Hay muchas veces donde confiar en Dios no es tarea fácil por las dificultades que se nos presentan. Tratamos de buscar soluciones rápidas que hagan que todo vuelva a la normalidad para vivir así sin grandes sobresaltos, pero esas situaciones que se nos escapan de las manos hacen que nos inquietemos y nos pongamos nerviosos y que confiar plenamente en el Señor cueste un poco más. Mientras los enemigos acechan estamos en tensión, preocupados, agobiados, pensando que las cosas no funcionan y por instinto solemos ir a lo que siempre nos ha funcionado y nos da estabilidad. Buscamos nuestros puntos de seguridad que hacen que podamos recuperar momentáneamente esa calma que el imprevisto nos ha provocado.
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La grandeza de la sencillez
Todos somos conscientes de que muchas veces nos equivocamos y podemos perjudicar a los demás y a nosotros mismos. En nuestra mejor intención está el hacer las cosas desde nuestra mejor voluntad, pero por nuestras pobrezas y limitaciones, hay veces que las cosas no nos salen como nos gustarían. Esto hace que, en ocasiones, nos sintamos mal y contemplemos con impotencia cómo los demás también se desencantan con nosotros. Por eso es necesario que estemos muy despiertos y atentos para poder rectificar y no cometer siempre los mismos errores, teniendo esa actitud crítica con uno mismo y esa continua revisión personal que hace que miremos en nuestro interior y tengamos esa rapidez y facilidad para cambiar.
Siempre disponible
A menudo solemos decir a los demás que cuenten con nosotros para lo que necesiten y que estamos a su disposición en cualquier momento. Cuando lo decimos es de verdad, de corazón, y lo hacemos convencidos de que nos queremos entregar en la empresa que nos piden.
Si algo tiene la disponibilidad es la falta de apego a lo que haces. Te sientes comprometido, pero no atado, porque entiendes que tus cosas son importantes pero el reto que se te presenta por delante es mayor que tus propios planes. Cierto es que la vida nos sorprende, tanto para bien como para mal, pero quien no arriesga no gana, y en esta vida nos gusta ir demasiado seguros a las cosas, porque aventurarnos y ver que nuestro mundo personal se desestabiliza, no nos gusta y nos genera una gran inestabilidad.
Entre la espada y la pared
Muchas son las ocasiones en las que nos encontramos entre la espada y la pared. Incluso llega a parecer que no vemos ninguna salida por ningún lado vayamos por donde vayamos. La vida nos va poniendo pruebas en el camino que de alguna manera miden nuestra fe y la confianza que tenemos en Dios. Siempre en los momentos de dificultad y de incertidumbre tenemos la duda que nos martiriza y que hace que vayamos desconfiando de todo.
Si hay una manera de que nuestra fe crezca es con las dificultades, con esos momentos que no deseamos y que humanamente queremos que pasen rápidos, porque nos vemos en esa encrucijada de tener que elegir entre fiarnos de Dios y mantenernos firmes en nuestra postura o abandonarlo y dejarnos llevar por nuestros sentimientos y esquemas.
Tiempo para el Señor
Todos valoramos mucho nuestro tiempo y no nos gusta perderlo. Son muchas las actividades que diariamente hacemos y que vienen marcadas por el trabajo, las distintas responsabilidades familiares que tenemos, nuestras amistades, el ocio. Intentamos organizarnos lo mejor posible para que nos dé tiempo acudir a todo, aunque eso suponga tener que llevar un ritmo de vida bastante acelerado. Nos cuesta trabajo pararnos a contemplar lo que hay a nuestro alrededor. Hay muchos días que nos faltan horas y hay veces nos quedamos con la sensación de que no llegamos porque tenemos muchos frentes abiertos y no llegamos a todo lo que nos gustaría. Los días van pasando y hay ocasiones en las que decimos que la vida pasa demasiado deprisa, vamos pasando los días y hay veces que nos queda el sentimiento de que no avanzamos ni progresamos lo que desearíamos. Y es verdad que todo es cuestión de tiempo.
¡Déjate sorprender!
Qué cara se nos queda cuando recibimos un regalo o una sorpresa que no esperamos. ¡Cuánto nos alegramos y disfrutamos el momento! Muchas son las sensaciones que experimentamos y que hacen que vivamos con intensidad y emoción ese instante. ¡Cuánto nos gusta sentirnos queridos y amados! Lo necesitamos constantemente y buscamos siempre gestos y palabras que así nos lo hagan sentir. Ilusionarnos y alegrarnos es fundamental en nuestra vida, pues nos permite afrontar con fuerza el día a día.
Dar es darse
A todos nos gusta que estén pendientes de nosotros, que nos ayuden, que atiendan nuestras necesidades. Todos necesitamos de los demás, no podemos hacer nuestra vida al margen de los otros, porque si no nos sumergiríamos en una vida solitaria, aislada de cualquier tipo de sentimiento. Somos vulnerables cuando estamos solos, de hecho, cuando las personas estamos más unidas a los demás somos más difíciles de vencer. La unidad hace la fuerza y así queremos estar nosotros.
Sin interés
Estamos tan desengañados y desencantados con el mundo que nos rodea que nos cuesta trabajo abrirnos de corazón. Quizás para no sufrir, quizás porque pensamos que no nos podemos fiar de los demás, pues parece que cada uno va a lo suyo. Creo que el individualismo que nos rodea y del cual somos partícipes en muchas ocasiones, va cerrando poco a poco nuestro corazón y sobre todo nos está apagando el deseo de lucha y de cambio tan necesario en nuestros días. Es necesario que salgamos de nuestro “encierro interior” y podamos así romper la desconfianza que merma nuestra capacidad de apertura y de entrega a los demás.