La vida nos trae situaciones que no esperamos, donde tenemos que tomar decisiones que nos marcarán para siempre. Estas situaciones las podemos provocar nosotros o nos vienen solas, sin quererlas. Para estos cambios repentinos no estamos nunca preparados. Desde la fe hay dos opciones: confiar en Dios y hacernos más fuertes en la fe, o abandonar a Dios renegando de Él.
Sin duda lo mejor que podemos hacer es agarrarnos al Señor ante las dificultades y los problemas, ya que nuestra fe se hace más fuerte. En estas situaciones vamos a estar más sensibles para dejarnos tocar por el Señor, que siempre está pendiente de nosotros. Cuando vemos las dificultades y pensamos que todas se alinean contra nosotros, es cuando más descubrimos la presencia de Dios y escuchamos más claramente su voz.