Cuántas veces hemos etiquetado a una persona por la primera impresión que nos hemos llevado de ella. Cuántas veces hemos hablado de esa persona juzgando por esa primera toma de contacto que hemos tenido. Sabemos que sobra que los prejuicios no son buenos, porque condicionan nuestra manera de relacionarnos. Por eso es bueno tener una mirada limpia y pura, cuanto más mejor. En este ámbito sí que tenemos que ser generosos a la hora de mirar bien a los demás para que todo lo que salga de nuestro interior sea bueno y constructivo. Dejarse llevar es lo más fácil. Entrar en una dinámica destructiva significa abrir un gran canal de acción al mal en nuestra vida, entre otras cosas porque sin darnos cuenta estamos dejando que nuestro corazón se endurezca por los malos sentimientos hacia los otros que cada vez nos hacen más injustos en nuestra manera de mirar y por supuesto de tratar.
mirada de jesús
La mirada de Jesús
Las llamadas del Señor Jesús están llenas de fuerza. Con una sola palabra conmueve el corazón de quien es llamado y es capaz de dejarlo todo para seguirlo. Así le ocurrió al apóstol Mateo, estando sentado en su mesa de recaudador de impuestos, el Señor Jesús que pasaba lo vio, se acercó y le dijo: «Sígueme. Él se levantó y lo siguió» (Mt 9, 9).¿Cómo sería la mirada de Jesús? Una mirada llena de amor y de ternura que tuvo que conmover sobremanera su corazón. Tanto que dejó su trabajo, bien remunerado y que le favorecía económicamente, aunque a un precio demasiado costoso, porque se había ganado la enemistad de sus conciudadanos, al recaudar para los romanos; por eso le consideraban publicano y pecador, y era despreciado por los demás. Para Jesús no pasó desapercibido, desde la paz y delicadeza de su trato exquisito se fijó en Mateo y lo llamó para seguirle, para ofrecerle una vida nueva. Y es que Dios siempre nos da primero; nos da todo lo que posee para que nos levantemos de nuestra situación personal de pecado e inmovilismo y podamos descubrir lo que verdaderamente da sentido a la vida: el seguimiento de Cristo. Por esto, es necesario hacer un momento de silencio y poder tomar conciencia de cada uno de los momentos de nuestra vida en los que Dios se ha parado a nuestro lado, para regalarnos su infinita misericordia.