Es difícil caminar contracorriente. A veces da la sensación que te encuentras solo en medio del desierto, desamparado y luchando con tus solas fuerzas contra los elementos que te rodean. Quienes te rodean pasan delante de ti, te miran y siguen su camino, sumergidos en su vida sin tender una mano ni mirarte a los ojos para percibir en tu mirada la ayuda deseada y que no llega. Hay proyectos, como el Evangelio, que lleva caminando más de dos mil años. Siempre ha llegado a todos los estratos de nuestro mundo, de la sociedad y se ha hecho presente en medio de todos los ambientes. Jesús lo dice en el Evangelio: «Muchos son los llamados y pocos los escogidos» (Mt 22, 14). Siempre han sido unos pocos, una minoría, los que han dado ese paso al frente, para seguir haciendo realidad el proyecto del Reino de Dios, que quiere llegar a todos los rincones del mundo. En muchas ocasiones se han encontrado con la incomprensión de quienes le rodeaban, incluso por la persecución, ya no solo porque se pueden convertir en amenaza al transformar la vida de las personas, sino que también son denuncia ante la falta de compromiso de otros y el inmovilismo en el que nos podemos llegar a situar, fruto del acomodamiento en el que nos encontramos.