El encuentro con Dios nos da una fuerza especial difícil de explicar, capaz de llevarnos lejos y de superar todas las dificultades personales con las que nos podamos encontrar. Hace que nuestro corazón vibre de una forma única y que nada, ni siquiera el sentimiento humano es capaz de llegar a igualar. Todo esto depende de Jesús y a nosotros, por mucho que queramos llegar a comprender y razonar, nos supera porque las cosas de Dios son así. Deja de racionalizar tu vida de fe, simplemente lánzate a volar para que puedas hacer cosas grandes en el nombre del Señor y que esto te llene de felicidad. Esa vida feliz hace que te entregues a Dios por completo y vueles donde el Espíritu Santo te lleve, sin estar preocupado de tenerlo todo bajo control para así estar más seguro.