¡Qué bello es ver la fe de las personas que te rodean! Cuánta confianza y cómo se ponen en las manos de Dios ante las situaciones que tienen que afrontar en su vida. Qué bonito es poder escucharlos decir cómo el Señor no defrauda y cómo lo sienten tan cercano y tan presente en su vida. Son expresiones hermosas de fe que anónimamente van posándose en el mundo y en la sociedad sin hacer mucho ruido, pero que van calando en un estilo de vida muy concreto, el cristiano, y en un amor a Dios que es incombustible y que plenifica a la persona. Encontrar el sentido a todo lo que nos acontece es una gracia que Dios nos concede y que nosotros tenemos que buscar y mantener. Cierto que la fe es un regalo que se nos ha dado, pero este regalo tenemos que enriquecerlo cada día con nuestra dedicación y aprovechando las armas que la Iglesia pone a nuestro alcance para que Dios siga siendo el centro insustituible de nuestra vida.