Sabemos de la dificultad que nos supone vivir nuestra fe de una manera coherente y permanecer fieles en la oración con perseverancia y dedicación. No dejarse llevar por el activismo y por los quehaceres cotidianos resulta complicado, porque son muchos los frentes que tenemos abiertos, que ocupan nuestro tiempo y también nuestra mente y que nos impiden pararnos para encontrarnos con Dios cada día, ante el ritmo frenético de vida que llevamos. Cuidar nuestra espiritualidad en los tiempos que corren es fundamental. No podemos descuidarnos porque rápidamente el mundo nos absorbe y nos somete a su voluntad y frialdad, y cada día que pasamos sin orar y contemplar el rostro de Dios, más daño nos estamos haciendo en nuestro interior, sin darnos cuenta, porque nos vamos alejando de Dios y vamos perdiendo esa frescura espiritual que necesitamos para darnos cuenta de lo necesario que es estar con Dios.