Durante la Última Cena, Jesús repite bastantes veces una frase: «Permaneced en mí» (Jn 15, 4), invitando a los discípulos a que no se separen y siempre estén unidos con Él. Nuestra fe y el sentido de nuestra vida tiene su centro en la unión que tengamos con el Señor, en cómo permanecemos en Jesús. Por eso utiliza una imagen muy gráfica para que tengamos clara cuál es la actitud que hemos de tener durante toda nuestra vida: «Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mi y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mi no podéis hacer nada» (Jn 15, 5). La imagen de la vid es muy significativa porque si estamos unidos a Dios damos fruto y si no nos secamos, nuestra vida es estéril y desaparecemos. Por eso dice el Señor Jesús en el Evangelio que cuando un sarmiento está seco, se corta, se echa al fuego y desaparece. La única utilidad del sarmiento es para hacer fuego, y sólo una vez, una vez quemado deja de existir. ¿Es esto lo que quieres de tu vida espiritual y cristiana?
Padre Aurelio
Las grandezas de la oración
La oración es el camino a la santidad, es la puerta que nos lleva al encuentro con Dios. No podemos prescindir en nuestra vida de fe de la oración y pensar que somos espirituales sin cuidarla, mimarla y enriquecerla cada día. Cuando dejamos de rezar somos engañados, nos vienen las dificultades y torcemos nuestro camino. Hemos de estar preparados para orar cada día, porque si no es imposible alcanzar la santidad. Este es nuestro propio futuro, el de nuestra comunidad y el de la propia Iglesia. Cada uno hemos de esforzarnos por mantenernos fieles en este camino, porque sabemos de nuestras debilidades y lo que nos cuesta perseverar sin desfallecer. Hay veces que tenemos que hacer sobreesfuerzos para rezar y esto es un síntoma claro de que hay algo que no estamos haciendo bien.
Instrumento de la Palabra
Los discípulos se nutrían constantemente de la Palabra de Jesús. Había veces que la entendían con claridad y otras que necesitaban que el Señor Jesús se la explicase a parte. Necesitaron un proceso de formación y acompañamiento por parte del Maestro que tuvo su culmen en Pentecostés. La sabiduría que adquirieron no llegó por ciencia infusa, sino porque realizaron un camino y fueron testigos de todo lo que el Señor realizó y enseñó. Así es como tiene que ser nuestra vida de fe; un camino al lado de Jesús, dejándolo todo para seguirle. Este es el primer paso que hay que dar: estar disponible, hacer que el corazón y el espíritu no tenga ninguna predisposición, sino dejarse llevar por Jesús y estar decidido a seguirle con fe. Hay veces que la confianza disminuye ante las situaciones de la vida que se presentan; el no saber qué hacer; no tener ciertas seguridades; tener que aceptar las debilidades de los hermanos para poder caminar juntos a veces resulta muy complicado. El Señor Jesús te invita a perseverar, a no desfallecer. Escucha con atención lo que cada día te dice a través de su Palabra y aliméntate de ella. En cuanto la Palabra de Dios deja de ser alimento para el alma comenzamos a flaquear; los defectos de los hermanos se hacen más grandes a nuestra mirada y nos empezamos a separar de ellos; las tentaciones se hacen más frecuentes y caemos en ellas, movidos por ese deseo de supervivencia y comodidad que nos lleva a no complicarnos la vida por los otros y empezando a ser espectadores de lo que ocurre a nuestro alrededor, sin tomar partido en ello.
Sé valiente y valeroso
Seguro que en algún momento de tu vida te has sentido con las fuerzas y el coraje suficiente para afrontar con entereza y firmeza las dificultades que se te presentan. La valentía nos permite dar ese paso al frente y ser punta de lanza en multitud de ocasiones, enfrentándonos a situaciones difíciles que llegan a nuestra vida por sorpresa. No es necesario pelearse, ni provocar tensiones, Dios nos da la valentía para mantenernos fieles, estando siempre con Él y perseverando en nuestra vida de fe, siendo conscientes de que hemos de cuidarla por encima de todo. Caminar contra corriente precisa de valentía y de coraje, para no dejarte llevar por tantas personas que no tienen a Dios en su vida; su palabra no es significativa y no la interiorizan, sin llegar a descubrir la fortaleza que es capaz de llegar a dar al alma de cada uno. Hay gente que actúa con maldad, haciendo daño a los demás, dejándose llevar por el rencor, el odio…, y despreciando todo lo que el otro es capaz de realizar. Es muy fácil hacer lo malo, dejarte seducir por los placeres de la carne. Te haces un flaco favor viviendo así, porque te estás privando de saborear la grandeza del Señor en tu propia vida.
Obra de arte hecha por Dios
Dios siempre nos sorprende cuando nos llama a cada uno. Hay veces que lo hace Él directamente, otras, en cambio, se hace presente a través de instrumentos. Es hermoso ser instrumento del Señor y reconocer su presencia a tu lado, caminando como uno más, pero siendo consciente de que no es uno más, que es tu Dios que te ama y te bendice. Cada persona tenemos nuestras circunstancias; cuando estamos centradas en las nuestras, suelen pasar desapercibidas la de los demás; en cambio, cuando estamos abiertos a la voluntad del Señor y con disponibilidad en nuestro corazón, somos más sensibles a las necesidades de los otros. En medio de cada situación el Señor nos está diciendo a cada uno algo. Se lo dijo a los discípulos, especialmente durante los cuarenta días en los que, después de resucitado, se les estuvo apareciendo, antes de subir al cielo. Dios llega de improviso, cuando los discípulos no se lo esperaban. Basta con echar un vistazo a los pasajes evangélicos que nos hablan de la Resurrección, para ver cómo en muchos de ellos los apóstoles no lo reconocían en primera instancia.
¿Buscando al Resucitado?
Buscar al Señor en nuestra vida es una tarea intensa, es una iniciativa que no podemos descuidar para que la relación que tengamos con el Señor sea lo más cercana posible. Las mujeres, cuando el primer día de la semana se encaminaron hacia el sepulcro, iban a encontrarse con un hombre muerto, que había llegado al final trágico de su vida. Cierto que la muerte para el ser humano es una tragedia, pero Dios se encargó de transformar esta en un momento de esperanza y alegría. Las mujeres se encontraron el sepulcro vacío, porque los frutos de la muerte nos llevan al vacío, a la oscuridad, a la nada. Ante esto se encontraron con la pregunta del mensajero de Dios, a la entrada del sepulcro: «No tengáis miedo. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? Ha resucitado» (Mc 16, 6). Las sorpresas que nos da la vida, como a las mujeres al llegar al sepulcro y ver la piedra corrida y al mensajero a su entrada, les produjo temor, incertidumbre, preocupación. Piensa por un momento cuáles son tus miedos, lo que te paraliza, te hace temblar. Pide a Dios que sea tu seguridad, el principal apoyo de tu vida que te haga caminar con ánimo y convencimiento, para que tengas siempre actitud de búsqueda, deseo de estar con Él. Para las mujeres y los discípulos la Cruz ya es pasado y la Resurrección, la vida en Dios es el presente, la actualidad.
Al Santísimo Cristo de las Injurias
Hoy es el día de la Cruz. Un día grande que he celebrado siempre con mucha devoción. Porque el Santísimo Cristo de las Injurias es el patrono de mi pueblo, Noblejas. Estaré hoy predicando en las fiestas patronales de este año y compartiendo mi fe y devoción con el pueblo que me ha visto crecer desde pequeño. Es una fortuna poder amar tus raíces, sentirte identificado con lo que desde pequeño te han inculcado, has vivido y celebrado. Lo que a corta edad parecía lejano e impensable, lo ves hecho realidad cuando eres mayor. Hoy doy gracias a Dios por ser sacerdote y poder predicar con todo mi corazón y devoción al Santísimo Cristo de las Injurias. Es algo que nace de dentro, poder mirarle a Él en la Cruz y sentir ese nervio, ese hormigueo, esa emoción que nace de lo más profundo de uno. ¡Viva el Santísimo Cristo de las Injurias! Decimos en Noblejas. Algo que creo que debemos prolongar, no solo en torno a los días propios de la fiesta, sino a lo largo de todo el año.
De sorpresas y de prisas
Hay sorpresas y sorpresas. Nos gustan y deseamos las que nos llevan a la felicidad; rechazamos las que nos causan tristeza y sufrimiento. Lo que está claro es que con ambas debemos convivir y avanzar en nuestro camino particular. Cada uno necesitamos nuestro tiempo, nuestro proceso para encajarlo todo en nuestra vida. Nos marcan especialmente y algunas son puntos de inflexión en nuestra vida. Dios es especialista en sorprendernos. El anuncio de la Resurrección está lleno de esas sorpresas que hacen que nuestra vida cambie. El primer día de la semana las mujeres fueron al sepulcro a terminar de preparar el cuerpo de Jesús en el sepulcro y allí se vieron totalmente sorprendidas. En primer lugar, sobresaltadas, porque no lo esperaban, luego se llenaron de miedo, porque la novedad de la resurrección necesitaba ser procesada en su mente y en su corazón.
Reconoce al Resucitado
Una tragedia fue la que se avecinó sobre los discípulos, cuando apresaron a Jesús, le crucificaron y con sus propios ojos le vieron puesto en el sepulcro. De hecho, Pedro y Juan, salieron corriendo al escuchar la noticia de la Resurrección que les transmitió María Magdalena (cf Jn 20, 1-10) y fueron derechos allí, porque sabían el lugar donde se encontraba. Es de pensar que pudieron estar allí en el momento de su sepultura, cuando ya no corrían peligro de ser detenidos, porque Jesús estaba muerto. La desolación de los dos de Emaús también era grande, conversaban y discutían, mientras regresaban a sus vidas. «Sus ojos no eran capaces de reconocerlo» (Lc 24, 16). Una gran tragedia que nubló su mirada, su entendimiento y no comprendían ni veían con claridad, caminando al Maestro. Seguro que has tenido experiencias al embotarse tu mente en tus ideas, problemas y agobios, y no has sido capaz de reconocer la presencia de Dios a tu lado, caminando, como los de Emaús. Sabes que, ante los golpes y sorpresas de la vida, a veces, cuesta trabajo reconocer a Cristo caminando a tu lado.
Los signos de la Resurrección
Tenemos cincuenta días, desde el Domingo de Resurrección hasta Pentecostés, para celebrar que el Señor Jesús está vivo y resucitado. La Pascua es un tiempo de alegría, en el que se tiene que se nos tiene que notar a los cristianos, que estamos alegres por celebrar la Resurrección de Cristo y porque está vivo a nuestro lado, caminando con nosotros, dándonos fuerza y sentido a todo lo que vivimos y realizamos. La Pascua es un paso, y muchos son los pasos que cada uno debemos de seguir dando para avanzar por el camino de la vida, hacia el encuentro con Dios, superando nuestros desiertos particulares, como el pueblo de Israel; atravesando nuestro mar Rojo, con hermosas experiencias de liberación que nos impulsan a una vida nueva; desprendiéndonos de las ataduras que nos impiden avanzar con paso firme y seguro, y de la incredulidad que hace que dudemos y nos estanquemos en nuestra vida de fe, dejando a Dios de lado y ocupándonos más de las cosas del mundo que de las suyas.