Hace más de veinte años visitaba un convento en Arenas de San Pedro (Ávila) en una convivencia con el Seminario en el que me encontraba. Durante esos días tuvimos la oportunidad de visitar y compartir un encuentro muy gozoso con las religiosas de clausura del Convento de las Carmelitas Descalzas. Nos encontramos con ellas una tarde y en el locutorio, después de un rato de charla distendida, una de ellas (no recuerdo cuál) nos dijo una frase que a mí se me quedó grabada a fuego en mi mente: “Si llegáis a ser sacerdotes, sedlo de verdad, no seáis sacerdotes a medias tintas”. Contando con las fragilidades y las miserias de la vida humana, y lo pecadores que somos, ni mucho menos me quiero poner ni como ejemplo, ni como modelo, pero esta frase siempre la tengo muy presente en mi vida y en todo lo que hago, siendo muy consciente de que el primer pecador soy yo y que aún me queda mucho por aprender y por hacer dentro de la Iglesia, pero he de confesar que aún esta frase sigue haciendo mella en mi vida y me toca cada el corazón cada vez que he de presidir una celebración religiosa.
jesucristo
Nacer de nuevo
En todo momento el Señor Jesús nos dice que estemos a su lado, no quiere que nos separemos de Él, porque desea protegernos de todo peligro y de toda acechanza del mal, que nos haga caer en la tentación. Igual que cada día dormimos para descansar y renovar nuestras fuerzas, también nuestro espíritu necesita de su descanso en el Señor para renovar también las esperanzas y la vida de amor y fe a la que estamos llamados a compartir. Si queremos profundizar en nuestra vida de fe, hemos de estar decididos a buscar en todo momento los caminos del Señor, esto implica romper con nuestros hábitos y costumbres, en los que nos hemos acomodado, y estar decididos a hacer realidad lo que Jesús le dijo a Nicodemo: «En verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios. El que no nazca del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios» (Jn 3, 3.5). Esta es la llamada que se nos para nacer a una nueva vida espiritual, en la que en la presencia de Dios nos renovamos y fortalecemos para seguir creciendo y profundizando en la fe. Qué importante es mostrarse a los demás con un corazón totalmente limpio para no tratar a los demás condicionados por las opiniones de nadie, y desde nuestra propia libertad ir caminando en la libertad de los hijos de Dios, sintiéndonos llenos y plenos del amor de Dios.
Hacia la verdad
La Palabra de Dios es clara y tajante, no da lugar a dudas. Aunque la queramos acomodar a nuestros intereses o a nuestra conciencia, es esa espada afilada que corta todo lo que se pone a su paso. Hay veces que la cerrazón humana no nos deja ver más allá. Tener la verdad delante de tus ojos y no querer acercarte a ella es pagar un precio demasiado alto por mantener la conciencia bien acomodada al plan de vida que uno se ha proyectado para sí. Pero hemos de tener claro que nuestra vida no es para nosotros, es para los demás, pues sin ellos no podemos obtener la felicidad. Buscar la felicidad para ti mismo es empobrecerla demasiado, yo diría que es prácticamente imposible, pues todos necesitamos personas a nuestro lado con quienes hablar, compartir…, sabedores que por muy autosuficientes que nos creamos, necesitamos de ellos directa o indirectamente. Así es la vida del ser humano, para sobrevivir de pequeño necesita de la protección y atención de sus mayores; siempre hay cosas que por mucho que queramos no podemos hacer solos, y esto sí que es un palo grande para nuestra autosuficiencia.
Deseemos algo más
Nos gusta saborear lo que hacemos, disfrutar nuestra vida y vivirla intensamente. De sobra sabemos que la vida solo se vive una vez, que hemos de aprovechar cada momento porque no se volverá a repetir, que los trenes pasan y no vuelven, porque el pasado no tiene marcha atrás; el pasado es parte de nuestra vida, de lo que somos, y no podemos vivir de él. Hemos de saborear el presente caminando hacia el futuro, siendo conscientes de lo que tenemos entre manos y a pesar de las oportunidades perdidas todavía nos quedan muchas y buenas experiencias por vivir y gozar. A veces las cosas no salen como pensamos, pero es cierto que a pesar de los fracasos siempre tenemos la oportunidad de levantarnos, de mejorar y avanzar. No podemos estar alimentándonos, día tras día, del pasado y de lo que en su momento hemos vivido.
Una gota de fe (mi experiencia en Medjugorje)
Bien sabemos que la vida es un camino lleno de buenos y malos momentos. Solemos decir que la vida es un peregrinaje, donde vamos avanzando hacia la meta, hacia nuestro encuentro con Dios. Queremos que nuestra vida esté llena de momentos de felicidad y de alegría, aunque también tenemos que contar con las dificultades que nos vienen, algunas nos las buscamos nosotros, otras nos vienen solas, sin pedirnos permiso por si nos vienen bien o no. Cada uno iniciamos nuestros caminos y nos vamos rodeando de las personas con las que queremos compartir nuestro camino. Buscamos ante todo la felicidad, la suya y la nuestra; constatamos que hay personas que con menos esfuerzo son más felices que otras; otras en cambio tienen que emplear más energías en conseguir tan ansiado regalo; también constatamos con inmensa tristeza la infelicidad que muchas personas, algunas cercanas a nosotros, viven porque en su camino las cosas les resultan más difíciles y no les salen como les gustaría.
Excusas para no rezar
Muchas son las justificaciones y excusas que solemos poner a los demás, a nosotros mismos y al Señor, para poder explicar nuestras actitudes. Muchas veces, por no decir siempre, quedan distantes de aquello que pensamos o hemos dicho. Hay veces que acudimos a ellas de una manera habitual y natural, procurando quedar bien para que así nuestra imagen no se vea dañada o para que los demás no se enfaden, aunque eso suponga tener que faltar a la verdad o no ser nosotros mismos. Otras somos esclavos de nuestras propias palabras, especialmente cuando no las medimos bien, o las decimos de una manera superficial para no quedar mal ante nadie, quedamos comprometidos y también en evidencia en multitud de ocasiones.
“¡Párate y escucha mi voz!”
No le pongas prisas a tu vida. Demasiadas cosas las que llevamos hacia delante cada día, como si nos faltara tiempo, que no disfrutamos y saboreamos todo lo que realizamos. Necesitamos pararnos, saborear todo lo que hacemos, incluso me atrevería a decir que, organizarnos mucho mejor nuestro tiempo y nuestra vida. Muchas veces dejamos de lado nuestro plan de vida, que nos aporta una mayor capacidad de saborear la felicidad y sentirnos realizados en todo lo que hacemos; pues vivimos con intensidad cada momento, desde la presencia de Dios, ofreciéndole todo aquello que realizamos y dejando en sus manos nuestras acciones para que Él se encargue de que vayan saliendo, sirviendo a los demás y de que nos sintamos realizados con todo lo que hacemos.
«Comienzan los relojes a maquinar sus prisas;
y miramos el mundo. Comienza un nuevo día.
Comienzan las preguntas, la intensidad, la vida;
se cruzan los horarios. Qué red, qué algarabía.
Mas tú, Señor, ahora eres calma infinita.
Todo el tiempo está en ti como en una gavilla.
Rezamos, te alabamos, porque existes, avisas;
porque anoche en el aire tus astros se movían.
Y ahora toda la luz se posó en nuestra orilla. Amén».
(Himno de Laudes, jueves primera semana del Salterio)
Mi experiencia de Lourdes
Desde que estoy yendo de confesor al Santuario de Lourdes he podido comprobar de primera mano que es un trocito de cielo en medio de nuestro mundo. Allí se siente algo especial, indescriptible, donde te quedas sin palabras, conmovido por lo que tus ojos contemplan, la sencillez de una gruta, la belleza de la Virgen María, la devoción y la fe de tantos enfermos y peregrinos que acuden a los pies de nuestra Señora para poner sus vidas en sus manos. En la gruta de Massabielle quiso aparecerse la Virgen a una humilde pastora. Le transmitió un mensaje claro: “Penitencia, penitencia, penitencia. Yo soy la Inmaculada Concepción. Di a los sacerdotes que construyan una capilla aquí y que vengan en procesión”. Así se ha convertido en un lugar de peregrinación, donde nadie queda indiferente y sobre todo donde el Señor toca el corazón.
Perseverando contra corriente
Vivimos en un momento de la historia donde sentimos la crisis profunda de valores en la está sumergida nuestro mundo. Somos conscientes de que hemos de cambiar la sociedad en la que vivimos porque vemos que hace aguas por multitud de puntos, que van minando poco a poco nuestro deseo de lucha y de compromiso para transformarla. Tenemos una idea general de sociedad y de mundo que por lo grande que es y todo lo que abarca, comparado con nuestra pequeñez e insignificancia, somos conscientes de que podemos hacer más bien poco. Todos somos parte activa del cambio, y siempre hemos escuchado decir que “un grano no hace granero, pero ayuda a su compañero”. Que esto te ayude para tomar conciencia de lo importante que es ese granito de arena que tienes en tus manos y que puede ayudar a colaborar y transformar el mundo en el que vives, sabiendo que Dios también confía en ti y en tus capacidades para que tomes la iniciativa y sigas con ese proyecto de hacer realidad el Reino de Dios allá donde te encuentres.
Comprometidos para el Señor
Solemos escuchar muchas veces a personas decir que no hay que complicarse la vida por lo demás, porque muchas veces se aprovechan de uno y luego ni siquiera muestran el más mínimo agradecimiento cuando uno hace algo por ello. Bien es cierto que siempre necesitamos de personas que tomen la iniciativa ante determinadas acciones que queremos emprender, pues son los primeros que se comprometen y comienzan a tirar del carro iniciando la nueva aventura y dando su tiempo y su esfuerzo para que salga bien el proyecto. Algunas veces solemos pecar de exceso de prudencia y nos volvemos demasiado precavidos para no arriesgar, esperando que el tiempo y el inicio de la nueva experiencia nos digan si va salir bien o no.