Estoy convencido de que Dios nunca falla. Así lo he experimentado en mi vida y lo creo realmente. Aunque viva tiempos difíciles o inciertos he sentido cómo la fe me ha mantenido firme y me ha dado esperanza para no desfallecer. Esa sensación de que todo se tambalea y que el mundo se cae bajo tus pies no me la ha quitado nadie, pero tengo que decir que el Señor me ha ayudado y sostenido en esos momentos porque siempre he confiado en Él. En la vida de fe no vale decir que porque creo en Jesús ya tengo la vida resuelta, porque seguir peregrinando en este valle de lágrimas significa tener que superar dificultades, retos, sufrimientos, situaciones que no quiero vivir y de las que quiero mantenerme lejos… Pero está claro que mi fe tiene que ser probada para ver si está o no cimentada sobre la roca que es Jesucristo, y eso anima a seguir confiando en el Señor.
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Abiertos al cambio
Abiertos al cambio, así es como debemos estar cada día. Si realmente queremos que nuestra vida de un giro importante tenemos que ponernos de acuerdo en dos ámbitos: el primero es que en nuestra vida se de el cambio de verdad y podamos convertirnos como Dios quiere, siendo hombres nuevos, transformados y dispuestos a recorrer nuevos caminos; y en segundo lugar que estemos convencidos realmente de ello y que nuestra voluntad esté totalmente bien dispuesta a secundar ese cambio con todas las consecuencias. Esto implica un nuevo orden en tu vida y sobre todo cerrar las puertas de siempre que te llevan a lo que has hecho toda la vida y abrir las nuevas puertas que te sumergen en nuevos caminos por recorrer y sobre todo nuevas actitudes por vivir.
Avanzar con confianza
¡Cuántas veces posponemos las decisiones y dejamos correr el tiempo! Sufrimos más de la cuenta y nos bloqueamos enormemente. No alargues el sufrimiento innecesariamente porque el Señor está ahí esperándote para ayudarte a que te lances a solucionar tus agobios y preocupaciones. El camino más cómodo es el de dar largas y encerrarte en ti mismo. Al final todo se convierte en una huida que no te lleva a ninguna parte, pues todo vuelve a confluir en tu mente y poco a poco se va embotando más y más, llevándote a un agobio mayor y a un aparente camino sin salida. Hay que cambiar algo por poco que sea, por muy insignificante que parezca, porque así estás comenzando a dar un aire nuevo a tu vida, necesario para salir del bucle en el que te has sumergido y tan poco te está ayudando.
Al servicio
«El que se ama a sí mismo, se pierde y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna» (Jn 12, 25). La vida es un regalo de Dios que tenemos que cuidar y conservar. Hemos de amarla y defenderla constantemente, porque es el primer don que Dios nos hace a cada uno. Estamos llamados a amar la Vida y no centrarnos en lo propio nuestro, porque entonces comenzamos a perder fuerza y a ser derrotados por todas las amenazas del mundo que atentan contra la vida física y la vida espiritual. Quien vive para lo propio se convierte en un egoísta, aunque pueda prosperar en los éxitos materiales y mundanos. El mundo se está encargando de meternos muy bien esta idea, porque necesita personas vulnerables interiormente, centradas en sí mismas, para seguir alimentándose y sintiéndose fuerte y dominador de las voluntades de cada ser humano. Jesús nos invita a lo contrario. Él siempre desecha la búsqueda del éxito personal a costa del olvido de los hermanos. Por eso critica con dureza a todos los que se buscan a sí mismos antes que a los hermanos. El verdadero sentido de la vida está en entregarse a los otros, para que así podamos amar y donarnos a los demás gratuitamente sin esperar nada a cambio, siguiendo los mismos pasos de Jesús, que pasaba por todos los lugares haciendo el bien y entregó su vida en la cruz por amor.
Nuevos aires
El Señor nunca defrauda y siempre se hace presente de la manera que menos pensamos y esperamos. Hay veces que nos cuesta trabajo verle y descubrirle, en otras, en cambio, lo vemos con claridad y no tenemos ninguna duda. Siempre está ahí, aguardando el momento oportuno para removernos y para que todo en nuestra vida comience a marchar sin saber cómo. Confía en el Señor y espera en Él; hay multitud de ocasiones donde la razón se hace fuerte y cuesta más trabajo entender y creer. Esta es nuestra lucha, abrir el corazón de par en par, para que el Señor actúe y todo lo que hagas sea desde la presencia del Señor. No tengas miedo ni reparo, deja que Jesús entre y forme parte de tu vida, sin ningún interés en la relación, nada más que sirviendo y actuando en su nombre, para que la paz que Dios da a tu corazón te ayude a descubrir el verdadero significado del servicio. Dice Jesús: «Quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida» (Jn 5, 24). Por esto Jesús te regala la vida eterna al escuchar su palabra. Una palabra que serena y revitaliza, que te acerca al Señor y te ayuda a vivir con fidelidad cada día, siendo instrumento suyo, para amar a los demás.
Compartiendo todo lo que tienes
¡Qué bien nos sentimos cuando compartimos lo que tenemos! No solo es un acto de generosidad, sino es donar por amor lo que eres, toda tu persona. En ella incluimos lo material, lo que es nuestro y que de manera gratuita ponemos a disposición de quien tenemos al lado. Cuando actuamos de corazón entregamos todo lo que somos y tenemos; somos felices cuando ayudamos y servimos al otro porque esa es nuestra esencia como seres humanos y cristianos: darnos a los demás.
Necesitamos abrir el corazón sin reservas. Siempre hay algo que nos reservamos para nosotros mismos y que no entregamos a los demás. La dimensión de la autenticidad de nuestra entrega depende del corazón que pongamos en lo que vivimos cada momento. Entregarse sin reservas es abrir el corazón a nuestros anhelos más profundos, mostrándonos tal como somos. Así seguiremos los mismos pasos de Jesucristo, que habló abiertamente en todos los lugares en los que estuvo y no se dejó nada por decir, a pesar de que muchas veces pueda convertirse nuestra autenticidad en una denuncia para la forma de vida de quienes nos rodean: «Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que me han oído de qué les he hablado. Ellos saben lo que yo he dicho» (Jn 18, 20-21). Fueron las palabas que dijo Jesús delante del sumo sacerdote cuando le arrestaron.
Jesús camina a nuestro lado
Caminar con Jesús, es la invitación que Dios nos hace cada día a través de su Palabra. La Palabra de Dios quiere iluminar nuestro camino y dar luz a todo lo que realizamos y vivimos. Nuestra vida está hecha de pequeños momentos que forman parte de un todo. A lo largo del día a día vivimos multitud de ellos, y estamos llamados a dejar que cobren todos un sentido, viviendo una unidad en nuestra persona, pero sobre todo en el espíritu que ponemos, en cómo lo afrontamos y dejamos que nuestra persona vaya encontrando poco a poco su lugar en el precioso proyecto de la Historia de la Salvación de la cual nosotros formamos parte como bautizados.
Siempre disponible
A menudo solemos decir a los demás que cuenten con nosotros para lo que necesiten y que estamos a su disposición en cualquier momento. Cuando lo decimos es de verdad, de corazón, y lo hacemos convencidos de que nos queremos entregar en la empresa que nos piden.
Si algo tiene la disponibilidad es la falta de apego a lo que haces. Te sientes comprometido, pero no atado, porque entiendes que tus cosas son importantes pero el reto que se te presenta por delante es mayor que tus propios planes. Cierto es que la vida nos sorprende, tanto para bien como para mal, pero quien no arriesga no gana, y en esta vida nos gusta ir demasiado seguros a las cosas, porque aventurarnos y ver que nuestro mundo personal se desestabiliza, no nos gusta y nos genera una gran inestabilidad.
Dar es darse
A todos nos gusta que estén pendientes de nosotros, que nos ayuden, que atiendan nuestras necesidades. Todos necesitamos de los demás, no podemos hacer nuestra vida al margen de los otros, porque si no nos sumergiríamos en una vida solitaria, aislada de cualquier tipo de sentimiento. Somos vulnerables cuando estamos solos, de hecho, cuando las personas estamos más unidas a los demás somos más difíciles de vencer. La unidad hace la fuerza y así queremos estar nosotros.