Seguro que conoces a personas que tienen un gran corazón y cuando estás con ellas disfrutas de su compañía y de la paz y tranquilidad que te transmiten. Son necesarias en nuestra vida, no solo por lo que nos aportan mucho bueno, sino por todo lo que hacen en su entorno, transformando tantas realidades y contribuyendo a que todo marche mejor. A menudo hemos escuchado, incluso experimentado, en primera persona, que hacer las cosas de corazón nos puede acarrear momentos de sufrimiento porque nos damos totalmente y en muchos momentos los demás no perciben la bondad con la que se actúa y miran más el beneficio personal y sacar el mejor partido de las situaciones que se les presentan. Quien actúa de corazón tiene un amplio sentido de la generosidad y de la entrega, sabiendo anteponer siempre lo común antes que lo personal, buscando ser fiel a sí mismo sin dejar que las circunstancias y el entorno le apaguen su autenticidad. Esto último, en mi humilde opinión, es lo que hace auténticas a estas personas, pues por encima de todo se mantienen fieles a sí mismas y son capaces de aceptar adversidades y caminar contra corriente para seguir siendo ellas mismas.