Cuando Jesús se bautizó en el Jordán, Dios Padre nos presenta a Jesucristo como Hijo y nos invita a que le escuchemos. Jesús en numerosas ocasiones invita a todos sus oyentes que le escuchen, «porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer» (Jn 15, 15). Pídele al Señor la gracia de poder escuchar, de tener unos oídos bien atentos y una mirada totalmente pura para que nada nos distraiga ni impida que le prestemos al Señor toda la atención. También en el monte Tabor el Señor le dice a Pedro, Santiago y Juan: «Este es mi Hijo, el Elegido. Escuchadlo» (Lc 9, 35). Hacer la voluntad muchas veces cuesta, como escuchar con atención y con el corazón. Es el momento de pararse y cuidar nuestra alma dejándola llenarse por la presencia del Señor. La Palabra de Jesús es el alimento de nuestra alma y es una tarea que no debemos descuidar. Debe de ser la principal acción que debemos realizar cada día: acoger la Palabra de Dios en nuestra alma para que dé sentido a todo lo que hacemos. Son muchas las cosas que escuchamos a lo largo del día, y no podemos conformarnos con escuchar cualquier cosa, sino estar primero y siempre delante del Señor para comprender todo lo que nos quiere decir.
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El Buen Pastor
Hoy es el IV Domingo de Pascua, el Domingo del Buen Pastor. Jesús es el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas cuidándolas con cariño y desviviéndose por ellas. El Señor Jesús utiliza esta imagen porque el pueblo de Israel había sido nómada y entendía bien lo que significaba este modo de vida, la manera de adaptarse a las circunstancias, y el esfuerzo que los pastores dedicaban a sus ganados para que sobreviviesen y les alimentasen. A la imagen del Pastor también se recurre en el Antiguo Testamento, cuando el profeta Ezequiel hablar de los malos pastores de Israel, que no desempeñan bien su misión en las responsabilidades públicas que tenían. Hay que vivir desde el servicio y no buscando el beneficio personal; nos debe importar la persona y nunca podemos tratarla como objeto o como un número más.
Anhela tu conversión
Anhela tu conversión. Deja que en ti crezca el deseo de querer estar con el Señor, de pertenecerle. Ten claro que tu vida no te pertenece, le pertenece a Él porque quiere ayudarte a sobreponerte. Él te dice que no estás solo, que siempre está contigo. Ser de Dios es ponerte en sus manos, dejarte hacer en tu vida, escuchar todo lo que te tiene que decir, aceptar su voluntad, aunque tu mente no entienda nada, amar a los hermanos como él mismo Cristo lo ha hecho, dando la vida sin esperar nada a cambio. Dios siempre te está hablando, a través de los acontecimientos de cada día, de las personas que te rodean, en los pensamientos que se te pasan por la cabeza cada dos por tres, en lo que no entiendes y te revela, en lo que te ilusiona y te hace no escatimar esfuerzos para hacer realidad lo que deseas. Aunque las cosas no lleguen como tú quieres y en el momento que deseas, espera en el Señor que no defrauda. Todo llega a su tiempo y necesita su proceso de madurez, por eso ten paciencia y deja que el Señor actúe en ti. No le pongas trabas ni le digas lo que tiene que hacer, porque el Señor sabe muy bien lo que se hace y cuándo ha de actuar.
Anhelar tu conversión es mucho más que un deseo, pues proyectas un estilo de vida que te llevará a desear estar con Dios y servirle con todo tu corazón. Todo necesita un proceso, un camino que hay que recorrer paso a paso, con determinación, dejándote llevar por donde el Espíritu de Dios te sugiere. Es fácil resistirse a dejarse llevar, pues a veces la voluntad te puede y se antepone al Señor. No te resistas, anhela tu conversión y deja que Dios entre en tu corazón. Todo será distinto, algo comenzará a cambiar en tu interior casi sin darte cuenta, porque la tristeza se transformará en alegría, la desilusión en esperanza, el rencor se convertirá en amor y el desasosiego y la intranquilidad en paz interior. Así es como se comienza a convertirse, allanando el terreno y preparándolo para que Dios pueda acampar en él.
Seguir a Jesús de verdad
Ante las dificultades surge rápidamente la tentación de abandonar, de dejarlo todo, para así pasar cuanto antes el problema y la situación problemática en la que nos vemos envueltos. No nos gusta sufrir ni tener que pasarlo mal, pero sabemos que esto no lo podemos elegir en la vida. Estas situaciones nos vienen y hemos de estar preparados para afrontarlas. A veces podemos esquivarlas, otras en cambio nos vienen por sorpresa y no tenemos más remedio que vivirlas. La fe está para ayudarte a avanzar, nunca para retroceder. Pensar que Dios es el culpable de tu sufrimiento y de tu dolor es dejarte llevar por el tentador que quiere debilitarte y convertirte en su nueva víctima, porque hiela tu corazón y lo endurece para cerrarse a cualquier acción del Señor en tu vida. No le des esa alegría tan grande al demonio, que quiere alejarte de Dios e insensibilizarte por completo. Perder el espíritu y la fe es entrar en su juego, en su dinámica de odio a Dios, donde solo buscas culpables para poder superar tu dolor.
Habla de Dios
«Es bueno darte gracias, Señor, y cantar a tu nombre; proclamar por la mañana tu misericordia y tu fidelidad cada noche» (Sal 92, 2). Dios hace maravillas en nuestra vida y somos testigos de ello. Podemos constatar cómo es capaz de cambiar la vida de las personas y tocar su corazón. Y lo puede hacer a través tuyo, porque eres instrumento de Dios, capaz de llegar al corazón del que tienes al lado.Es una experiencia hermosa de fe y así lo ha querido el Señor Jesús, mandándonos a compartir la Buena Noticia y pidiéndole a los apóstoles y a nosotros, que la llevemos allá donde nos encontremos y hagamos grandes signos en su nombre. Si quieres llevar la Buena Noticia, no has de tener miedo a hablar de Dios en tu vida y a manifestar allá donde te encuentres tu fe en Él.Dios dice siempre algo al ser humano a través de cada acontecimiento y es bueno saber interpretarlo; la gracia de Dios y el discernimiento te ayudarán a ello, para que tu respuesta sea auténtica y puedas llegar al corazón del hermano.
Escucha, Dios te llama
Dios te llama, ¿no lo oyes? A lo largo de tu día a día y de toda tu vida te está hablando, llamando por tu nombre para que escuches con atención todo lo que tiene que decirte. Lo que primero te quiere decir es que te ama, que te ha dado la vida para hacerte sentir la persona más feliz del mundo; que entregó a su Hijo Jesús en la cruz para mostrarte el camino que tienes que seguir para llegar hasta Él. Presta atención a todo lo que te está diciendo para que no te desvíes ni despistes; para esto tienes la Palabra de Dios, para encontrar la respuesta que necesitas en cada momento de tu vida, y para que te sientas iluminado por ella cada vez que tienes que tomar una decisión importante. Dios se comunica contigo de una manera clara y sencilla. Cuanto más hables con Él mejor entenderás todo lo que tienes que decir. Si dejas que Dios sea para ti un desconocido, más trabajo te va a costar dar sentido a todo lo que tienes que realizar.
Dios está cerca
Siempre agradecemos la cercanía de las personas en los momentos más importantes de nuestra vida, especialmente cuando necesitamos sentirnos arropados. Son muchas las situaciones en las que necesitamos el calor humano, la compañía y el cariño que nos ayudan a compartir el dolor y el sufrimiento y a sobrellevarlo lo mejor que podemos. Hay veces que no hacen falta muchas palabras, simplemente la presencia habla por sí sola, porque muestra el amor y la consideración que se tiene con las personas. Queremos estar cerca de las personas y necesitamos expresarlo y demostrarlo.
Cuando Dios habla
Muchas veces nos resulta difícil entender qué es lo que Dios nos quiere decir. Quizás porque no estamos en su sintonía; quizás porque no estamos preparados lo suficiente para entablar un diálogo fluido con Él; quizás porque el momento presente lo estamos viviendo tan intensamente que quedamos desconcertados ante lo que nos ocurre y no sabemos cómo afrontarlo. El caso es que la dificultad proviene de nosotros mismos, pues parece que no estamos lo suficientemente preparados para escuchar con claridad lo que el Señor nos está pidiendo. Dios no deja nunca de hablarnos, siempre nos está diciendo cosas para que demos sentido a cada vivencia nuestra; y nosotros que tenemos ese buen ánimo hemos de ser capaces de vivirlo así.
Dios te llama por tu nombre
El nombre es signo de identidad. Todos tenemos nombre y por norma solemos sentirnos muy orgullosos de cómo nos llamamos. Incluso muchas personas lo cambian y le ponen un diminutivo para ser llamados como más les gusta, porque se identifican mejor con él. Cada nombre tiene su origen y su significado y por norma suele estar relacionado con la impronta y el carácter de cada uno. Cuando escuchamos nuestro nombre, aunque no se dirijan personalmente a nosotros y lo hagan a otra persona que se llama igual, solemos mirar hacia el lugar donde lo hemos escuchado.
La voz de Dios
Estamos llenos de voces que nos interpelan, juzgan, entretienen…, y van llenando nuestra vida. Piensa por un momento cuántas voces escuchas todos los días y de dónde te llegan cada una de ellas; piensa en el tiempo que inviertes en escucharlas, las energías que utilizas y el beneficio que te aportan en tu vida.
Por experiencia sabemos que hay personas que nos enriquecen y personas que son tóxicas en nuestra vida, y no aportan nada, salvo negatividad, siempre quejándose, juzgando, criticando y destruyendo lo que hay. Con estas personas hay que ser pacientes y amarlas, aunque no podemos dejar que nos quiten la paz y el deseo de mejorar, caminar, avanzar. Reza por ellas, para que con la ayuda del Señor puedan cada día aprender a mirar la vida con la mirada del Señor del amor, que siempre construye y edifica la casa sobre la Roca.