No es fácil ser cristiano; vivir el Evangelio con fidelidad es demasiado exigente y no basta solo con pertenecer a la Iglesia y estar mucho tiempo dentro de ella. La primera conversión que uno vive, que es la que te acerca en primer lugar al Señor, es importante, pero no puede ser la única; necesitamos muchísimas más conversiones para que nuestro contacto con el Señor sea fructífero y podamos estar en Gracia de Dios constantemente. Para ello necesitas tener tu alma bien preparada, siempre joven para escuchar lo que el Señor te está diciendo en cada momento; para poder invocarle y adentrarte en su presencia, que todo lo envuelve; para discernir qué es lo que anda mal en tu vida y necesitas convertir, transformar; para saber pedir perdón a través del sacramento de la confesión y a los hermanos, a los que, en la convivencia diaria, a veces, no tratas con amor.
Fe
Entregarse a Dios
«Procura con toda diligencia presentarte ante Dios como digno de aprobación, como un obrero que no tiene de qué avergonzarse, que imparte con rectitud la palabra de la verdad» (2 Tim 2, 14).
Sé un C.A.S.O.
Entramos en la Semana de Pasión, la recta final del tiempo de Cuaresma que estamos celebrando. Hoy tienes la oportunidad de echar una pequeña mirada atrás, a lo que han sido estos más de treinta días de camino, de conversión. ¿Están siendo fructíferos? Espero y deseo que sí. Si no es así, todavía estás a tiempo de rectificar y darte una oportunidad con el Señor. Los días pasan rápido, hay veces que casi ni nos enteramos, por la velocidad con la que vivimos y tantas cosas como tenemos que realizar. El tiempo no se detiene y nos va consumiendo, nos permite aprovechar y desaprovechar oportunidades. ¿Cuántas has vivido con el Señor en estos días? El Señor te llama para que seas un hombre nuevo. Arriésgate y da el salto rompiendo con tu vida pasada, para darle cabida a Él y dejarte llevar por donde considere. No le preguntes, no le pongas trabas, demasiadas le has podido poner a lo largo de tu vida. Ahora es el momento de dar el paso definitivo, de lanzarte al vacío y dejarte coger por el Señor. No tengas miedo, Dios no defrauda. Déjate llevar.
Dejarse trascender
Vivir en la presencia de Dios a veces nos cuesta demasiado, porque la exigencia de vivir nuestra vida de fe con autenticidad nos supone un gran esfuerzo, que, en ocasiones no estamos dispuestos a realizar en la práctica, aunque sí en la teoría. A veces es mayor el deseo que tenemos que la práctica que vivimos. Dejarse trascender es importante, porque nos permite entrar en la presencia de Dios en todo aquello que hacemos, y, nos da, además, la oportunidad de alcanzar la plenitud en todo aquello que realizamos. Por naturaleza estamos llamados a ir más allá de lo que vivimos y realizamos; la trascendencia nos ayuda a mirar a un Ser Superior, a Dios mismo, que quiere llenar nuestra vida de sentido. Como creyentes estamos llamados a distinguirnos de los demás por nuestra capacidad de trascendencia, de dejarnos tocar por el Señor, que como buen Padre siempre está dispuesto a abrazarnos y consolarnos con todo su amor.
En Dios
Estar preparados para afrontar las dificultades no siempre es fácil y nos pilla preparados. Frecuentemente nos solemos ver sorprendidos por las “sorpresas” que la vida nos pone por delante, y nos quedamos sin saber cómo reaccionar. Dios nos quiere ayudar en estos momentos y nos capacita para que tengamos la fortaleza, la determinación y el ánimo suficiente para que no desfallezcamos y seamos capaces de salir hacia delante. Es bello y hermoso sentirse elegido por el Señor. Nos llama a cada uno por nuestro nombre y nos invita a vivir una experiencia espiritual profunda y verdadera, que nos mete de lleno en la dinámica del Espíritu y solamente hacen falta dos actitudes: abrir el corazón al Espíritu Santo y dejarse llevar donde Él lo desee. Dios no defrauda y siempre nos tiene presentes; basta con mirar a Jesucristo para darnos cuenta de lo especiales que somos, porque lo importante es mirar a Jesús cara a cara y ver cómo se preocupa por cada uno.
La alegría de sentirte amado por Dios
La Pascua es el paso, de la muerte a la vida, del sepulcro a la Resurrección del Señor. Jesús ha muerto para darnos la salvación y enseñarnos el camino que debemos seguir para ir a su encuentro. En este tiempo de Cuaresma no solo nos preparamos para esta celebración tan gozosa, sino que también queremos vivirlo como el primer anuncio de lo que es la alegría, desear prepararnos para celebrar la Vida que el Señor Jesús nos da. Vivir en lo negativo, en la frustración, en la distancia con el Señor, es sumergirnos en la oscuridad, pudiendo elegir estar en luz que Dios nos quiere dar. Jesús quiere vivificarnos, y para eso quiere invitarnos a entregarnos a los demás, a vivir con pasión nuestra vida de fe, a compartir todo lo que tenemos, a poner a disposición de los demás nuestra propia vida… porque este es el espíritu de la Conversión, que nos ilumina y nos lanza a la verdadera felicidad.
Tentaciones
Es difícil mantenerse firme ante la tentación. A veces es una heroicidad rechazarla, porque conlleva mucho esfuerzo y sacrificio no caer en las redes de lo mundano, inmediato y placentero. Son muchas las ocasiones en las que perdemos la batalla y no salimos airosos, pues el pecado se hace fuerte y trata de apartarnos definitivamente de Dios para que perdamos totalmente la fe y seamos pasto de la ausencia y vacío del Señor en nuestra vida. El pecado viene siempre precedido de la tentación. Quien evita la ocasión, evita el peligro, pues hay veces que los pecados hacen que nos sintamos bien, que queramos mantenernos en esta situación de pecado, porque nos supone una vida fácil y frívola que hace que disfrutemos del momento, como algo único e irrepetible, pero que rápidamente nos genera una insatisfacción tremenda, siendo conscientes de que este no es el camino. Los prejuicios son un lastre y una condición que nos predetermina, pues dependiendo de la vivencia que uno tenga así serán los frutos que somos daremos en el nombre de Señor.
Perdonar
El perdón nos libera y nos da mucha paz interior, nos descarga del malestar que tenemos dentro y aumenta nuestra capacidad de amar. Siempre es más fácil decir la teoría que ponerla en práctica, y con el perdón suele pasar. Perdonar implica llegar a despegarse de las vivencias pasadas que nos han hecho sentir mal y causado daño. Cuando perdonamos nos liberamos a nosotros mismos, echamos fuera de nuestra vida el dolor y el resentimiento que podamos tener y que a veces supone una sobrecarga en nuestras espaldas. Es muy importante para llegar a perdonar de verdad aceptar lo que hemos vivido y que nos ha causado sufrimiento, dolor y decepción, porque el cruce de acusaciones, tanto las que nos hacen como las que realizamos resuenan en nuestra mente constantemente. Por esto es necesario hacer una reflexión seria y consciente sobre lo que tenemos que perdonar a los demás y también a nosotros mismos.
Avanzar sin retroceder
La esperanza es lo último que se pierde. En nuestro camino de conversión es lo que queremos pensar, que podemos llegar a cambiar nuestra vida para siempre con la ayuda del Señor, y no tener que volver a retroceder más. Avanzar para luego retroceder es perder energías y tiempo innecesariamente, pues vivimos para progresar y mejorar cada día, sin tener que estar todo el tiempo rectificando y empleando nuestros esfuerzos en demostrarnos que hemos cambiado y que nos vamos convirtiendo. La madurez que vamos alcanzando con nuestras experiencias de vida, nos deben servir para progresar y mejorar nuestra calidad de vida espiritual y personal, reforzando nuestras conductas y actitudes. Hemos de estar despiertos para llegar a ver con antelación las situaciones que se nos pueden presentar y que nos desbordan y destruyen lo construido con tanto esfuerzo y tesón.
Anhela tu conversión
Anhela tu conversión. Deja que en ti crezca el deseo de querer estar con el Señor, de pertenecerle. Ten claro que tu vida no te pertenece, le pertenece a Él porque quiere ayudarte a sobreponerte. Él te dice que no estás solo, que siempre está contigo. Ser de Dios es ponerte en sus manos, dejarte hacer en tu vida, escuchar todo lo que te tiene que decir, aceptar su voluntad, aunque tu mente no entienda nada, amar a los hermanos como él mismo Cristo lo ha hecho, dando la vida sin esperar nada a cambio. Dios siempre te está hablando, a través de los acontecimientos de cada día, de las personas que te rodean, en los pensamientos que se te pasan por la cabeza cada dos por tres, en lo que no entiendes y te revela, en lo que te ilusiona y te hace no escatimar esfuerzos para hacer realidad lo que deseas. Aunque las cosas no lleguen como tú quieres y en el momento que deseas, espera en el Señor que no defrauda. Todo llega a su tiempo y necesita su proceso de madurez, por eso ten paciencia y deja que el Señor actúe en ti. No le pongas trabas ni le digas lo que tiene que hacer, porque el Señor sabe muy bien lo que se hace y cuándo ha de actuar.
Anhelar tu conversión es mucho más que un deseo, pues proyectas un estilo de vida que te llevará a desear estar con Dios y servirle con todo tu corazón. Todo necesita un proceso, un camino que hay que recorrer paso a paso, con determinación, dejándote llevar por donde el Espíritu de Dios te sugiere. Es fácil resistirse a dejarse llevar, pues a veces la voluntad te puede y se antepone al Señor. No te resistas, anhela tu conversión y deja que Dios entre en tu corazón. Todo será distinto, algo comenzará a cambiar en tu interior casi sin darte cuenta, porque la tristeza se transformará en alegría, la desilusión en esperanza, el rencor se convertirá en amor y el desasosiego y la intranquilidad en paz interior. Así es como se comienza a convertirse, allanando el terreno y preparándolo para que Dios pueda acampar en él.