Muchas veces nos resulta difícil entender qué es lo que Dios nos quiere decir. Quizás porque no estamos en su sintonía; quizás porque no estamos preparados lo suficiente para entablar un diálogo fluido con Él; quizás porque el momento presente lo estamos viviendo tan intensamente que quedamos desconcertados ante lo que nos ocurre y no sabemos cómo afrontarlo. El caso es que la dificultad proviene de nosotros mismos, pues parece que no estamos lo suficientemente preparados para escuchar con claridad lo que el Señor nos está pidiendo. Dios no deja nunca de hablarnos, siempre nos está diciendo cosas para que demos sentido a cada vivencia nuestra; y nosotros que tenemos ese buen ánimo hemos de ser capaces de vivirlo así.