¡Qué importante es tener un lugar habitual en el que pararnos! Para encontrarnos con Dios y con nosotros mismos; para enriquecer nuestro espíritu y sanar nuestra alma de los roces del día a día, provocados por nuestra débil condición humana. Este lugar ha de ser nuestro “santuario” particular, ese rincón de nuestro hogar en el que nos situamos para encontrarnos con Dios, parándonos de nuestro ritmo ajetreado de vida y tener esa experiencia transcendental del encuentro con Cristo, que nos serena y nos da lo que más necesitamos en cada momento. Cuida ese rincón de tu hogar con especial cariño, no lo trates como algo más que adorna tu casa. Necesitamos de lugares especiales al igual que necesitamos de personas especiales en nuestra vida. Las personas nos completan y nos hacen sentir amados y felices; los lugares también, porque son los que construyen nuestro entorno material, y es ahí donde más a gusto nos tenemos que sentir.
hogar
Conversaciones pendientes
Son muchas las ocasiones en las que nos callamos lo que pensamos y lo que sentimos; algunas veces para no herir a la otra persona y otras porque no nos atrevemos a expresar lo que verdaderamente sentimos, o bien porque sentimos vergüenza o bien porque pensamos que nuestros sentimientos no son tan importantes para los demás. La prudencia es muy buena y sana cuando lo que pretendemos es hacer el bien al otro, pero no es buena cuando callamos por respeto humano y damos por hecho que los demás saben lo que sentimos por ellos.