Imitar a Cristo es un gran reto, parece inalcanzable, porque no somos perfectos y estamos llenos de pecado. Pensar y creer que es imposible es limitar nuestra fe y empobrecernos como creyentes, porque las metas y propósitos que nos propongamos deben ser lo más altas posibles. Quedarnos en una aspiración pequeña y en retos poco exigentes es debilitar nuestra propia fe, porque nuestra capacidad de exigencia se ve mermada y no avanzamos hacia la perfección, sino que seguimos retrocediendo en nuestras debilidades y haciéndonos más vulnerables, evitando así poder sumergirnos en la grandeza del Espíritu de Dios. El Señor te ha elegido a ti, te llama por tu nombre, conoce todo lo que llevas en tu interior, por eso es importante entregarse y amar a los demás, porque en la vida de fe, Dios siempre se presenta como nuestro Señor, que quiere ayudarnos en todo momento y dar sentido a nuestra a vida.
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Tu soledad y Dios
A Jesús los discípulos le abandonaron en el momento más trágico de su vida. Disfrutaron de Él y se admiraron de sus palabras y actos cuando lo acompañaban de pueblo en pueblo, por los caminos, en el mar de Galilea. Seguro que hasta en más de alguna ocasión, ante la gente que le buscaba para que les curase u oírle, ellos presumían de ser discípulos suyos, de conocerle bien. Incluso hasta alguno les pediría el favor de que les situasen en primera fila para verlo y escucharlo mejor. Cuando las cosas marchan bien es más fácil vivir bien y ser amigo de todo el mundo. En cambio, cuando las situaciones difíciles llegan, nos podemos compadecer, nos puede dar mucha pena, pero muchas veces somos con los discípulos en Getsemaní, salimos corriendo y dejamos al otro solo, ante su dificultad, ante su problema.
Escucha, Dios te llama
Dios te llama, ¿no lo oyes? A lo largo de tu día a día y de toda tu vida te está hablando, llamando por tu nombre para que escuches con atención todo lo que tiene que decirte. Lo que primero te quiere decir es que te ama, que te ha dado la vida para hacerte sentir la persona más feliz del mundo; que entregó a su Hijo Jesús en la cruz para mostrarte el camino que tienes que seguir para llegar hasta Él. Presta atención a todo lo que te está diciendo para que no te desvíes ni despistes; para esto tienes la Palabra de Dios, para encontrar la respuesta que necesitas en cada momento de tu vida, y para que te sientas iluminado por ella cada vez que tienes que tomar una decisión importante. Dios se comunica contigo de una manera clara y sencilla. Cuanto más hables con Él mejor entenderás todo lo que tienes que decir. Si dejas que Dios sea para ti un desconocido, más trabajo te va a costar dar sentido a todo lo que tienes que realizar.
Deja que Dios actúe en tu vida
Hay veces que la razón puede más que la fe. Llega a bloquearnos y angustiarnos en los momentos en los que no entendemos las cosas. Afrontar el sufrimiento es muy duro y el buscar respuesta a tantas preguntas, a veces incontestables, llegan a provocarnos un dolor más grande y una impotencia aún mayor. La tristeza se hace poderosa en nuestra vida y hace que bajemos los brazos totalmente invadidos por la amargura que nos invade. En momentos así hay que agarrarse a la esperanza y no dejar que sucumba ante la dureza de la vida. La resignación y la decepción comienzan a hacerse presente, fruto del poder que hemos concedido a la frustración, que se traduce en las preguntas sin respuesta y en que nuestra razón no llega a entender porqué la vida es tan injusta. Somos seres humanos, las emociones influyen fuertemente en nuestra vida y son capaces de llegar a dominarnos en muchas situaciones. En momentos así es más fácil entrar en la desesperación que en la esperanza cristiana. Es más fácil dejarse llevar por la razón que agarrarse fuertemente a la fe. La duda crece y ante el dolor que proporciona por la falta de respuestas hace que, incluso sin querer, la fe comience a debilitarse y tambalearse.
Dios está cerca
Siempre agradecemos la cercanía de las personas en los momentos más importantes de nuestra vida, especialmente cuando necesitamos sentirnos arropados. Son muchas las situaciones en las que necesitamos el calor humano, la compañía y el cariño que nos ayudan a compartir el dolor y el sufrimiento y a sobrellevarlo lo mejor que podemos. Hay veces que no hacen falta muchas palabras, simplemente la presencia habla por sí sola, porque muestra el amor y la consideración que se tiene con las personas. Queremos estar cerca de las personas y necesitamos expresarlo y demostrarlo.
Ante las malas noticias
Siempre que nos dan una mala noticia ante una enfermedad, un accidente o cualquier cosa que ocurre gravemente nos ponemos en el peor de los casos y de las situaciones que pueden llegar a ocurrir. Sabemos de nuestra condición mortal y de la debilidad y fragilidad del cuerpo humano, tan frágil y vulnerable. Nuestra mente es capaz de llegar a pensar a velocidad terminal, en pocos segundos, tantas situaciones que se nos puedan venir ante las posibles consecuencias de la mala noticia que nos acaban de dar. Mantener la calma, la paz, la serenidad y la tranquilidad en una situación así es muy complicado, porque necesitamos asimilar, aceptar y hacernos a la idea. Es un proceso mental que se da en cada persona y por el que todos, queramos o no, hemos de pasar. Sabemos que hay ciertos acontecimientos que no se digieren con facilidad y por desgracia no tenemos ni patrones ni recetas que nos den rápidas soluciones y respuestas a las nuevas vivencias que se nos plantean.
Lecciones de fe
Lecciones de fe son las que a menudo me suelo llevar por parte de la gente con la que me voy encontrando desarrollando mi ministerio sacerdotal. Cuando recibo una lección de fe sólo puedo darle gracias al Señor porque se me hace presente de una manera muy clara, además de ser testigo de cómo el Señor actúa y ayuda a las personas. Es verdad que cuando el Señor Jesús dijo a los apóstoles: «Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28, 20), no le faltaba razón, porque Dios siempre está a nuestro lado y nunca nos abandona. Y los que somos creyentes ante los varapalos de la vida, le sentimos muy cercano y nos da ayuda y consuelo.
Morir al orgullo
Todos sabemos que si hay algo que no nos hace ningún bien es el orgullo. Una persona orgullosa tiene un concepto exagerado de sí mismo que le puede llegar a hacer caer en la soberbia. Las características negativas del orgullo nos lleva a tener un sentimiento excesivo de satisfacción sobre uno mismo y puede llegar a mostrar altivez, arrogancia, vanidad, soberbia y hasta desprecio hacia otras personas. Si por algo destacan las personas orgullosas son por ser envidiosas, autoritarias, críticas, arrogantes, rebeldes y con frecuencia suelen tratar mal a las personas, aunque por norma general suelen disfrazarse con caras afables, buenas palabras y maneras, un rostro sonriente… aunque en el fondo su pretensión está quedar por encima de los demás utilizando todas las argucias que están en su mano para llegar al fin que pretenden.
Nacer de nuevo
En todo momento el Señor Jesús nos dice que estemos a su lado, no quiere que nos separemos de Él, porque desea protegernos de todo peligro y de toda acechanza del mal, que nos haga caer en la tentación. Igual que cada día dormimos para descansar y renovar nuestras fuerzas, también nuestro espíritu necesita de su descanso en el Señor para renovar también las esperanzas y la vida de amor y fe a la que estamos llamados a compartir. Si queremos profundizar en nuestra vida de fe, hemos de estar decididos a buscar en todo momento los caminos del Señor, esto implica romper con nuestros hábitos y costumbres, en los que nos hemos acomodado, y estar decididos a hacer realidad lo que Jesús le dijo a Nicodemo: «En verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios. El que no nazca del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios» (Jn 3, 3.5). Esta es la llamada que se nos para nacer a una nueva vida espiritual, en la que en la presencia de Dios nos renovamos y fortalecemos para seguir creciendo y profundizando en la fe. Qué importante es mostrarse a los demás con un corazón totalmente limpio para no tratar a los demás condicionados por las opiniones de nadie, y desde nuestra propia libertad ir caminando en la libertad de los hijos de Dios, sintiéndonos llenos y plenos del amor de Dios.
La fe en Dios por encima de todo
Podemos tener nuestros altos y bajos, nuestros momentos de debilidad y de confusión personal. Nos podemos ver tentados por nuestra condición humana, débil y pobre, a renunciar, abandonarlo todo y echar por tierra todo el camino de una vida cercana a Dios que hemos podido tener. Podemos llegar incluso a cometer pecado y alejarnos momentáneamente de Dios; recapacitar y volver con un corazón arrepentido a la casa del Padre. Así somos los seres humanos: pobres, vulnerables, indefensos ante el poder de Satanás; y renovados y reanimados ante la grandeza de Dios que nos fortalece y ayuda a superar el pecado. Así nos quiere el Señor, fuertes, perseverantes y cimentados en Cristo, que es la Roca que nos salva.