Caminar con Jesús, es la invitación que Dios nos hace cada día a través de su Palabra. La Palabra de Dios quiere iluminar nuestro camino y dar luz a todo lo que realizamos y vivimos. Nuestra vida está hecha de pequeños momentos que forman parte de un todo. A lo largo del día a día vivimos multitud de ellos, y estamos llamados a dejar que cobren todos un sentido, viviendo una unidad en nuestra persona, pero sobre todo en el espíritu que ponemos, en cómo lo afrontamos y dejamos que nuestra persona vaya encontrando poco a poco su lugar en el precioso proyecto de la Historia de la Salvación de la cual nosotros formamos parte como bautizados.
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Recuerdos que dejan huella
Bien sabemos todos que por la huella que dejan las personas en nuestros corazones, es difícil olvidar. Los recuerdos son importantes porque nos retrotraen a experiencias maravillosas y también duras que hemos vivido. Han marcado nuestra vida y nos han permitido crecer, aprender y hacernos más fuertes ante las adversidades. Siempre necesitamos de personas que nos completen y sigan sacando cada día lo mejor de nosotros mismos. El amor que las tenemos y todo lo que compartimos con ella van calando hondo en nuestro corazón y van dejando con el paso del tiempo una huella imborrable. Hemos de aprender a olvidar lo malo, lo que no sirve, y quedarnos con lo bueno, con lo que construye y nos permite serenar nuestra alma y vivir en paz, sabiendo que tenemos la conciencia tranquila porque hemos hecho lo que teníamos que hacer.
Dios no improvisa
Seguro que te has encontrado en más de una ocasión desconcertado en más de una ocasión, con todos tus planes hechos, todo preparado y bien pensado y de repente te has visto sorprendido por el momento y has tenido que empezar a improvisar lo mejor que has podido. Por un momento parecía que se venía a tu interior toda la angustia existente en el mundo, viendo el “marrón” que se te venía encima y a ver de qué manera podrías salvar los muebles y salir lo más airoso posible. Hay veces que el resultado ha sido espectacular, y en cambio, otras no tanto. ¿Suerte? Puede que sí o puede que no, sólo Dios lo sabe. Lo que si está claro es que Dios no improvisa en nuestra vida. Quizás nosotros no nos podemos trabajar nuestra vida espiritual, nuestras responsabilidades, las metas que queremos conseguir… y más bien preferimos vivir el momento presente que muchas veces es más cómodo y seductor que lo que Jesús nos pide que pongamos en práctica en el evangelio cada día.
Excusas para no rezar
Muchas son las justificaciones y excusas que solemos poner a los demás, a nosotros mismos y al Señor, para poder explicar nuestras actitudes. Muchas veces, por no decir siempre, quedan distantes de aquello que pensamos o hemos dicho. Hay veces que acudimos a ellas de una manera habitual y natural, procurando quedar bien para que así nuestra imagen no se vea dañada o para que los demás no se enfaden, aunque eso suponga tener que faltar a la verdad o no ser nosotros mismos. Otras somos esclavos de nuestras propias palabras, especialmente cuando no las medimos bien, o las decimos de una manera superficial para no quedar mal ante nadie, quedamos comprometidos y también en evidencia en multitud de ocasiones.
“¡Párate y escucha mi voz!”
No le pongas prisas a tu vida. Demasiadas cosas las que llevamos hacia delante cada día, como si nos faltara tiempo, que no disfrutamos y saboreamos todo lo que realizamos. Necesitamos pararnos, saborear todo lo que hacemos, incluso me atrevería a decir que, organizarnos mucho mejor nuestro tiempo y nuestra vida. Muchas veces dejamos de lado nuestro plan de vida, que nos aporta una mayor capacidad de saborear la felicidad y sentirnos realizados en todo lo que hacemos; pues vivimos con intensidad cada momento, desde la presencia de Dios, ofreciéndole todo aquello que realizamos y dejando en sus manos nuestras acciones para que Él se encargue de que vayan saliendo, sirviendo a los demás y de que nos sintamos realizados con todo lo que hacemos.
«Comienzan los relojes a maquinar sus prisas;
y miramos el mundo. Comienza un nuevo día.
Comienzan las preguntas, la intensidad, la vida;
se cruzan los horarios. Qué red, qué algarabía.
Mas tú, Señor, ahora eres calma infinita.
Todo el tiempo está en ti como en una gavilla.
Rezamos, te alabamos, porque existes, avisas;
porque anoche en el aire tus astros se movían.
Y ahora toda la luz se posó en nuestra orilla. Amén».
(Himno de Laudes, jueves primera semana del Salterio)
Mi experiencia de Lourdes
Desde que estoy yendo de confesor al Santuario de Lourdes he podido comprobar de primera mano que es un trocito de cielo en medio de nuestro mundo. Allí se siente algo especial, indescriptible, donde te quedas sin palabras, conmovido por lo que tus ojos contemplan, la sencillez de una gruta, la belleza de la Virgen María, la devoción y la fe de tantos enfermos y peregrinos que acuden a los pies de nuestra Señora para poner sus vidas en sus manos. En la gruta de Massabielle quiso aparecerse la Virgen a una humilde pastora. Le transmitió un mensaje claro: “Penitencia, penitencia, penitencia. Yo soy la Inmaculada Concepción. Di a los sacerdotes que construyan una capilla aquí y que vengan en procesión”. Así se ha convertido en un lugar de peregrinación, donde nadie queda indiferente y sobre todo donde el Señor toca el corazón.
Comulgar en Gracia de Dios
Frecuentemente experimentamos lo difícil que resulta hacer camino con los demás, aceptarlos tal como son; cuántas veces nos quejamos de ellos, de sus defectos, de sus fallos, de sus incoherencias, de sus propias pobrezas, y decimos que nos cuesta trabajo avanzar con ellos, vivir unidos en el corazón, aceptarlos tal y como son. ¡Cuántas veces los hermanos se convierten en una cruz en nuestra vida! Que en estos momentos te ayude tu fe, y, sobre todo, encuentres la luz para saber hacer lo correcto y mirar con amor a los hermanos, no lanzándote a esos juicios desmedidos que destruyen y que provocan a tu alma quitándole la paz y la serenidad.
Hay veces que no entendemos porqué Dios nos manda las cosas y qué es lo que quiere de nosotros en nuestra vida. Le preguntamos y no obtenemos respuestas y ante esta situación entramos en una dinámica de agitación y nerviosismo que también nos impide estar en paz. Aunque la teoría la sabemos perfectamente, sentimos que ponerla en práctica nos cuesta bastante porque nos vemos superados por tantas situaciones dolorosas que nos confunden y hacen que nuestra vida se tambalee.
Comprometidos para el Señor
Solemos escuchar muchas veces a personas decir que no hay que complicarse la vida por lo demás, porque muchas veces se aprovechan de uno y luego ni siquiera muestran el más mínimo agradecimiento cuando uno hace algo por ello. Bien es cierto que siempre necesitamos de personas que tomen la iniciativa ante determinadas acciones que queremos emprender, pues son los primeros que se comprometen y comienzan a tirar del carro iniciando la nueva aventura y dando su tiempo y su esfuerzo para que salga bien el proyecto. Algunas veces solemos pecar de exceso de prudencia y nos volvemos demasiado precavidos para no arriesgar, esperando que el tiempo y el inicio de la nueva experiencia nos digan si va salir bien o no.
Ten envidia de Jesús
Seguro que has experimentado en tu vida lo que es el sentimiento de envidia y has podido desear tener algo que los demás poseían y que tú no. Sabemos por experiencia lo mala que es la envidia y cómo se camufla en la forma de actuar de las personas de una manera tan sibilina que en ocasiones es difícil de detectar. Por envidia somos capaces de sacar lo peor que llevamos dentro y de disfrazarlo de la mejor manera para disimular y no ser descubiertos en nuestros actos. La envidia es capaz de matar nuestro propio corazón y nuestra fe, pues nos quita la paz y no cesará en su empeño hasta que vea que has conseguido aquello que deseabas y has vencido a “la persona oponente” y la has desprestigiado o destruido. No te deja vivir en paz porque siempre vas a estar comparándote con los demás y fijándote de mala manera en sus cualidades y virtudes antes que en las tuyas.
Amados de Dios
Todos experimentamos en nuestra vida el amor de los demás que se manifiesta a través de gestos y palabras. Cuando las palabras vienen refrendadas por los gestos, cuánto disfrutamos y qué bien nos sentimos, porque amar y sentirse amado es maravilloso. Sabemos que el amor hay que cuidarlo, porque si no se va desgastando, terminamos perdiéndolo y lamentándonos por lo que tuvimos en nuestras manos y dejamos escapar. Es importantedejar que el Señor te enseñe a amar, pues así tu fe crecerá y dejarás que sea el Señor quien te vaya guiando por los caminos de ese amor incondicional que nos propone como modelo para imitar.