Cuando estamos ilusionados por algo con lo que nos sentimos identificados y convencidos de que es nuestra opción de vida, ponemos todas nuestras energías y esperanzas en algo que hacemos. Si algo deseamos es estar siempre ilusionados como el primer día. Hay días que es más fácil y otros que resultan más complicados. Hay veces que el desgaste al que nos vemos sometidos durante nuestro día a día va minando nuestras expectativas, esperanzas y fuerzas. Muchos son los pensamientos y sentimientos que se pasan por nuestra mente y nuestro corazón. Somos lo que somos y eso no lo podemos cambiar nunca. Que las ilusiones en nuestra vida sean más grandes o pequeñas, duren más o menos en el tiempo, es normal. Muchas de ellas son limitadas en el tiempo y otras han de ser las que nos duren durante toda la vida, como por ejemplo vivir cada día entregados al Señor; desear estar siempre con Dios; amar al estilo de Jesús de Nazaret.
ilusión
Siempre con ilusión
La palabra ilusión tiene dos significados casi antagónicos según la RAE:
- Primero de “concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos”.
- Segundo de “esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo. Viva complacencia en una persona, una cosa, una tarea, etc.”.
Hay muchas veces donde escuchamos a la gente que nos rodea que “ha perdido la ilusión”, e incluso a nosotros mismos nos puede ocurrir el vernos sin ella. Y lo vemos todo negativo o hasta sin salida. Este no es el camino. La ilusión es el envoltorio de la felicidad, que está dentro y que nos lanza a la plenitud.
No caigamos en el tópico que dice que “de ilusión también se vive”, porque seríamos ilusos, dejando que nuestra felicidad no dependa de nuestra vida real sino de lo que esperamos o anhelamos.
Nuestra vida está llena de oportunidades, muchas veces disfrazada de obstáculos, y gracias a la capacidad que tenemos de soñar y de luchar por nuestros sueños, superamos las dificultades y llegamos a alcanzar nuestros propósitos.