No sabemos los planes de Dios. Ya lo decía el apóstol san Pablo: «¡Qué abismo de riqueza, de sabiduría y de conocimiento el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos! En efecto, ¿quién conoció la mente del Señor? O ¿quién fue su consejero? O ¿quién le ha dado primero para tener derecho a la recompensa? Porque de él, por él y para él existe todo. A él la gloria por los siglos» (Rom 11, 33-36).
pandemia
Consuela nuestro mundo Madre Dolorosa
Viernes de Dolores, anticipo del Viernes Santo. Horas críticas donde la Madre contempla la injusticia que están cometiendo con su Hijo. A los ojos de los hombres es algo inexplicable; a los ojos de Dios es el ir avanzando hacia el culmen de la misión.
Y ahí está la Madre Dolorosa, con esa espada que le atraviesa el corazón y que derrumba a todo ser humano. Como siempre ocurre ante cualquier sufrimiento, el ser humano es capaz de sacar fuerzas de donde no las hay. Y María, no iba a ser menos. Saca fuerzas para estar al lado de su Hijo, contemplando con impotencia el escarnio que están realizando sobre Él. A los ojos de Dios: la obediencia llevada hasta el extremo; a los ojos de los discípulos: el fracaso de un proyecto; a los ojos de la Madre Dolorosa: los planes de Dios son inescrutables.
Responder desde la fe en tiempos de pandemia
Decía Santa Teresa de Jesús que la cabeza es la loca de la casa. Y es cierto que, en este tiempo de pandemia, después de quince días de confinamiento, donde hemos empezado a adaptarnos, quien más quien menos a este nuevo estilo de vida temporal, son muchas las cosas que se pasan por la cabeza, y, son muchas las inercias que empezamos a tomar al ir perdiendo la fuerza con la que empezamos los primeros días. Digo esto porque un matrimonio conocido me decía anoche cómo, si no estás atento, te relajas en la vida de oración y te sumerges en los nuevos hábitos adquiridos durante esta cuarentena provocada por el covid-19. Y al igual que nos podemos relajar espiritualmente, también corremos el peligro, de que la “loca de la casa”, nuestra cabeza, también comience a plantearse alguna que otra pregunta sobre Dios y el porqué de las cosas.
Si Dios lo sabe todo, ¿por qué no impide entonces el mal? (Youcat 51). Es una pregunta que ante la impotencia que podemos sentir en determinados momentos de nuestra vida (mucho más en estos que estamos viviendo en la actualidad) puede asaltarnos en nuestro interior e incluso martillearnos y hacernos dudar sobre el Señor.
El estandarte de la esperanza
La Cuaresma es un desierto, un camino de conversión que nos lleva hacia la Pascua, hacia el encuentro con Jesucristo Resucitado. Este cambio personal se produce cuando uno es capaz de encontrarse consigo mismo y abrirse en canal ante el Señor, que todo lo conoce y puede, para dejarse transformar por Él. Cuando se experimenta ese cambio todo se ve de una manera distinta. Es innegable el esfuerzo personal que supone dar ese paso, porque hay que estar dispuesto a que tu vida sea otra. Resistirse a ello, y mucho más, renunciar a tus seguridades, comodidades y bienestar es algo que hay que pensarse, porque las seducciones del mundo son mucho más apetecibles y seductoras que lo que el Evangelio nos presenta: sacrificio, esfuerzo, renuncia a uno mismo para entregarte a los demás…