades
Nunca renuncies a ser tu mismo a pesar de las dificultades con las que te encuentres en el camino. Lo más fácil es sucumbir a la tentación de actuar siendo justo lo contrario de lo que tú eres, motivado por la impotencia o la ira que pueden surgirte cuando piensas en lo que te ha ocurrido y en los perjuicios que te provocan. Actuar movidos por este sentimiento de rechazo y de ira es una reacción humana normal. Las dudas constantemente te invaden, tu mente piensa a velocidad terminal imaginándote las situaciones más tremendas (ya lo decía santa Teresa de Jesús: “La cabeza es la loca de la casa”), quieres actuar de la forma más rápida posible para encontrar soluciones cuanto antes, hablas con personas y escuchas multitud de opiniones.
Conforme va pasando el tiempo: las horas, los días… empiezas a ver la situación de una manera distinta. Siempre se ha dicho que no es bueno tomar decisiones en caliente, y necesitas sobre todo escuchar las palabras oportunas que en un momento así te den paz, tranquilidad, buenos consejos y sobre todo te escuchen y se pongan en tu piel para saber cómo te sientes. Son importantes estas personas en nuestras vidas que nos ayudan a afrontar las situaciones y a mirar nuestra historia personal con una mirada distinta a la que el mundo nos ofrece, vivida sólo desde el sentimiento y la reacción humana. Procura aprender y madurar con lo que te toca vivir, y, sobre todo, construye unos buenos cimientos a tu fe para poder afrontar estas situaciones difíciles, que es precisamente donde tienes la oportunidad de sacar lo mejor de ti y de dejarte ayudar por quienes te quieren desde el amor de Dios y buscan siempre lo mejor para ti, aunque haya momentos en los que las palabras de fe no te digan nada o pienses que no son precisas en ese momento.
Entre la espada y la pared
Muchas son las ocasiones en las que nos encontramos entre la espada y la pared. Incluso llega a parecer que no vemos ninguna salida por ningún lado vayamos por donde vayamos. La vida nos va poniendo pruebas en el camino que de alguna manera miden nuestra fe y la confianza que tenemos en Dios. Siempre en los momentos de dificultad y de incertidumbre tenemos la duda que nos martiriza y que hace que vayamos desconfiando de todo.
Si hay una manera de que nuestra fe crezca es con las dificultades, con esos momentos que no deseamos y que humanamente queremos que pasen rápidos, porque nos vemos en esa encrucijada de tener que elegir entre fiarnos de Dios y mantenernos firmes en nuestra postura o abandonarlo y dejarnos llevar por nuestros sentimientos y esquemas.