Al día siguiente de Pentecostés los discípulos de Jesús siguieron predicando con fuerza y valentía que Jesús había resucitado. Lo hacían con la alegría que les proporcionó el Espíritu Santo y que ellos se esforzaban con conservar, cuidando su vida espiritual y llevando a la práctica cada una de las palabras que habían escuchado por boca de Jesús y que tenían bien guardadas en su corazón. ¿Qué es lo que tú tienes guardado en tu corazón? Son muchas las vivencias, sentimientos, percepciones, gozos, fracasos…, que tienes dentro de ti y que Jesús bien conoce. Puedes ser reservado o extrovertido, puedes contarlo todo o sólo lo que consideras, pero Jesús lo conoce todo y sabe cómo te sientes y qué necesitas en cada momento de tu vida. Por este motivo, déjate llevar por Él, no te escondas nada y no le des largas, posponiendo encuentros, tan necesarios y especiales, que te ayuden a abandonarte y así vivir ese amor tan especial que es el que Dios nos da.
Pentecostés
Eres protagonista
Somos los protagonistas de nuestra historia y el guion lo vamos haciendo con lo que cada uno vivimos. Sí, Dios nos quiere protagonistas principales y únicos del guion de nuestras vidas. Nos quiere activos, sin medias tintas, «¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero porque eres tibio, ni frío ni caliente, estoy a punto de vomitarte de mi boca» (Ap 3, 15-16). Nos pueden parecer duras estas palabras, aunque bien es cierto que muchas veces somos tibios con el Señor y con los compromisos de nuestras vidas. Para esto ha venido Jesús, para comprometernos y hacernos protagonistas del Evangelio. Estamos en el tiempo del Espíritu Santo y daremos testimonio cuando vivamos unidos y en comunión con los demás.
Si estamos dispuestos a aceptar los retos de Dios, a fiarnos de él y a lanzarnos a seguir sus pasos y hacer todo el bien posible a las personas que nos rodean no nos vamos a ver defraudados. Así lo vivieron los discípulos. Les costó dar el paso y vencer sus miedos.