Quiero que mi confianza en Dios se transforme en seguridad y en esperanza firme, porque el Señor tiene que seguir actuando en mi vida y ayudarme a seguir mi camino de fe con determinación, llenando mi vida de sentido y de amor. Confiar en Dios a veces me exige tener que cederle el mando de mi vida, algo a lo que muchas veces me cuesta trabajo renunciar, porque quiero ser yo quien marque los ritmos, los procesos y sobre todo lo que más me conviene en todo momento. No quiero cegarme en esta empresa, entre otras cosas porque tengo claro que el Señor siempre va a buscar lo mejor para mi y sé que no voy a estar en mejores manos que en las suyas. Esto me tiene que llevar a fiarme plenamente de Él y a saber concretizar en mi día a día que es el Señor quien me tiene que guiar y el que tiene que mandar en mi. Hay veces que la tentación de la autosuficiencia se hace fuerte en mi y cierra mi corazón, entre otras cosas porque tengo la sensación de que hay veces que salgo triunfante en muchas empresas propuestas y me creo que son mérito mías.
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Seguro de que Dios es fiel
Estoy convencido de que Dios nunca falla. Así lo he experimentado en mi vida y lo creo realmente. Aunque viva tiempos difíciles o inciertos he sentido cómo la fe me ha mantenido firme y me ha dado esperanza para no desfallecer. Esa sensación de que todo se tambalea y que el mundo se cae bajo tus pies no me la ha quitado nadie, pero tengo que decir que el Señor me ha ayudado y sostenido en esos momentos porque siempre he confiado en Él. En la vida de fe no vale decir que porque creo en Jesús ya tengo la vida resuelta, porque seguir peregrinando en este valle de lágrimas significa tener que superar dificultades, retos, sufrimientos, situaciones que no quiero vivir y de las que quiero mantenerme lejos… Pero está claro que mi fe tiene que ser probada para ver si está o no cimentada sobre la roca que es Jesucristo, y eso anima a seguir confiando en el Señor.