Todos tenemos nuestras luces y nuestras sombras; sabemos de nuestras limitaciones, debilidades y pecados que nos hacen caer en la tentación o dejarnos llevar por multitudes de situaciones que no nos complican la vida y nos hacen vivir más placenteramente; también sabemos de nuestras luces y virtudes que nos permiten sacar lo mejor de nosotros mismos y dar nuestra mejor versión cuando nos lo proponemos, sobretodo cuando lo hacemos desde el amor verdadero. Así somos y así es como nos presentamos ante los demás. La vida no está exenta de dificultades en la convivencia, en el caminar diario con quien tenemos a nuestro lado. Cuanta mayor facilidad tengamos para aceptar a los otros, mucho mejor caminaremos y avanzaremos construyendo comunidad y buscando el bien del hermano, a pesar de que se equivoque o no actúe como nosotros esperamos. Gracias al perdón, a la misericordia y a la comprensión somos capaces de realizarlo.
misericordia
Saber pedir perdón
Todos necesitamos el perdón en nuestra vida; perdonar y ser perdonados. Nos hace mucho bien porque nos libera y nos permite hacer más grande nuestro corazón. Hay veces que nos cuesta demasiado trabajo pedir perdón a las personas que hemos ofendido. El orgullo nos hace un flaco favor, porque nos endurece y crea distancias aparentemente insalvables con los demás. No te dejes llevar por él, pues a la larga te hace bastante daño y no te deja vivir desde el espíritu de la humildad y sencillez que te pide Jesús en el Evangelio. Si de verdad quieres llegar a amar de verdad, sé capaz de perdonar.
Perdona para ser feliz
“La ira es el veneno del alma. Si quieres se feliz un día véngate, si quieres ser feliz para siempre, perdona” (Irene Villa). Una frase que tiene mucha fuerza y sentido viniendo de una persona víctima del terrorismo, que ha sabido llenarse de perdón para poder afrontar su día a día. Ella es una luz que brilla de manera muy especial en medio de nuestro mundo. Es una de las heroínas de nuestro mundo porque es capaz de hablar desde el perdón, habiéndose visto injustamente mutilada por terroristas que le cambiaron la vida de forma radical.
Sin resentimientos
Seguro que a lo largo de tu vida has sufrido desencuentros con personas y te has llevado desengaños importantes, que te han hecho sufrir y han ido forjando una coraza en tu interior. Es importante quitarse la coraza para amar de verdad y de corazón a los que te rodean, aunque por propio instinto de supervivencia y para no sufrir, nos ponemos la coraza para evitar recibir más daño. La capacidad de perdonar y de olvidar nos ayuda a eliminar todo tipo de resentimiento que puedas tener en tu interior, para que así tu vida de fe y tu relación con el Señor no se vea resentida. Nos dice el apóstol san Juan: «Si alguno dice: “Amo a Dios”, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve»(1 Jn 4, 20). Hemos de tener una correspondencia entre lo que creemos, decimos y vivimos. Este triángulo debe de tener una simbiosis perfecta para que nuestra vida sea coherente y vivamos verdaderamente en paz con Dios, sin ningún tipo de resentimiento en nuestro interior.
La verdad aunque duela
Hay veces que con tal que no nos pillen en un renuncio o no quedemos mal ante los demás, si es necesario contamos alguna que otra mentirijilla que nos saca del apuro y que nos hace quedar bien ante ellos. A todos nos gusta que piensen bien de nosotros y tengan buen concepto. Hoy en día, son muchas las marcas que hacen sus encuestas de valoración y satisfacción de la clientela y procuran que bajo ningún concepto en internet tengan una mala opinión y valoración sobre el servicio que han prestado. Siempre que quieras y te lo propongas tienes la oportunidad de cambiar esta inercia de la que cuesta trabajo salir y superar. Formar parte de la verdad te supone ser auténtico, no esquivarla, ser más exigente contigo mismo en todos los ámbitos y facetas de tu vida, no engañarte en ningún momento y ser sincero y honesto sin buscarte justificaciones personales. Formar parte de la verdad supone una coherencia importante en tu vida personal que te ayude a implicarte cada día más en caminar contracorriente y no dejarte llevar por las banalidades que nos rodean.
Sobre los malos pensamientos
Hay veces que se nos pasan malos pensamientos por nuestra mente. Son esos pensamientos fugaces que en ocasiones son difíciles de controlar y que turban nuestra paz por momentos. Sabemos el esfuerzo que nos supone tener la mente limpia y pura, sin contaminar, por ninguna falta ni remordimiento. Todos deseamos esa paz pura y verdadera que queremos tener en nuestro corazón. Para ello es importante saber dominar nuestra mente y controlar su forma de interpretar automáticamente todo lo que pasa por ella. En el evangelio tenemos casos concretos donde Jesús escruta el pensamiento de los fariseos cuando en su interior le juzgan a él mismo y a los demás (cf Mt 12, 25), porque perdona los pecados, expulsa demonio o acoge a los pecadores. No hace falta verbalizar lo que pensamos para tener estos pensamientos de juicio o de malos deseos hacia los demás. Salgamos con la ayuda de la fe de esta dinámica. Dejémonos ayudar por Jesucristo que quiere estar siempre presente en nuestra vida y que permanezcamos unidos a Él.
Somos pecadores y Dios nos ayuda
Somos conscientes de nuestras imperfecciones, de las limitaciones propias de nuestra condición humana, que tienen su origen el nuestros primeros padres, Adán y Eva (cf Gn 3), cuando tentados por la serpiente cometieron el pecado original: quisieron ser como Dios, aspirando a conocer y saber lo mismo que Él. Bien sabemos que esto es imposible, que por mucho que queramos los hombres nunca podremos ser igual que Dios, porque Dios es Infinito y nosotros limitados; Él es Eterno y nosotros mortales; Dios es Todopoderoso y nosotros pecadores. Somos conscientes de nuestra debilidad ante el pecado, y constantemente somos tentados e incitados a pecar. La tentación no es pecado, el mismo Jesús fue tres veces tentado por el demonio en el desierto (cf Mt 4, 1-11) y las rechazó. El pecado se comete cuando consentimos la tentación, caemos en ella y entonces pecamos.
Entender a Dios
Hay veces que no entendemos por qué Dios nos manda las cosas y qué es lo que nos está pidiendo y diciendo. Nos cuesta trabajo atender a lo que Dios nos dice, porque los planes de Dios muchas veces no se corresponden con los nuestros, o no se adaptan a nuestras necesidades. A veces da la sensación que Dios se tiene que acomodar a nuestros propios planes, para que así seamos felices, como a nosotros nos conviene y queremos. Si algo tengo claro es que Dios bien sabe lo que se hace y nunca actúa en perjuicio de ninguno, más bien todo lo contrario, siempre quiere lo mejor para cada uno de sus hijos, y esos hijos somos cada uno. Deja que el Señor entre en tu corazón y no te dejes llevar por la impaciencia, el enfado, la desesperanza, el desencanto…, porque Dios todo lo que hace es bueno. Que estas contrariedades de tu vida, sirvan para que te acerques más al Señor, para que reces más, te confieses más, comulgues más a menudo.
No juzgar
Humildemente creo que son muchos los pensamientos, juicios, críticas… que se nos pasan por la cabeza a lo largo del día sobre las conductas y hechos de los demás. Algunos nos los guardamos para nosotros, otros los comentamos con los demás, y en ocasiones con estos comentarios, nos recreamos en la crítica y en juzgar a los demás.
Con la velocidad que fluye la información las noticias vuelan y somos capaces de enterarnos en el momento de lo que está ocurriendo o de lo que se está comentando. Y cuando juzgamos y criticamos a una persona en un círculo de confianza, cuando nos encontramos con ella o está en el mismo lugar que nosotros, ya no la miramos igual, porque todo lo hablado nos condiciona ya.