En ocasión de la «Fiesta de las Flores», celebración que tuvo lugar en la arquidiócesis de Milán el 9 de mayo, concretamente en el seminario arquidiocesano, el arzobispo Mario Delpini pronunció una homilía a modo de carta. Lo anterior debido a que quienes tenía delante era, sobre todo, el clero, los diáconos y los seminaristas. La homilía ha gozado de amplió eco por lo que supone de aliento en la vida de tantos sacerdotes que no ocupan las portadas de los periódicos y, sin embargo, están felices de ser sacerdotes al servicio del pueblo de Dios. Ofrecemos a continuación la traducción de esa «carta» deseando que llegue a tantos sacerdotes que quizá necesitaban leer un texto de este tipo en su vida y ministerio.
Iglesia
Conviértete y cree en el Evangelio
“Conviértete y cree en el Evangelio” o “Polvo eres y en polvo te convertirás”. Son las palabras que hoy, Miércoles de Ceniza, resonarán en cada uno de los que nos acerquemos a recibir la ceniza. Comienza la Cuaresma y queremos convertir nuestras vidas al Señor, purificarnos y ser mejores cada día. Necesitamos recordar: recordar cada día las oportunidades que el Señor nos brinda para ser felices y que no aprovechamos; recordar que el Señor me ha regalado unos dones para que los comparta y haga felices a los demás; recordar que tengo un Dios que se preocupa por mi y que me quiere cuidar entregándome a Cristo en la Eucaristía como alimento de vida; recordar que tengo que cuidar mi oración para alimentar mi fe y ser un auténtico creyente, discípulo de Jesús; recordar que tengo que convertir mi vida en un canto de alabanza por tantas cosas buenas que el Señor me permite vivir; recordar mi fragilidad y que solo no puedo, que vengo de la tierra y a ella volveré, aunque a veces me crea imprescindible y autosuficiente; recordar que Dios siempre me pone signos de su amor a mi alrededor para que siga avanzando en mi camino cristiano haciendo realidad el Evangelio.
Dios lo da a sus amigos mientras duermen
Hay veces que vivimos en la preocupación constante. Hasta nos adelantamos a los acontecimientos y nos llenamos de ansiedad y preocupación, viviendo angustiados pensando en lo que se nos viene encima, para luego ser conscientes al poco tiempo que el Señor es quien tiene el control de la vida. No queremos que nuestra vida esté siempre llena de preocupaciones ni inquietudes, sino que la queremos vivir llena de gozo, felicidad y tranquilidad. Pero esto no depende de nosotros muchas veces, porque no elegimos los momentos ni las circunstancias. Lo que sí elegimos es cómo vivirlo y afrontarlo. Dice el salmo 127: «Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas. Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, que comáis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!» (Sal 127, 1-2). Dios siempre quiere ayudarnos en nuestras necesidades, y si confiamos en su providencia desde luego que lo hará, porque incluso antes de que lo necesitemos sentiremos fuertemente su ayuda y amor. No se trata de controlar nuestro propio futuro, sino de ponerlo en sus manos para que nos llene de su presencia y así podamos sentirnos seguros y confiados, sensaciones fundamentales que necesitamos para mantener la calma y caminar en paz.
Responder desde la fe en tiempos de pandemia
Decía Santa Teresa de Jesús que la cabeza es la loca de la casa. Y es cierto que, en este tiempo de pandemia, después de quince días de confinamiento, donde hemos empezado a adaptarnos, quien más quien menos a este nuevo estilo de vida temporal, son muchas las cosas que se pasan por la cabeza, y, son muchas las inercias que empezamos a tomar al ir perdiendo la fuerza con la que empezamos los primeros días. Digo esto porque un matrimonio conocido me decía anoche cómo, si no estás atento, te relajas en la vida de oración y te sumerges en los nuevos hábitos adquiridos durante esta cuarentena provocada por el covid-19. Y al igual que nos podemos relajar espiritualmente, también corremos el peligro, de que la “loca de la casa”, nuestra cabeza, también comience a plantearse alguna que otra pregunta sobre Dios y el porqué de las cosas.
Si Dios lo sabe todo, ¿por qué no impide entonces el mal? (Youcat 51). Es una pregunta que ante la impotencia que podemos sentir en determinados momentos de nuestra vida (mucho más en estos que estamos viviendo en la actualidad) puede asaltarnos en nuestro interior e incluso martillearnos y hacernos dudar sobre el Señor.
La abstinencia cuaresmal
Primer viernes de Cuaresma. Una oportunidad inmejorable para darle un gran empujón a tu vivencia espiritual en este desierto cuaresmal. Día donde la Iglesia nos invita a la abstinencia de no comer carne. Es fácil pensar que no es sacrificio porque gracias a los medios que disponemos hoy en día, tenemos acceso a verdaderos manjares que no tienen nada que ver con la carne, y que hacen que podamos comer incluso mucho mejor que con carne. La abstinencia de comer carne tenía mucho más sentido si nos remontamos a épocas pasadas porque tenía un sentido de mortificación, pues abstenerse de comer carne en lugares donde difícilmente llegaban alimentos de calidad, suponía tener que comer durante el día verduras o pescado, generalmente de baja calidad. Por eso hoy en nuestros días la abstinencia de comer carne la debemos plantear como obediencia a la Iglesia y gesto de comunión con la doctrina de fe que nos transmite. Y mucho más en el tiempo de Cuaresma que es un tiempo propicio para la conversión.
Ama a la Iglesia sin juzgar ni criticar
Todos tenemos nuestras luces y nuestras sombras; sabemos de nuestras limitaciones, debilidades y pecados que nos hacen caer en la tentación o dejarnos llevar por multitudes de situaciones que no nos complican la vida y nos hacen vivir más placenteramente; también sabemos de nuestras luces y virtudes que nos permiten sacar lo mejor de nosotros mismos y dar nuestra mejor versión cuando nos lo proponemos, sobretodo cuando lo hacemos desde el amor verdadero. Así somos y así es como nos presentamos ante los demás. La vida no está exenta de dificultades en la convivencia, en el caminar diario con quien tenemos a nuestro lado. Cuanta mayor facilidad tengamos para aceptar a los otros, mucho mejor caminaremos y avanzaremos construyendo comunidad y buscando el bien del hermano, a pesar de que se equivoque o no actúe como nosotros esperamos. Gracias al perdón, a la misericordia y a la comprensión somos capaces de realizarlo.