La mañana amanecía con un temor. Si algo he aprendido a lo largo de mi vida es a preocuparme por las cosas cuando toquen, cuando llegue el momento de afrontarlas, porque si no, me pierdo de disfrutar y saborear los momentos cotidianos, que no tienen la culpa de las dificultades que están por venir; y así disfruto del día a día, sin amargores ni angustias de lo que está al caer. Digo esto porque el motivo de mi retirada del Camino de Santiago que comencé hace unos años en Saint Jean Pied de Port fue por una tendinitis que sufrí en una bajada y que me obligó a retirarme en Estella. Desde ese año no había vuelto a realizar el Camino como peregrino, andando. Ayer era una etapa importantísima para mí, porque suponía enfrentarme a mi mayor recuerdo y frustración personal, de haber abandonado el Camino por una lesión. Ya la noche y el descanso en O Cebreiro fue intranquila y nerviosa, interiormente, por lo que se avecinada al amanecer. Los primeros pasos y la primera bajada han sido un reencuentro con mi pasado, con la espina que tenía clavada en mi amor propio… y con la incertidumbre de si todo iría bien.