Somos de barro y frágiles. Por muy invencibles, fuertes y autosuficientes que en ocasiones nos creamos, no somos nada. “Polvo eres y en polvo te convertirás”, nos decían el Miércoles de Ceniza, para recordarnos nuestra vulnerabilidad. Esta se hace efectiva en nuestras limitaciones diarias y en nuestra incapacidad de ver más allá de nosotros mismos en multitud de ocasiones. Es importante tomar conciencia de nuestra vulnerabilidad para que la necesidad de Dios sea efectiva en nuestra vida. No todo vale, y es cierto que, en ocasiones, cuando nos relajamos nos resulta muy fácil dejarnos llevar, alejarnos de Él y sufrir un grave prejuicio en nuestra vida. Reconocer mi incapacidad es dar un gran paso de humildad que nos predispone para que nuestra conversión sea auténtica y con efecto inmediato. Porque no podemos posponer nuestro cambio constantemente. No podemos dar largas al Señor, al Dios de la vida, que está siempre pendiente de ayudarnos y regalarnos la felicidad en lo que vivimos y realizamos.
gracia de dios
Cuidar el corazón
Nueva etapa y nuevo reto por delante. Solo depende de ti el querer conseguirlo o no. Acabamos de empezar la Cuaresma y es un buen momento para plantearnos retos espirituales y personales que queremos conseguir durante estos cuarenta días de preparación a la Pascua del Señor. Si quieres vivir con alegría la Resurrección de Jesucristo tu alma tiene que seguir progresando en el camino de la fe y dar los pasos necesarios de conversión en tu vida. Seguro que tienes claro que siempre quieres elegir el bien antes que el mal. Sabes cuáles son las actitudes que te van a enriquecer más y te van a ayudar a estar más cerca del Señor. Es muy importante que Dios esté en el centro de tu corazón, porque así escucharás con claridad su voz y entenderás perfectamente lo que te pide en cada momento. «Si tu corazón se aparta y no escuchas, si te dejas arrastrar ante otros dioses y les sirves, yo os declaro que hoy moriréis sin remedio; no duraréis mucho en la tierra adonde tú vas a entrar» (Dt 30, 17-18).
Conviértete y cree en el Evangelio
“Conviértete y cree en el Evangelio” o “Polvo eres y en polvo te convertirás”. Son las palabras que hoy, Miércoles de Ceniza, resonarán en cada uno de los que nos acerquemos a recibir la ceniza. Comienza la Cuaresma y queremos convertir nuestras vidas al Señor, purificarnos y ser mejores cada día. Necesitamos recordar: recordar cada día las oportunidades que el Señor nos brinda para ser felices y que no aprovechamos; recordar que el Señor me ha regalado unos dones para que los comparta y haga felices a los demás; recordar que tengo un Dios que se preocupa por mi y que me quiere cuidar entregándome a Cristo en la Eucaristía como alimento de vida; recordar que tengo que cuidar mi oración para alimentar mi fe y ser un auténtico creyente, discípulo de Jesús; recordar que tengo que convertir mi vida en un canto de alabanza por tantas cosas buenas que el Señor me permite vivir; recordar mi fragilidad y que solo no puedo, que vengo de la tierra y a ella volveré, aunque a veces me crea imprescindible y autosuficiente; recordar que Dios siempre me pone signos de su amor a mi alrededor para que siga avanzando en mi camino cristiano haciendo realidad el Evangelio.
¿Cómo afrontar los sufrimientos y dificultades?
Hay veces que resulta difícil ver la mano de Dios en medio de las debilidades, del sufrimiento, de la confusión ante lo que acontece en nuestra vida. Dios siempre está y es necesario, desde la fe, poder verlo con claridad para que encontremos la calma que nos permite afrontar las situaciones con paz y confianza en Él. El apóstol San Pablo nos da su testimonio de cómo en medio de la debilidad ha sentido la fortaleza que el Señor le ha regalado: «Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad. Así que muy a gusto me glorío en mis debilidades, para que resida en mí la fuerza de Cristo. Por eso vivo contento en medio de las debilidades, los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Cor 12, 9-10). La Palabra de Dios tiene mucho poder y fuerza y aunque a veces cuesta trabajo reconocerlo en medio de la debilidad, Cristo nos tiende su mano para llevarnos a una vida nueva.
Perseverar en la vida de fe
Son muchos los cambios que hemos experimentado desde que comenzó la pandemia. El camino no ha sido fácil y eso ha dificultado también nuestra capacidad de perseverar en lo cotidiano. Mantenernos firmes en nuestra oración es una dificultad que arrastramos durante nuestra vida cristiana, porque el nivel de exigencia personal es elevado y debemos de estar muy atentos para no dejarnos llevar por el activismo y sacar tiempo para el encuentro con Dios. Siempre lo agradecemos cuando nos superamos y somos capaces de mantenernos constantes en nuestro camino espiritual. Atender constantemente nuestra alma sin desviarnos, manteniéndonos firmes en nuestra fe eso es perseverar. Y todos queremos perseverar en cada ámbito de nuestra vida. Otra cosa distinta es que lo logremos o que se den las circunstancias internas necesarias que nos permitan lograr nuestro propósito.
Estar cerca de Dios
Jesús ha venido para darnos vida y vida en abundancia (cf. Jn 10, 10). El Señor lo da todo y nos pide también todo para que disfrutemos de la verdadera felicidad al ser sus hijos y sentirnos como tales. Son muchas las ocasiones en las que sentimos el miedo al abandono en Dios, en muchos momentos de la vida, porque supone un salto de fe, ese paso vital que nos hace depender de Dios y no de nosotros mismos. Algo que nos cuesta mucho trabajo y que merma nuestra confianza en el Señor. Sabemos la teoría y experimentamos la dificultad de la práctica. Esto, casi sin darnos cuenta, en ocasiones nos sumerge en la mediocridad, porque nos quedamos en los mínimos y nuestra vida deja de tener el verdadero sentido de ser hijo de Dios, pues preferimos caminar en lo seguro y nacer nuestro el dicho que dice que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Esto con Dios no funciona. Dios le dijo a Abraham: «Yo soy Dios todopoderoso, camina en mi presencia y sé perfecto. Yo concertaré una alianza contigo: te haré crecer sin medida» (Gn 17, 1-2). La propuesta de Dios siempre merece la pena. Es exigente pero plena, porque da sentido a nuestra vida y nos permite avanzar en el camino de la perfección, que no es otro que el del abandono en su presencia para poder estar siempre con Él, sin apartarnos en ningún momento, y ser santos, hombres llenos de Dios.
En Domingo de Ramos
Domingo de Ramos, Domingo para cantar de júbilo porque reconocemos a Cristo como nuestro Rey, como Señor de nuestra vida, de nuestra historia. Hoy gritamos “¡Hosanna!” porque queremos decirle a Jesús que nos salve, que nos libere de tantas ataduras y situaciones de pecado en las que nos vemos inmersos, y de las cuales en ocasiones nos cuesta bastante trabajo salir. Constantemente necesitamos la ayuda de Dios, queremos reconocer que sin Él no somos nada y estamos abocados a la perdición. Hoy Domingo de Ramos queremos decir también: “Bendito el que viene en el nombre del Señor!” (Mc 11, 9), porque necesitamos, también, “bendecir” a Cristo, hablar bien de Él, por tantas gracias y regalos como nos concede, porque queremos compartir todo lo que hace por nosotros y cómo da sentido a nuestro caminar, a nuestra propia vida.
Es Viernes de Dolores
Es Viernes de Dolores, Viernes de Pasión. Nos adentramos en las puertas de la Semana Santa con el deseo de acompañar a Jesús en su Pasión, Muerte y Resurrección, pero sobre todo con que nos toque el corazón de una manera especial, transformando y cambiando nuestras vidas. Es el paso de Jesús y también puede ser tu paso, el salto definitivo del hombre viejo al nuevo, la llamada que Jesús te hace. ¿Eres fiel a Cristo? ¿Has dado pasos durante esta Cuaresma que te han acercado más a Dios? ¿Cómo vives tus actividades cotidianas? Es necesario dar pasos para no quedarse estancados, para que puedas decir que Cristo vive en ti, que eres reflejo de lo que vives y experimentas en tu oración personal con Él. Es Viernes de Dolores y es tu oportunidad. No la desaproveches porque el Señor Jesús, una vez más, está pasando delante de ti para invitarte a seguirle, a quitarte las máscaras, la ropa vieja que llevas… porque quiere renovarte, hacerse más presente y fuerte en tu vida y ayudarte a que tu conversión sea definitiva.
Avanzar sin retroceder
La esperanza es lo último que se pierde. En nuestro camino de conversión es lo que queremos pensar, que podemos llegar a cambiar nuestra vida para siempre con la ayuda del Señor, y no tener que volver a retroceder más. Avanzar para luego retroceder es perder energías y tiempo innecesariamente, pues vivimos para progresar y mejorar cada día, sin tener que estar todo el tiempo rectificando y empleando nuestros esfuerzos en demostrarnos que hemos cambiado y que nos vamos convirtiendo. La madurez que vamos alcanzando con nuestras experiencias de vida, nos deben servir para progresar y mejorar nuestra calidad de vida espiritual y personal, reforzando nuestras conductas y actitudes. Hemos de estar despiertos para llegar a ver con antelación las situaciones que se nos pueden presentar y que nos desbordan y destruyen lo construido con tanto esfuerzo y tesón.
Superar las tentaciones
Son muchas las tentaciones que tenemos, en manera de pensamientos, las que nos asaltan en el día a día. Se nos pasan cosas increíbles por la cabeza, que distan mucho de lo que somos. Sufrir una tentación y rechazarla no es pecado. Consentir y realizarla sí. Ten la fe y la fortaleza necesarias para que puedas mantenerte firme y ser fiel al Señor. Jesús se enfrentó al diablo que le ofreció de comer ante el hambre, poder y gloria si le adoraba y demostrar si era el Hijo de Dios lanzándose al vacío para que Dios mandase ángeles a recogerle (cf Lc 4, 1-3). Reconocer a Dios en nuestra vida y sobre todo su poder, a veces nos cuesta trabajo, porque nos resistimos a que Él nos guíe y nos muestre su voluntad. Es mucho mejor hacer lo que creemos y deseamos antes que someternos a la voluntad de Dios, que muchas veces dista de nuestra realidad y apetencias bastante. Es en la mente, en nuestro pensamiento donde comienzan a asaltarnos y donde más atentos tenemos que estar para no dejar que entren, y si lo hacen, saber rechazarlas.