Hay veces que cuesta trabajo ser paciente y sobre todo demostrarlo. En muchas ocasiones la perdemos y nos llenamos de ira porque tenemos desencuentros o situaciones que ni nos gustan ni ayudan y hacen que “saltemos por los aires”. Humanamente puede tener su justificación, especialmente cuando estamos al límite, aunque como creyentes tenemos que confiar en Dios y en sus tiempos.
paciencia
Combatiendo el desánimo en la carrera de la fe
Dejarse llevar por el desánimo es perder la esperanza. En el Evangelio le ocurrió a los discípulos después de la crucifixión de Jesús. Salieron a pescar (cf Jn 21, 1-14) y después de toda la noche faenando volvieron a tierra con las redes vacías. Sus esperanzas se habían visto truncadas al ver a Jesús muerto en la cruz. Pedro había dicho que Jesús «era el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo» (Mt 16, 16). Pero la muerte de Jesús les había nublado el entendimiento y la decepción había inundado sus corazones. La consecuencia: las redes vacías y lo que es peor, sus corazones también.
Los tiempos de Dios son perfectos
Los tiempos de Dios son perfectos, aunque es cierto que a veces nos cuesta trabajo comprender, aceptar y afrontar lo que nos va poniendo en el camino y que tanta dificultad nos provoca y supone. Aceptar lo que nos pasa lleva su tiempo y cuesta su trabajo. Confiar en Dios es lo que tenemos que poner en práctica los creyentes, aunque hay veces que nos resistimos por la revolución interior tan importante que tenemos. Todo lleva su proceso y cómo no, su tiempo.
Mi amistad con Dios
Dios es el amigo fiel, el que nunca falla. Tener una amistad con Él es lo más fácil porque frente a nosotros tenemos al que nunca se cansa, paciente, servicial, siempre te perdona y disculpa, te dice la verdad y respeta tus momentos y tiempos. Es el amigo perfecto con el que se puede contar, porque siempre está ahí dispuesto a ayudarte en cualquier situación. No le importan las horas, nunca está ocupado, sino que está esperando que le busques, llames a su puerta, entres en su casa, te sientes a su lado y le cuentes todo aquello que lleva tu corazón. Dios siempre cuida la amistad. Basta con echar una mirada al libro del Génesis para comprobar que, a pesar de la traición, Dios siempre se muestra cercano. Le ocurrió a Adán y Eva cuando comieron del fruto prohibido y al mirarse entre ellos se vieron totalmente desnudos. «Cuando oyeron la voz del Señor Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, Adán y su mujer se escondieron de la vista del Señor Dios entre los árboles del jardín» (Gn 3, 8). A pesar de la traición, Dios nunca dejó de ayudarlos; así lo reconoce Eva cuando concibe a Caín y dice: «He adquirido un hombre con la ayuda del Señor» (Gn 4, 1), porque siempre está pendiente de los hombres y por supuesto de ti y de mi.
Esperar con paciencia
Esperar con paciencia es todo un reto, un gran logro el que cada uno conseguimos cada vez que lo realizamos. Porque es muy fácil desesperar en los momentos de dificultad o cuando nos vemos acorralados por situaciones y vivencias difíciles. Nuestras actitudes son las que van marcando nuestro estado de espera o de desesperación, y sobre todo lo que fluye en nuestro interior, donde nosotros decidimos lo que queremos compartir o reservarnos para nuestra intimidad personal. Para lograr esperar que acontezca lo que necesitamos y así recuperar nuestra paz y calma interior, es fundamental la paciencia. Sin ella estamos perdidos, porque además es un fiel reflejo de nuestra confianza en el Señor. Están íntimamente unidas y relacionadas porque la una depende de la otra y viceversa; caminan de la mano, porque quien confía es capaz de ser paciente y dar su tiempo, y quien desconfía rápidamente va a buscar a otro lugar lo que necesita esperando encontrarlo con prontitud.
Saber esperar con paciencia
¡Qué trabajo cuesta muchas veces ser paciente! Que las cosas pasen cuando las necesito y cuando me urgen, es lo que deseamos todos prácticamente cuando nos encontramos en un momento de dificultad. Queremos pronto la solución y a veces no llega, se retrasa más de lo que nos gustaría. Y al acudir a Dios parece que también se hace de rogar, tarda demasiado tiempo en responder y la espera se hace demasiado angustiosa, tanto que incluso en ocasiones se convierte en sufrimiento. Una de las virtudes que Dios quiere que tengamos es la paciencia, y esta es la que nos ayuda a seguir manteniendo la fe en el Señor que ha de responder. La paciencia nos lleva a saber esperar, a no precipitarnos ni desesperarnos; a mantener la calma, aunque las cosas no pinten bien y todo bajo nuestros pies se esté desmoronando a una velocidad vertiginosa. Es con la paciencia con la que obtendremos respuesta a nuestros ruegos; esa respuesta que llega en el momento en que Dios lo que decide y planea. ¿Por qué se hace tanto de rogar? Porque los planes de Dios no son los nuestros y nuestra manera de pensar no es la de Dios. Dios no actúa por intereses ni por la inmediatez de nuestra situación personal. Dios es paciente y es necesario que tengamos nuestro espíritu preparado para que su acción sea efectiva en nuestra vida.
Mi termómetro de la confianza en Dios
En toda relación es condición indispensable la confianza para que funcione, avance por el buen camino y nos haga sentir seguros, de que la relación funciona y merece la pena. Somos conscientes de que una relación no tiene futuro si existe la desconfianza, porque hay situaciones que se dan dentro de la relación que requieren fe. Con el Señor nos ocurre lo mismo, tenemos que fomentar nuestra confianza en Él, para que cuando nos vengan los momentos de dificultad o cuando la vida no nos marche como a nosotros nos gustaría, no entremos en conflicto con Dios y nuestra fe no se debilite. La confianza está relacionada con lo que esperamos que suceda en el futuro, y las pruebas que vamos teniendo nos ayudan a reflexionar si lo que viene es bueno o no, si nos provoca incertidumbre o nos genera dudas sobre la influencia de Dios en nuestra vida. En momentos así es cuando más debemos confiar y esperar en el Señor.
El don de la paciencia
Es un regalo tener a tu lado personas pacientes, capaces de no perturbarse ante las dificultades ni dejar que los nervios hagan mella en su manera de actuar. La ansiedad no puede con ellos y demuestran una capacidad importante de no dejarse dominar por las circunstancias sin perder la calma ni alterarse. Estas personas, en sus compromisos adquiridos, son trabajadoras como hormiguitas; parecen incombustibles y además muestran una capacidad de entrega importante, sobre todo cuando actúan movidos por el amor a Dios y a los hermanos.
Caminando con dolor – Camino de Santiago (VI)
Amaneció en Portomarín en una etapa con miedos e incertidumbres, pensando si sería capaz o no de aguantar. Un fuerte dolor en los cuádriceps, especialmente en la pierna derecha, me hacía dudar de mi capacidad de resistir toda la etapa. Al principio pensaba que con calentar la comenzar a andar, se me quitaría el dolor; de hecho nada más salir de Portomarín y subir la primera cuesta (larga, por cierto), las sensaciones eran buenas y eso me ha tranquilizado. Al llegar al camino llano y las primeras bajadas el dolor se ha ido haciendo más agudo, y el miedo al abandono se ha hecho más grande. He bajado el ritmo, pensando en no forzar demasiado y en llegar cuanto antes a Palas de Reí. Así he caminado los veinticinco kilómetros.
Entrega sincera
Bien sabemos de las energías que empleamos en cosas que no nos aportan grandes beneficios. ¿Cuántas veces perdemos el tiempo y oportunidades para madurar y aprender? Solemos abandonarnos y dejar que los momentos vayan pasando, no cambiando la actitud ni la inercia que llevamos en nuestra vida. Sabemos que debemos escoger y empezar a dar los primeros pasos y a veces nos cuesta. Hemos de enfrentarnos a la resistencia que ejercemos movidos por la pereza, el abandono o la falta de motivación, empeorando cada vez más nuestra vida espiritual y perdiendo la paz y la serenidad que habitaba en nuestro corazón. Las prisas no son buenas y el estrés menos todavía, porque nos impiden disfrutar lo que hacemos, y nos enfrentamos a los problemas más bien desde el miedo y el pánico, que desde la calma que nos da la vida de fe y el estar con Dios. Nos dice el apóstol Santiago: «Considerad, hermanos míos, un gran gozo cuando os veáis rodeados de toda clase de pruebas, sabiendo que la autenticidad de vuestra fe produce paciencia. Pero que la paciencia lleve consigo una obra perfecta, para que seáis perfectos e íntegros, sin ninguna deficiencia» (Sant 1, 2-4). Ante la tensión tenemos que responder con gozo, porque es Dios quien controla lo que nos ocurre y nos da la capacidad de poder salir adelante. Los problemas siempre son oportunidades para madurar y aprender; hemos de avanzar y crecer en nuestro camino espiritual, para encontrarnos con el Señor y vivir nuestra vida cristiana de una manera mucho más apasionada y auténtica.