En ocasión de la «Fiesta de las Flores», celebración que tuvo lugar en la arquidiócesis de Milán el 9 de mayo, concretamente en el seminario arquidiocesano, el arzobispo Mario Delpini pronunció una homilía a modo de carta. Lo anterior debido a que quienes tenía delante era, sobre todo, el clero, los diáconos y los seminaristas. La homilía ha gozado de amplió eco por lo que supone de aliento en la vida de tantos sacerdotes que no ocupan las portadas de los periódicos y, sin embargo, están felices de ser sacerdotes al servicio del pueblo de Dios. Ofrecemos a continuación la traducción de esa «carta» deseando que llegue a tantos sacerdotes que quizá necesitaban leer un texto de este tipo en su vida y ministerio.
eucaristía
El Señor ha estado grande
«El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres» (Sal 126, 3)
Dios es alegría y esperanza; la que siempre nos quiere transmitir para que la podamos hacer vida cada día. A veces cuesta, porqué negarlo, pero merece la pena sentir que tu vida cambia cuando dejas que el Señor ponga la mano sobre ella, te sientes bendecido y desbordado por tanto bien recibido.
Ir a la montaña
Mantenerse firme en la fe, estar de pie en medio de las dificultades, no caerse por mucho que arrecie la tormenta y el viento, ser constante en los propósitos y por mucho que cambien las situaciones permanecer en el mismo lugar. Así es como Jesús nos invita a que nuestra vida sea siempre un reflejo de la fuerza que Él nos da, aunque somos conscientes de que en medio de la tempestad pasamos dificultad, inquietud, temor, inseguridad… y tantas sensaciones que vivimos que nos han de ayudar a tomar conciencia de lo importante que es confiar en Dios para permanecer en Él.
Abiertos al cambio
Abiertos al cambio, así es como debemos estar cada día. Si realmente queremos que nuestra vida de un giro importante tenemos que ponernos de acuerdo en dos ámbitos: el primero es que en nuestra vida se de el cambio de verdad y podamos convertirnos como Dios quiere, siendo hombres nuevos, transformados y dispuestos a recorrer nuevos caminos; y en segundo lugar que estemos convencidos realmente de ello y que nuestra voluntad esté totalmente bien dispuesta a secundar ese cambio con todas las consecuencias. Esto implica un nuevo orden en tu vida y sobre todo cerrar las puertas de siempre que te llevan a lo que has hecho toda la vida y abrir las nuevas puertas que te sumergen en nuevos caminos por recorrer y sobre todo nuevas actitudes por vivir.
Dios está.
Perdonar y no tener en cuenta el mal que te hagan. Qué fácil resulta predicarlo y lo que humanamente cuesta llevarlo a la práctica. Si algo he aprendido en mi vida de sacerdote es a hacer las cosas y procurar tener siempre la conciencia tranquila ante el Señor, buscando actuar sin perjudicar a nadie ni aprovecharme de nadie. De hecho, este es uno de mis lemas con los cuáles quise iniciar mi sacerdocio y quiero seguir llevando a la práctica cada día de mi vida. Entre otras cosas porque siempre me he propuesto dormir con la conciencia tranquila, siendo consciente de que en la vida y en una parroquia es imposible contentar a todo el mundo y caer bien.
Compartir la alegría
Es una bendición poder compartir la alegría que sientes dentro de tu corazón al encontrarte con Jesucristo. El Señor te cuida, te bendice y te guía a lo largo de tu camino; te rodea de personas que viven su fe y quieren seguirlo como tú, abriendo el corazón y sacando lo que tienen dentro para compartirlo con los demás. A veces no es fácil, porque hay ruidos interiores que no te permiten ver con claridad, nublan tu vista y hacen que tu mente se embote. Cierto es que el Señor siempre habla claro, y te muestra el camino y la verdad tal cual es. Esa verdad de la que tanto huyo y que en ocasiones tanto trabajo me cuesta creer y aceptar. ¡Es mi verdad! No puedo renegar de ella porque sería engañarme a mi mismo.
Jueves Santo – Día del Amor Fraterno
Hoy es el día de los enamorados, no el 14 de febrero. Hoy es el día del Amor Verdadero porque es el día donde Jesús nos enseña la entrega total, sin “peros”, sin esperar nada; porque es el mismo Jesucristo el que se entrega por nosotros, no porque es el último para servir, amar, ser humilde, sencillo de corazón, entregado… sino porque se nos presenta en su Cuerpo y Sangre para que entendamos el verdadero sentido de la palabra “sacrificio”.
El regalo de Santiago – Camino de Santiago (IX)
Enorme última etapa la vivida entre Pedrouzo y Santiago de Compostela. Comenzó más temprano que de costumbre, con la idea de llegar a los pies de Santiago antes de mediodía y poder participar en la misa del peregrino en la Iglesia de San Francisco. La ilusión era grande, pero al comienzo de la etapa las sensaciones no eran buenas. Algo que me extrañó, porque el día anterior fue el mejor día que caminé. La presión de llegar, el no haber descansado todo lo que me gustaría… eran pensamientos que martilleaban mi cabeza y me agobiaban un poco, porque se escapaban de mi control.
Tu vida es una bendición
Que cada día de tu vida sea una bendición por todo lo que el Señor te ha permitido vivir y por la maravillosa oportunidad que tendrás a lo largo de este día de bendecirlo y alabarlo, con un corazón agradecido, por todo lo que vives y lo que tienes en tus manos para realizar pequeños gestos de amor en su nombre. Esos gestos que llenan tu corazón y el de los que te rodean. Así no solo bendecirás al Señor, también a los demás, porque conviertes tu vida y la de los hermanos en un don, en un regalo que el Señor te ha dado para que lo compartas con todos. No te quedes en las palabras bonitas y en los gestos que te hacen quedar bien, esfuérzate cada día por hablar bien de los otros con amor y contárselo en tu oración y con tus palabras a Dios y a los demás. Así lo hizo Jesús cada vez que tenía la oportunidad de ayudar a quien se acercaba a Él. Siempre miraba al cielo, y después de invocar al Padre sanaba y bendecía. Así fue el milagro de los panes y de los peces (cf. Lc 9, 11-17), el Señor Jesús miró al cielo y pronunció la bendición. Entonces se produce el milagro.
Un encuentro con el Resucitado
Las desesperanzas y fracasos de la vida hacen que caminemos tristes, desorientados, cabizbajos, confundidos…; es como si fuera volver atrás con la sensación de que todo es un desastre y de que no hay solución ante los problemas. La esperanza no se encuentra y parece que la desesperación se empieza a hacer fuerte en nuestra vida. Esto es lo que les ocurrió a los discípulos de Emaús, cuando regresaban a sus casas; todo estaba perdido, sus aspiraciones habían desaparecido con Jesús crucificado. No podían dar crédito a que Jesús, que había hecho tantos milagros, terminase en la cruz de la vergüenza; no podían entender que Dios no salvase a su propio Hijo de una muerte tan infame. La Cruz se había convertido para ellos en una decepción de la idea que Jesús les había transmitido de Dios; todas las ilusiones que habían nacido al lado de Jesús se habían desvanecido y los ojos nuevos con los que habían aprendido a mirar la vida desde el Evangelio de Cristo se habían cerrado con la losa del sepulcro.