Perdonar y no tener en cuenta el mal que te hagan. Qué fácil resulta predicarlo y lo que humanamente cuesta llevarlo a la práctica. Si algo he aprendido en mi vida de sacerdote es a hacer las cosas y procurar tener siempre la conciencia tranquila ante el Señor, buscando actuar sin perjudicar a nadie ni aprovecharme de nadie. De hecho, este es uno de mis lemas con los cuáles quise iniciar mi sacerdocio y quiero seguir llevando a la práctica cada día de mi vida. Entre otras cosas porque siempre me he propuesto dormir con la conciencia tranquila, siendo consciente de que en la vida y en una parroquia es imposible contentar a todo el mundo y caer bien.
Padre Aurelio
La calma en mis tempestades
En cuantas ocasiones nos vemos sorprendidos y sobrepasados por las situaciones. Como si nos encontráramos al borde de un precipicio donde solo hay peligro y vacío ante nosotros. La angustia y el desconcierto hacen mella en nuestro interior porque todo ha cambiado repentinamente. La cabeza no deja de dar vueltas y surgen multitud de preguntas que se quedan sin respuesta en nuestro interior. Esa sensación de frío que invade tu interior te hace creer cómo todo se desvanece bajo tus pies sin saber cómo actuar ni qué decir porque todo es distinto.
Carta de San José a la Virgen María
Siempre hay regalos que te sorprenden. Aquí os dejo uno escrito para un bello momento de Adoración ante el Santísimo Sacramento por Alfredo Santos Galera. Gracias por compartirlo y hacer realidad lo que siempre digo: “Lo que no se comparte se pierde”.
Espero que os guste y os llegue a vuestros corazones, porque ha salido desde el suyo, que es muy grande.
Belén de Judea a 23 de Diciembre del 6/4 ante de Cristo.
Querida María:
Se acerca el día y no quería dejar pasar más tiempo sin escribirte unas palabras para expresarte cómo me encuentro viviendo estos momentos.
Tiempo de abundancia
Dios siempre se ofrece en abundancia, siempre da en abundancia. Él no conoce la dosis, se deja dosificar por su paciencia, somos nosotros los que, por nuestros limites, conocemos la necesidad de las cómodas cuotas. Pero él se da generosamente y donde está siempre se da en abundancia. Es lo que nos dice el profeta Isaías durante este Adviento, que Dios se da entero totalmente, que no se queda corto en nada de lo que ofrece a su pueblo, a sus hijos. Dios es tan generoso que siempre se da en abundancia y no se entrega de otra manera, porque el amor que nos tiene es tan grande que nos desborda, nos sobrepasa en todo, abundantemente. Es el gran regalo que cada día Dios nos hace y que se nos da en todo Él. Descubrirlo, quizás nos cuesta en ocasiones, hasta que estemos preparados; está preparado, esperando pacientemente y llamándonos por nuestro nombre hasta que lo escuchemos con claridad y reaccionemos. Esta abundancia de Dios contrasta enormemente con nuestras pobrezas y limitaciones, que se hacen más visibles cuanto más alejados estamos de Él. El Señor nos conoce a la perfección y por eso quiere regalarnos su abundancia, para que tengamos la certeza de que su primera opción siempre somos nosotros.
Tranquilo, no todo está perdido
Hay veces que cuesta ver a Dios con claridad. Nuestra vida se tuerce sin saber cómo y de repente todo cambia. Sobreponerse a las adversidades lleva su tiempo, y casi sin darte cuenta, te puedes ir sumergiendo en un túnel muy oscuro, en el que resulta casi imposible ver la luz. Todo es oscuridad y la amargura se comienza a apoderar de ti. No sabes cómo quitártela, porque los pensamientos pesimistas te aplastan cada vez más, agarrotándote y haciéndote cada vez más pequeño; tan pequeño que piensas que no sirves para nada y que tu vida ya no tiene sentido, no merece la pena. Escuchas frases de ánimo, que te quedan muy lejanas, casi como un susurro, sin fuerza, que rápidamente se vuelven a ver eclipsadas por la vorágine de pensamientos e ideas que te vuelven a centrar en tu sufrimiento, en tu angustia. El tiempo parece que se ha detenido, porque pasa muy lento, con lo cual el tiempo de oscuridad parece que se eterniza más, y la desesperanza comienza a helar tu alma, a sentir ese escalofrío tan temido, en el que todo es vacío y caída libre sin saber a dónde vas a llegar.
Escucha lo que te dice el Señor: «Tú eres mi siervo, te he elegido y no te he rechazado, no temas porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortalezco, te auxilio, te sostengo con mi diestra victoriosa. No temas, yo mismo te auxilio» (Is 41, 9-10.13).
Cercanos y vigilantes para adorar
Cercanos y vigilantes, es a lo que nos invita este tiempo de Adviento. Dios está muy presente en nuestra vida y en nuestro corazón y por eso Jesús quiere estar en nuestro corazón. Ten muy presentes estas palabras que también pueden ser oración para ti: ¡Acércate más, Señor! Dios se ofrece, pero no se impone. Somos nosotros los que tenemos que buscarle y pedirle constantemente que venga a nuestra vida. Por eso en el Adviento le decimos: “¡Ven!”, porque le necesitamos cerca, queremos sentir su aliento, su presencia. Constantemente nos lo recuerda este tiempo, Jesús vino y volverá una segunda vez, al final de los tiempos. Pero no queremos quedarnos en esto, porque hoy es cuando el Señor Jesús se está haciendo presente, está aquí; invítalo y haz tuya la invocación: “¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 22, 20). Porque queremos que Jesús esté presente en cada momento de nuestra vida. Al despertarnos, en el trabajo, en medio de nuestra familia, en nuestra oración. Así, invocándole para que esté presente y cercano, podremos ejercitar nuestra vigilancia y mantenernos despiertos.
No es un Adviento más
No es un Adviento más, porque lo que estamos viviendo se sale de todo lo normal. No es un Adviento más, porque estas Navidades que vamos a pasar van a ser muy distintas a todas las de nuestra vida. No es un Adviento más porque nuestras relaciones personales, obligados por la pandemia, también han cambiado en nuestra expresividad y en las muestras de cariño que tenemos hacia los demás. No es un Adviento más, porque no podemos dejar que en estos momentos debido al desgaste que está teniendo en nosotros esta pandemia, nuestro corazón se enfríe y nos vayamos alejando, casi sin darnos cuenta del Señor. Es el momento de dar este golpe de efecto a nuestra vida interior para que la esperanza se haga mucho más fuerte, pues es Jesús el que viene. Debemos tener esa actitud de espera, pues son muchas las cosas que queremos realizar y que tenemos pendientes; además sabemos que sucederán y que muchas de ellas se harán realidad. Por eso la espera tiene sentido, y por eso tenemos que saber esperar en Dios, porque Él, aunque nos parezca que tarda, siempre acude a la cita, siempre viene al encuentro.
Dios cierra una puerta, pero abre una ventana
Que ni el tiempo ni la vida te quiten la ilusión. Estas palabras en determinados momentos pueden resultar muy difíciles de realizarlas. Hay que sobreponerse a las situaciones cuando tropezamos o cuando nos tiran. Pero no podemos rendirnos. Perder la ilusión es ahogar la esperanza y bajar los brazos, dejar de luchar, sucumbir a la tristeza y dejar que la amargura entre en tu corazón, llenándolo de sinsabores y de completa resignación. ¡Revélate a esta situación! Quizás no encuentres salida en este preciso momento, pero ten en cuenta esto: “Dios cierra una puerta, pero abre una ventana”. Me lo enseñó una persona muy especial en unos momentos muy difíciles, y en medio de estos momentos apareció la figura de la Virgen María, que ciertamente termina dejándote a los pies de Jesús. Por eso, no claudiques, confía en Dios y agárrate fuertemente a la Virgen María, y tu modo de afrontar los problemas serán distintos, los verás desde otra visión y no te sentirás solo, porque Él es el compañero de camino que sale a tu encuentro para acompañarte. ¡Escúchale! Quizás tu mente piensa a mil por hora, incluso barbaridades…; procura hacer silencio en tu interior para escuchar la voz de Dios, que te está explicando el sentido de todo. Sé paciente y no desesperes. Es posible que te cueste, pero conforme vayas caminando al lado de Jesús, buscando su presencia y su compañía, comenzarás a sentirte de otra manera porque tu corazón empezará a arder, a vibrar, a sentir el amor de Dios de una manera especial.
Dos lugares que visitar
En este fin de semana lo hemos escuchado en el Evangelio: «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40). Y es que seremos medidos por la base del amor concreto que entreguemos o neguemos. Son muchas las veces en las que nos pensamos si amar o no; actuar o no; perdonar o no; servir o no; entregarnos o no; comprometernos o no; denunciar una injusticia o no…; porque el implicarnos en primera persona y dar la vida por los demás, renunciando a nosotros mismos cuesta y es difícil de aceptar si no tenemos nuestra vida bien cimentada en Dios. Dejar que las cosas pasen sin nosotros “pringarnos” es lo más fácil, sobre todo si tenemos claro que no podemos arreglar el mundo ni cambiarlo con nuestras propias fuerzas. El reto parece utópico, y, ¿para qué vamos a gastar más fuerzas de las necesarias si sabemos y conocemos bien lo que hay a nuestro alrededor? No podemos sucumbir ni dejar que de nuestra vida desaparezca la compasión, la misericordia y la solidaridad hacia los que lo están pasando mal a nuestro lado, porque entonces endurecemos nuestro corazón y desaparece de él nuestra capacidad de amar y entregarnos al otro.
Dios quiere seguir escribiendo en tu vida
Dios quiere seguir escribiendo cada día en tu vida las cosas más bellas que existen en el universo. Déjale que te ayude y no tengas reparo en que llene tu vida de Él. Sinceramente, es lo mejor que te puede ocurrir, por el mero hecho de que te ama y para Él lo eres todo. Déjate querer para que tu vida desborde alegría. Dice el libro del Apocalipsis: «Acuérdate de cómo has recibido y escuchado mi palabra, y guárdala y conviértete. Si no vigilas, vendré como ladrón y no sabrás a qué hora vendré sobre ti» (Ap 3, 3). El Señor no te quiere lejos, sino cercano; no quiere que pases de largo, sino que te detengas y le abras las puertas de tu corazón y de tu vida para entrar de lleno; no quiere que te encierres en ti mismo, sino que mires a tu alrededor contemplando cómo actúa en la vida de los demás y cómo da sentido a la vida de los que en Él han puesto su confianza.