Siempre hay algo por hacer, por vivir y por descubrir. Nuestro conocimiento no tiene fin y mucho más si lo vivimos desde la fe, desde el acercamiento que queremos tener con Dios. Ninguno de los esfuerzos que realizamos con el corazón y en el nombre del Señor quedan sin recompensa. Hay veces que no vemos los frutos a nuestros esfuerzos, pero te aseguro que Dios no los deja sin premio. Dar sentido a todo lo que realizas es necesario para entrar en la dinámica del Señor y poder entregarte con toda tu alma al Evangelio y a hacerlo realidad en tu vida y en las vidas de los que te rodean. Hay veces que nuestra visión es tan corta que no vemos más allá de nosotros mismos; somos muchas veces esclavos de nuestras prisas, de nuestros quehaceres cotidianos, de nuestras propias distracciones que hacen que convirtamos nuestra vida en una rutina y perdamos nuestro tiempo en acciones y actitudes banales y carentes de sentido.
Fe
Tu soledad y Dios
A Jesús los discípulos le abandonaron en el momento más trágico de su vida. Disfrutaron de Él y se admiraron de sus palabras y actos cuando lo acompañaban de pueblo en pueblo, por los caminos, en el mar de Galilea. Seguro que hasta en más de alguna ocasión, ante la gente que le buscaba para que les curase u oírle, ellos presumían de ser discípulos suyos, de conocerle bien. Incluso hasta alguno les pediría el favor de que les situasen en primera fila para verlo y escucharlo mejor. Cuando las cosas marchan bien es más fácil vivir bien y ser amigo de todo el mundo. En cambio, cuando las situaciones difíciles llegan, nos podemos compadecer, nos puede dar mucha pena, pero muchas veces somos con los discípulos en Getsemaní, salimos corriendo y dejamos al otro solo, ante su dificultad, ante su problema.
Saber pedir perdón
Todos necesitamos el perdón en nuestra vida; perdonar y ser perdonados. Nos hace mucho bien porque nos libera y nos permite hacer más grande nuestro corazón. Hay veces que nos cuesta demasiado trabajo pedir perdón a las personas que hemos ofendido. El orgullo nos hace un flaco favor, porque nos endurece y crea distancias aparentemente insalvables con los demás. No te dejes llevar por él, pues a la larga te hace bastante daño y no te deja vivir desde el espíritu de la humildad y sencillez que te pide Jesús en el Evangelio. Si de verdad quieres llegar a amar de verdad, sé capaz de perdonar.
Vive tu fe día a día
Cada uno conservamos maravillosos recuerdos de nuestra vida. Recuerdos entrañables y duros, que nos muestran las alegrías y dificultades de nuestro caminar. Cada acontecimiento de nuestra vida deja huella en nuestro interior, nos ayuda a crecer y madurar como personas y nos permiten estrechar lazos con las personas con las que convivimos, y por desgracia, también nos podemos alejar de los otros por los desencuentros que hayamos podido tener. Nadie que influye en nosotros pasa desapercibido en nuestra vida. Nos deseamos lo mejor y siempre buscamos lo que más nos ayuda y favorece para llegar cuanto antes a la felicidad que llena nuestra vida. Todos necesitamos de estos momentos para desarrollarnos como personas.
Siempre buenas costumbres y hábitos
Solemos tener malas costumbres y malos hábitos en nuestra vida. Algunos nos cuestan bastante trabajo de erradicar, quizás por actitudes que tenemos que no están del todo bien, quizás porque no creemos lo suficientemente en nuestras propias posibilidades de mejorar. Hay veces que nos abandonamos y nos cuesta la misma vida salir de la inercia o de los círculos viciosos en los que nos sumergimos y casi sin darnos cuenta vamos debilitando nuestra fuerza de voluntad y la esperanza de cambiar dando manga ancha a lo cómodo, placentero e inmediato.
Cuida tu paz interior
Buscar la paz y estar en paz. Tan valioso y necesario en nuestra vida. Sé instrumento de paz para hacerla cada día realidad en tu entorno, transmitirla a quienes te rodean y cuidarla con tus palabras y acciones para que no se pierda. Es frágil, rápidamente se puede perder por el más mínimo detalle o contratiempo que surja. Así es nuestro débil carácter, capaz de centrarse en lo que ofende y no es primordial en nuestra vida, y dejarla a un lado olvidando la calma y serenidad, necesarias para no perder los nervios, controlar la ira y reaccionar de la manera más templada posible. Queremos la paz y necesitamos la paz. El primero que ha de tenerla eres tú. Has de fortalecerla en tu interior para que no se vaya al menor contratiempo. Así cuando arrecien las dificultades te mantendrás sereno y tranquilo; tus palabras transmitirán calma a los que te rodean y serás testimonio para los demás de cómo afrontar las dificultades con tranquilidad, manteniendo en todo momento la quietud en tu alma.
Transforma tu entorno
Lo que ocurre a tu alrededor debe importarte. Sería equivocado pensar que no va contigo porque no es responsabilidad tuya o porque no tienes nada ver con lo que está ocurriendo. Jesús nos enseña y nos pide que nos impliquemos, que tomemos partido ante lo que acontece en nuestro entorno, que no nos dejemos llevar por la indiferencia o por la comodidad que no compromete nuestra vida. Echar balones fuera siempre es lo más cómodo y lo que nos permite vivir más tranquilos, pensando en lo nuestro y olvidándonos de los demás: porque ya son suficientes nuestras preocupaciones y agobios como para tener que preocuparnos por las de los demás; porque no tenemos tiempo para nada, siempre nos falta para hacer nuestras cosas; porque como a mí no me afecta que cada uno busque sus propias soluciones.
Experiméntalo sin excusas
La fe mueve montañas y la ilusión hace que todo lo vivamos con alegría y esperanza, dejando de lado todo lo que es destrucción y falta de compromiso. A veces escucho a personas justificarse, disculparse y echar balones fuera ante la falta de compromiso, adornando con medias verdades los análisis de la realidad que tratan de enmascarar lo que no comparten y no creen. El Señor Jesús llamó a los discípulos y les dijo que serían pescadores de hombres. Ellos se lo creyeron y dejaron las redes con todas sus consecuencias, y aunque su camino no fue fácil y estuvo lleno de algún que otro momento de tensión, de miedo y duda, siguieron al Maestro y se dejaban tocar cada día su corazón por Él. Por eso no claudicaron y entregaron su vida al Reino de Dios, porque el Amor por Cristo era tan grande que la duda no se hizo fuerte y su vida personal dejó de estar en un primer plano.
Entrenar con Dios
Solemos ser más exigentes con los demás antes que con nosotros mismos porque nos resulta más fácil ver la paja en el ojo ajeno antes que la viga en el nuestro. Hay veces que los defectos de los demás resaltan más que los nuestros propios, y todo lo que nuestros esquemas y mentalidad nos condiciona sobre nuestras actitudes, hace que seamos injustos con los hermanos porque se nos olvide mirar en nuestro interior para descubrir que también nosotros somos humanos y nos equivocamos porque no somos perfectos. En este aspecto, la humildad nos ayuda a mirar en nuestro interior, a ser más prudentes y no dejarnos llevar por los impulsos, teniendo así más tacto con el prójimo.
Actuar por amor
Actuar por amor. Es uno de los principales retos que tenemos cada día. Son muchas las situaciones en las que nos encontramos tentados de cumplir, no comprometernos, pasar de largo, abandonarnos… y que apagan ese ardor de nuestra alma por ser fiel al mandamiento del amor que nos dio Jesús. Actuar por amor es exigente, mucho más cuando tenemos algún desencuentro con las personas que nos rodean y no somos capaces de perdonar ni de practicar la misericordia en su plenitud. Los corazones comienzan a distanciarse y, por tanto, la actitud de servicio y de amor no sale con la misma frescura que cuando estamos totalmente unidos al hermano. La falta de diálogo hace que muchas veces nos dejemos influenciar por actitudes y medias palabras que a veces mal interpretamos y que hacen que nos lleguemos a imaginar lo que no es o a pensar más de la cuenta, dejando que pase el tiempo y cerrándonos al diálogo fluido que anteriormente hemos podido tener con el otro.