Seguro que en algún momento de tu vida te has sentido con las fuerzas y el coraje suficiente para afrontar con entereza y firmeza las dificultades que se te presentan. La valentía nos permite dar ese paso al frente y ser punta de lanza en multitud de ocasiones, enfrentándonos a situaciones difíciles que llegan a nuestra vida por sorpresa. No es necesario pelearse, ni provocar tensiones, Dios nos da la valentía para mantenernos fieles, estando siempre con Él y perseverando en nuestra vida de fe, siendo conscientes de que hemos de cuidarla por encima de todo. Caminar contra corriente precisa de valentía y de coraje, para no dejarte llevar por tantas personas que no tienen a Dios en su vida; su palabra no es significativa y no la interiorizan, sin llegar a descubrir la fortaleza que es capaz de llegar a dar al alma de cada uno. Hay gente que actúa con maldad, haciendo daño a los demás, dejándose llevar por el rencor, el odio…, y despreciando todo lo que el otro es capaz de realizar. Es muy fácil hacer lo malo, dejarte seducir por los placeres de la carne. Te haces un flaco favor viviendo así, porque te estás privando de saborear la grandeza del Señor en tu propia vida.
perseverancia
Mantener y cuidar la ilusión
Mantener la ilusión renovada con el paso del tiempo es difícil, especialmente cuando afloran las dificultades y vamos perdiendo esa frescura y vitalidad que nos da el comenzar nuevas acciones personales o comunitarias que nos hacen creer en la posibilidad de cambiar y transformar nuestro entorno y ayudar a crecer también a las personas. A Jesús le ocurrió lo mismo, los que solían acompañarle fueron desanimándose, desilusionándose y abandonándole poco a poco. Así nos lo cuenta el evangelista san Juan: «Muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús dijo a los Doce: “¿También vosotros queréis marcharos?»(Jn 6, 66-67). Que la decepción entre en nuestra vida es una pena, porque estamos dando cabida a que la gracia de Dios no actúe en nosotros y esto nos perjudica, pues perdemos la claridad de ideas y nos cuesta trabajo llegar a entender y justificar lo que nos ocurre. Comprender la bondad del padre bueno y su capacidad de perdonar al hijo pródigo; que el buen pastor sea capaz de dejar su rebaño para buscar a la oveja perdida, es una muestra más que suficiente para enseñarnos hasta dónde es capaz de llegar Jesús. Dios es fiel y siempre se nos muestra porque nos está acompañando en todo momento.
La fortaleza de tu fe
Dios nos ayuda a sacar fuerza de donde menos lo pensamos. Cuando nos sentimos débiles, sin energías y atravesando los peores momentos de nuestra vida, el Señor no nos deja de su mano, al contrario, nos sostiene y nos mantiene para que no salgamos derrotados ni perjudicados; en medio del sufrimiento y del dolor nos conserva para que sigamos avanzando y seamos capaces de salir adelante. Por eso, Dios nos da la fortaleza, para que, ante las debilidades, ante las situaciones de sufrimiento y dolor seamos capaces de resistir tanto en las pruebas como en las tentaciones, para mantenernos firmes, sin cambiar en nuestros propósitos ni deseos de aprender y madurar en la vida. Es importante cuidar la vida espiritual, porque nos permite caminar hacia delante en las dificultades sin perder el norte y la esperanza de lo que somos y creemos, y así no dejarnos llevar en ningún momento.
Revestirse del hombre nuevo
Hay veces que nos preguntamos qué nos está pasando, por qué no vemos al Señor, por qué no le escuchamos. Parece como si Dios se hubiese ido de nuestro lado, de nuestra vida y todo es silencio en nuestro entorno. Vuelven a surgirnos las dudas, los miedos, la incertidumbre sobre si todo lo que desde pequeños nos han enseñado se sostiene o no en la verdad. Entonces comienzan a aflorar situaciones pasadas, que pensabas que habías desechado y superado, y se están haciendo presentes de nuevo, con más fuerza que antes. Comienza a darse un cambio en tu vida, un paso de ese hombre nuevo en el que estabas, al hombre viejo que fuiste en su momento. Retrocedes en tu vida interior y se genera en ti esa amargura de ver cómo las debilidades y las propias miserias se están presentando de nuevo en tu vida con una fuerza desmedida. Como si todo viniese dado de antemano.
Orden y perseverancia
¡Qué importante es para nuestra vida interior ser ordenados y perseverantes! El orden nos ayuda a mantener el equilibrio personal que nos hace ser mucho más diligentes y auténticos en nuestro día a día. Habituados a crearnos hábitos de conducta en nuestra vida de fe tenemos que ser más ordenados y perseverantes para que nuestra relación con el Señor sea cada vez más fluida. Todo es cuestión de práctica, y es así como en la oración empezamos a descubrir su importancia. Al principio a todos nos cuesta ponernos, sacar un momento del día, procurando que sea siempre a la misma hora y en el mismo lugar para establecer así una rutina, un hábito. Cuando comenzamos poniéndonos en la presencia del Señor seguramente la mente se nos vaya a otro lugar; nos cuesta trabajo concentrarnos; parece que Dios no nos habla ni escucha; no sabemos qué hacer ni como rezar porque andamos como perdidos.
Excusas para no rezar
Muchas son las justificaciones y excusas que solemos poner a los demás, a nosotros mismos y al Señor, para poder explicar nuestras actitudes. Muchas veces, por no decir siempre, quedan distantes de aquello que pensamos o hemos dicho. Hay veces que acudimos a ellas de una manera habitual y natural, procurando quedar bien para que así nuestra imagen no se vea dañada o para que los demás no se enfaden, aunque eso suponga tener que faltar a la verdad o no ser nosotros mismos. Otras somos esclavos de nuestras propias palabras, especialmente cuando no las medimos bien, o las decimos de una manera superficial para no quedar mal ante nadie, quedamos comprometidos y también en evidencia en multitud de ocasiones.
Perseverando contra corriente
Vivimos en un momento de la historia donde sentimos la crisis profunda de valores en la está sumergida nuestro mundo. Somos conscientes de que hemos de cambiar la sociedad en la que vivimos porque vemos que hace aguas por multitud de puntos, que van minando poco a poco nuestro deseo de lucha y de compromiso para transformarla. Tenemos una idea general de sociedad y de mundo que por lo grande que es y todo lo que abarca, comparado con nuestra pequeñez e insignificancia, somos conscientes de que podemos hacer más bien poco. Todos somos parte activa del cambio, y siempre hemos escuchado decir que “un grano no hace granero, pero ayuda a su compañero”. Que esto te ayude para tomar conciencia de lo importante que es ese granito de arena que tienes en tus manos y que puede ayudar a colaborar y transformar el mundo en el que vives, sabiendo que Dios también confía en ti y en tus capacidades para que tomes la iniciativa y sigas con ese proyecto de hacer realidad el Reino de Dios allá donde te encuentres.
Las prisas de la vida
Uno de los defectos que tenemos los seres humanos es que dejamos pasar la vida y el tiempo muy fácilmente. Incluso nos permitimos el lujo de estar aburridos y no saber qué hacer, dejando que se consuman las horas hasta que llegue el momento de realizar el siguiente acontecimiento que teníamos programado. Además, muchas veces convertimos nuestra vida en una monotonía que no nos permite ser conscientes de lo que verdaderamente es fundamental en nuestra vida, pues hacemos las cosas mecánicamente sin llegar a saber realmente qué somos y cuál es el sentido de la vida. Hay veces que vivimos a tal velocidad que juzgamos a los demás por la primera impresión que nos dan, o la imagen que vemos de ellos, y no nos damos cuenta de que pueden estar pasándolo mal por algún motivo o que necesitan de nosotros para salir adelante.
Los caramelos del Señor
Constantemente experimentamos las dificultades del camino que se producen por multitud de circunstancias y de motivos. Muchos de ellos son ajenos a nosotros y otros, en cambio, sí que dependen de cada uno, ya que todo lo que realizamos tiene sus consecuencias. Siempre queremos y deseamos que las cosas nos salgan lo mejor posible porque ponemos todo lo que tenemos, e incluso, utilizamos todos los recursos que están a nuestro alcance, para lograr los objetivos propuestos. La vida siempre se encarga de ponerlo todo en su sitio; a veces nos encontramos con que nos salen a la primera, en otras ocasiones nos salen regular y en otras fatal. Nuestros ánimos e ilusiones, dependiendo del resultado, se verán afectados positiva o negativamente. Así se fraguan nuestros éxitos y nuestros fracasos. Hay veces que los ánimos de los que nos rodean nos consuelan y otras no. Dependiendo de la capacidad de encajar los varapalos de la vida, nos levantaremos con mayor o menor rapidez.
Renovar las ilusiones
Cuando estamos ilusionados por algo con lo que nos sentimos identificados y convencidos de que es nuestra opción de vida, ponemos todas nuestras energías y esperanzas en algo que hacemos. Si algo deseamos es estar siempre ilusionados como el primer día. Hay días que es más fácil y otros que resultan más complicados. Hay veces que el desgaste al que nos vemos sometidos durante nuestro día a día va minando nuestras expectativas, esperanzas y fuerzas. Muchos son los pensamientos y sentimientos que se pasan por nuestra mente y nuestro corazón. Somos lo que somos y eso no lo podemos cambiar nunca. Que las ilusiones en nuestra vida sean más grandes o pequeñas, duren más o menos en el tiempo, es normal. Muchas de ellas son limitadas en el tiempo y otras han de ser las que nos duren durante toda la vida, como por ejemplo vivir cada día entregados al Señor; desear estar siempre con Dios; amar al estilo de Jesús de Nazaret.