Hace años me emocionaba en el Santuario de Nuestra Señora de Lourdes al ver a un matrimonio anciano rezar el rosario delante de la gruta de la Virgen. Ella estaba en silla de ruedas, y el sentado en el banco, detrás de ella. Rezaban susurrándose al oído los misterios del Santo Rosario. Ahí, en ese momento, di gracias a María por el testimonio de fe que me estaban dando.
Me alegra mucho ver la calle a matrimonios mayores, y cuando digo mayores, de más de sesenta y cinco años, caminando juntos cogidos de la mano. Todavía los hay, y me parece una escena preciosa, pues es el reflejo de un amor madurado y curtido por la experiencia de la vida; no exento de dificultades y superados por el amor cuidado y cultivado con el paso del tiempo.