Son muchas las ocasiones en las que afloran nuestras propias limitaciones y debilidades e incurrimos en errores a lo largo de nuestra vida. Estos provocan que tengamos que enfrentarnos con situaciones dolorosas, caídas que nos frustran y sufrimientos que en ocasiones nos condenan a no intentarlo más, bajar los brazos, perder el espíritu y dejar de luchar. Se debe a que el dolor que nos generan algunas caídas es tan profundo que nuestra mente rechaza súbitamente el reintentar superar la prueba que tanto fracaso nos induce. Quizás en este momento te puedes sentir desanimado, sin fuerzas para seguir, pensando en tirarlo todo por la borda; incluso puede que estas situaciones tan repetitivas te cansen tanto que estés harto de pasar por lo mismo tantas veces que estás decidido a cortar de una vez por todas, porque te encuentras sin fuerzas y piensan, creyéndote en toda la razón, de que no lo vas a volver a intentar y que ya no vas a pasar de nuevo por estas situaciones que te dañan y hacen que caigas y vuelvas otra vez a sufrir.
limitaciones
Ser perfectos desde la imperfección
«Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra» (Jn 8, 7), fueron las palabras que dijo Jesús a los que acusaban a la mujer adúltera. Ellos se habían erigido en jueces de los demás, cuando también eran pecadores e imperfectos. Está claro que todos somos humanos, imperfectos, y nos equivocamos. No estamos libres de pecado. Seguro que en más de alguna ocasión hemos hecho algo que no deberíamos hacer, hemos dicho algo de lo que nos hemos arrepentido o hemos perdido los nervios de una manera desmedida porque nos hemos visto desbordados en alguna que otra situación. Por desgracia, hay veces que nos comparamos con los demás y nos llegamos a creer mejores que ellos.