Personas buenas hay en todos lados, las conocemos bien a las que están en nuestro entorno. Hay veces que pasan desapercibidas a nuestro lado, por su sencillez y su silencio. Se dedican a hacer todo el bien que está en su mano, dando siempre lo mejor de sí. Cuando llegamos a otros lugares distintos, con gente nueva, también nos encontramos a ese mismo tipo de personas que destacan por su gran corazón. Son hormiguitas que siempre están trabajando y haciendo el bien siempre que pueden, y no solo esperan que se les presente la oportunidad para ayudar, sino que ellas mismas se encargan de buscar las personas y situaciones para ayudar y mejorarlas con su entrega y compromiso.
Padre Aurelio
Motivos para la esperanza
“Siempre hay motivos para la esperanza”, esta frase señala perfectamente como no hay que rendirse. Todos conocemos a personas que llevan con mucha entereza las cargas de la vida, parece que pueden con todo lo que les echen encima de sus espaldas, que se lo cargan y llevan como si nada. Estas personas son fuertes, curtidas por la vida y por sus dificultades, y para nosotros son ejemplo de cómo no podemos rendirnos, sino que tenemos que seguir caminando, aunque la vida nos parezca dura. Cuando hablas con ellas te dan continuas lecciones de cómo afrontar cada situación, pues su experiencia de vida tan dura, te hace pequeño a su lado, pues no te explicas cómo pueden tener esos ánimos después de todo lo que han pasado, cuando uno por algo mucho menos importante se siente fatal, hundido, sin ganas de vivir. Y es que el dicho de que “siempre hay alguien peor que tú” lleva mucha razón, porque cada uno lleva sus problemas en silencio y no anda llorando por los rincones, sino que saca lo mejor que tiene dentro y sigue con su vida, haciendo lo que corresponde en cada momento.
Los puntos sobre las íes
A menudo solemos encontrarnos en situaciones en las que ninguno nos atrevemos a llamar las cosas por su nombre, para no quedar mal con nadie, para no señalarnos en ningún momento y para no tener que pasar el mal trago de decirle a alguien la verdad, que no es plato de buen gusto y que nunca es cómoda, ya que puede provocar en desagradable desencuentro. Estas situaciones pospuestas en el tiempo van creando un clima enrarecido y de incomodidad entre las personas, que es fácil de atajar si tomáramos el compromiso de llamar a las cosas por su nombre y decir lo que pensamos con sinceridad, desde la prudencia y la caridad fraterna.
Dios es mi seguridad
Todos conocemos personas que simplemente con su presencia dan seguridad y tranquilidad. Algo que necesitamos cuando estamos llevando a cabo alguna empresa, ya sea grande o pequeña. Estas personas hacen que todo a su alrededor esté más tranquilo y sereno, pues dan un grado de confianza y seguridad que está al alcance de muy pocos. Son necesarias en todos los ámbitos de la vida, pues sabes que cuando están, trabajas y actúas con la seguridad de saber que ante cualquier dificultad que se te pueda presentar tendrás la ayuda, el consejo, la solución que necesitas y esas palabras de ánimo que te hacen levantarte de nuevo y seguir caminando. Quizás sea porque te descargan de responsabilidad, quizás porque tengan autoridad moral sobre ti y sabes que ante la dificultad no van a dudar en ayudarte en lo que necesites, quizás porque con la experiencia de vida que tienen te darán buenos consejos… el caso es que teniéndolos a tu lado todo es mucho mejor.
A Dios lo que es de Dios
Muchas son las veces en las que cerramos los ojos cuando nos vienen de frente realidades incómodas, injustas y desagradables. Preferimos que pasen lo antes posible por nuestro lado, haciendo la vista gorda para que así no nos moleste, ni nos comprometa demasiado. Y es que tener que decir que no, en vez de quedar bien con todo el mundo; tomar partido por las injusticias, pararnos y “complicarnos” la vida por los demás cuesta demasiado. Cierto es que preferimos los problemas cuanto más lejos de nosotros mejor, no los vamos a ir a buscar, pero si somos cristianos y nos llamamos hijos de Dios, no podemos dejar que pasen de largo, hemos de ser honestos y denunciar lo que creemos injusto. Seguramente todos conocemos a personas que se comprometen con la verdad y que no se venden por nada del mundo.
A mi grupo Emaús
Decía el Papa Emérito Benedicto XVI en la Eucaristía de Cuatro Vientos en la JMJ de Madrid 2011 que la fe no hay que vivirla por libre sino en comunidad. Que no podemos ser individualistas y construirnos una religión a nuestra medida, sino vivir en grupo, con una referencia clara y concreta dentro de la Iglesia. Si queremos ser discípulos de Jesús hemos de seguir sus pasos y estar dentro de una comunidad, como los apóstoles, a los que fue llamando uno por uno; con mucho amor y paciencia los fue enseñando y acompañando; tuvieron momentos de intimidad donde les explicaba la Palabra de Dios y pudieron contemplar con sus propios ojos los milagros que el Señor hacía ayudando a los más necesitados. Todo se dio dentro de la comunidad, lugar de vida, compromiso y entrega diaria.
Saber estar
Hay personas que por su forma de ser sobresalen sobre las demás. Algunas destacan por sus cualidades y otras porque llaman la atención de manera desproporcionada. Con esas da gusto estar y con estas aguantamos hasta donde podemos y si nos cansamos de ellas nos retiramos lo más discreta y rápidamente posible. Por norma, las personas que saben estar tienen las ideas claras y saben sobradamente qué es lo que quieren en la vida, sabiendo mantenerse fieles a lo que han aprendido y en lo que creen. Son personas que desde su autenticidad tienen firmeza y determinación en lo que ponen en práctica pues desde la clarividencia transmiten esa seguridad y el rumbo, no solo en su vida sino también en la de quienes les rodean. Ten por seguro que la responsabilidad a ellos confiada saldrá bien, hacia delante, pues son buenos líderes que dan lo mejor de sí y sacan lo mejor de si también para los demás.
Eres hijo de Dios
Compartir lo poco o mucho que tengas; entregarte a los demás a pesar de tu cansancio; trabajar a largo plazo viendo los frutos de manera muy lenta; luchar contra las adversidades del entorno e incluso de personas que no ven con la misma claridad que tú aquello que crees, porque no lo comparten; tener que dar multitud de explicaciones pacientes, para que un mayor número de personas participen de tu proyecto; seguir viendo que los resultados no van con la misma rapidez con la que piensas y te imaginas el desarrollo de los acontecimientos; renovar las esperanzas a pesar de que el esfuerzo empleado te ha desgastado más de lo que te gustaría; retomar el camino donde lo dejaste renovado de ilusiones y proyectos a pesar de que sabes que luchas contra elementos más fuertes que tú mismo… son de verdad situaciones que te hacen mucho más fuerte y te ayudan a madurar, a mirar la vida desde otra perspectiva y sobre todo confiando en Dios que es quien debe mover los hilos de tu vida.
Cantar las maravillas del Señor
Crecer en la ilusión, crecer en la fe y poder compartirla. Es todo un camino que merece la pena a pesar de las dificultades con las que te puedes encontrar. No te rindas, no te dejes llevar por la pereza o por la comodidad que tanto daño hacen a nuestro crecimiento personal. La vida está llena de muchos momentos y casi siempre somos conscientes de ellos cuando los estamos viviendo, especialmente cuando las etapas son duraderas. Hay etapas en las que no nos encontramos en nuestro mejor momento y otras en las que tenemos un deseo enorme de hacer grandes cosas. Lo importante es que de todo saques una enseñanza para tu vida que te ayude a dar lo mejor de ti a los demás.
Nunca pierdas la sonrisa
Todos conocemos personas que son un ejemplo por su manera de afrontar cada momento de su vida, tanto los buenos como los menos buenos. Nunca pierden la positividad y cuando te hablan de cómo se sienten lo hacen desde la realidad, porque son personas que no se engañan y tienen los pies en la tierra. Su manera de ser en ocasiones es envidiable porque nunca pierden la sonrisa en cada momento, incluso en los más difíciles. Las situaciones de la vida las han ido curtiendo y haciendo fuertes; muchas veces hemos podido ser testigos de sus duelos ante la dureza de la vida, vividos en el silencio y en el respeto, pero cercanos en el corazón y en el pensamiento, pues no queremos que nadie a nuestro lado lo pase mal; en otros momentos hemos podido compartir también las alegrías y la felicidad, vividas nuevamente desde la prudencia y el sosiego. Personas así son admirables por su saber estar, por su comprensión ante cada situación de la vida y por su capacidad de aceptar cada momento sabiendo mirar al futuro con esperanza y confiados en que algo bueno les va a traer y su sino va a cambiar.