Muchas son las prisas y las carreras que nos damos cada día para poder llegar a todo lo que tenemos que hacer. Sentimos que la vida, las responsabilidades, los trabajos nos aprietan demasiado y no nos queda tiempo ni para respirar, ni para hablar de todas las cosas que tenemos que realizar. Hay veces que las personas nos volvemos demasiado egoístas y solamente pensamos en lo nuestro y en quedar bien con los demás para luego hacer lo que nos parece según nuestros intereses. No podemos actuar así porque nos hacemos un flaco favor.
oración
Entre la espada y la pared
Muchas son las ocasiones en las que nos encontramos entre la espada y la pared. Incluso llega a parecer que no vemos ninguna salida por ningún lado vayamos por donde vayamos. La vida nos va poniendo pruebas en el camino que de alguna manera miden nuestra fe y la confianza que tenemos en Dios. Siempre en los momentos de dificultad y de incertidumbre tenemos la duda que nos martiriza y que hace que vayamos desconfiando de todo.
Si hay una manera de que nuestra fe crezca es con las dificultades, con esos momentos que no deseamos y que humanamente queremos que pasen rápidos, porque nos vemos en esa encrucijada de tener que elegir entre fiarnos de Dios y mantenernos firmes en nuestra postura o abandonarlo y dejarnos llevar por nuestros sentimientos y esquemas.
Tiempo para el Señor
Todos valoramos mucho nuestro tiempo y no nos gusta perderlo. Son muchas las actividades que diariamente hacemos y que vienen marcadas por el trabajo, las distintas responsabilidades familiares que tenemos, nuestras amistades, el ocio. Intentamos organizarnos lo mejor posible para que nos dé tiempo acudir a todo, aunque eso suponga tener que llevar un ritmo de vida bastante acelerado. Nos cuesta trabajo pararnos a contemplar lo que hay a nuestro alrededor. Hay muchos días que nos faltan horas y hay veces nos quedamos con la sensación de que no llegamos porque tenemos muchos frentes abiertos y no llegamos a todo lo que nos gustaría. Los días van pasando y hay ocasiones en las que decimos que la vida pasa demasiado deprisa, vamos pasando los días y hay veces que nos queda el sentimiento de que no avanzamos ni progresamos lo que desearíamos. Y es verdad que todo es cuestión de tiempo.
¡Déjate sorprender!
Qué cara se nos queda cuando recibimos un regalo o una sorpresa que no esperamos. ¡Cuánto nos alegramos y disfrutamos el momento! Muchas son las sensaciones que experimentamos y que hacen que vivamos con intensidad y emoción ese instante. ¡Cuánto nos gusta sentirnos queridos y amados! Lo necesitamos constantemente y buscamos siempre gestos y palabras que así nos lo hagan sentir. Ilusionarnos y alegrarnos es fundamental en nuestra vida, pues nos permite afrontar con fuerza el día a día.
Ante la angustia, Dios
¡Cuántas veces nos angustiamos e impacientamos porque las cosas no llegan cuando queremos! Son muchos los momentos en las que a lo largo de nuestra vida nos sentimos así, porque deseamos que ocurra lo que mejor nos conviene. El no tener la información suficiente nos hace desear más todavía, la mente vuela a pasos agigantados junto con la imaginación y nos ponemos nerviosos, empezamos a imaginarnos cosas que no son, los nervios aumentan más todavía y perdemos la paz.
No estás solo
Estamos en un mundo donde el individualismo está superando niveles que roza lo increíble. Basta con pulsar una tecla para estar conectado a un montón de personas que ni siquiera conoces, pero que a la vez piensas que son algo tuyo. Cada vez nos relacionamos menos y con menos intensidad, porque siempre hay un mensaje que contestar o un nervio que te entra por el cuerpo cuando te llega alguna notificación al móvil y estás deseando poder ver quién se pone en contacto contigo. Hay veces en las que estamos más pendientes de la pantalla del teléfono o del ordenador, de un comentario o de una foto que de los demás.
Sobre la envidia
La palabra envidia viene del latín “in-videa”, que significa “el que mira mal”. Y es que hay veces que miramos mal a las personas deseando algo que ellos pueden tener y nosotros no. Hay veces que la felicidad del otro puede llegar a molestarte e incluso a hacerte sufrir, y esto se vuelve contra nosotros. Santo Tomás de Aquino lo refiere como “el dolor del bien ajeno”. Tendemos a generalizar y solemos decir que el mundo en el que vivimos está lleno de envidia, pero por norma nunca miramos dentro de nosotros, sino que es mejor mirar los defectos y debilidades de los demás.
En camino
Son muchos los propósitos que a lo largo de nuestra vida nos hacemos. Algunos los logramos y otros no. Todos sabemos que de buenas intenciones no podemos vivir porque necesitamos de las obras que avalen nuestra vida. Tenemos que tener paciencia con nosotros mismos para aprender a tener paciencia con los demás.
Eres mi música Señor
Necesitamos una melodía serena en nuestras vidas que nos ayude a degustar cada una de las notas que la componen. Para que la melodía sea bella necesita de la armonía que da la perfecta compenetración entre sus compases y silencios. Así se hace hermosa a los oídos y la podemos disfrutar y saborear. En muchas ocasiones los compases de nuestras vidas no tienen tiempo para los silencios, van tan rápido, por la velocidad con la que vivimos, que ya nuestra música particular no suena igual.
Aceptar el sufrimiento
A lo largo de nuestra vida son muchas las situaciones en las que nos vemos desbordados y superados por lo que nos ocurre o tenemos que vivir. Hay veces que no estamos preparados para afrontar momentos que nos llevan al límite de nuestro sufrimiento y que hace que toda nuestra vida se tambalee. Perdemos la ilusión y tomamos conciencia de que las cosas son más difíciles de lo que nos gustaría. Los pensamientos se nos disparan y no somos capaces de llegar a controlarlos. Parece como si nos fuésemos a volver locos, porque por más que repasamos lo ocurrido no encontramos explicación lógica.
Entonces poco a poco va surgiendo en nuestro interior ese sentimiento de impotencia, que nos va dando más amargura aún si cabe, y que nos va sumergiendo en una frustración cada vez más grande y más difícil de controlar. Y comienza ese sufrimiento, ese dolor que hace que hasta respirar nos cueste trabajo, y ya ni te cuento lo imposible que resulta despejar la mente, reflexionar con claridad. Y nos venimos abajo, llegamos a hundirnos en nuestro problema y se llega a convertir en monotema de nuestra razón, de nuestros pensamientos.