¡Qué importante es para nuestra vida interior ser ordenados y perseverantes! El orden nos ayuda a mantener el equilibrio personal que nos hace ser mucho más diligentes y auténticos en nuestro día a día. Habituados a crearnos hábitos de conducta en nuestra vida de fe tenemos que ser más ordenados y perseverantes para que nuestra relación con el Señor sea cada vez más fluida. Todo es cuestión de práctica, y es así como en la oración empezamos a descubrir su importancia. Al principio a todos nos cuesta ponernos, sacar un momento del día, procurando que sea siempre a la misma hora y en el mismo lugar para establecer así una rutina, un hábito. Cuando comenzamos poniéndonos en la presencia del Señor seguramente la mente se nos vaya a otro lugar; nos cuesta trabajo concentrarnos; parece que Dios no nos habla ni escucha; no sabemos qué hacer ni como rezar porque andamos como perdidos.