Evitar la rutina para no perder el entusiasmo. Resulta muy fácil sumergirnos en el mundo de la rutina y encerrarnos en nosotros mismos, en nuestras prisas y agobios; y somos incapaces de levantar la mirada para ver más allá de nosotros mismos. Actuamos como autómatas y nos instalamos en el hacer las cosas por pura inercia sin motivación ni sentido, simplemente porque hay que hacerlas. Perder la ilusión y dejarse llevar es muy fácil, y además impide que no disfrutemos de la vida, de lo que nos rodea y de lo que tenemos. Así resulta más difícil alcanzar nuestras metas y desarrollar nuestro proyecto de vida y entramos en una dinámica donde lo que vivimos no nos hace felices ni nos realiza plenamente.
perseverar
Perseverar en la vida de fe
Son muchos los cambios que hemos experimentado desde que comenzó la pandemia. El camino no ha sido fácil y eso ha dificultado también nuestra capacidad de perseverar en lo cotidiano. Mantenernos firmes en nuestra oración es una dificultad que arrastramos durante nuestra vida cristiana, porque el nivel de exigencia personal es elevado y debemos de estar muy atentos para no dejarnos llevar por el activismo y sacar tiempo para el encuentro con Dios. Siempre lo agradecemos cuando nos superamos y somos capaces de mantenernos constantes en nuestro camino espiritual. Atender constantemente nuestra alma sin desviarnos, manteniéndonos firmes en nuestra fe eso es perseverar. Y todos queremos perseverar en cada ámbito de nuestra vida. Otra cosa distinta es que lo logremos o que se den las circunstancias internas necesarias que nos permitan lograr nuestro propósito.
En la alegría a pesar de las contrariedades
Vivir con alegría es uno de los grandes propósitos que todos tenemos en nuestra vida. Hay veces que nos mostramos más vulnerables ante las situaciones que se nos presentan y que nos contrarían fuertemente, y que hacen que nos enfademos, estemos de mal humor y reneguemos de nuestros mismos y de lo que nos rodean, aunque solo sea momentánea y rápidamente nos arrepintamos. Somos conscientes de las idas y venidas de nuestros sentimientos, que tantas veces condicionan nuestro estado, carácter y día a día. Dependiendo cómo nos levantemos en muchas ocasiones, así afrontamos nuestras jornadas. En muchas ocasiones nos esforzamos por enderezarlas porque sabemos bien que no podemos estar todo el tiempo de mal humor y enfadados.
Volver a levantarse
Volver a levantarse cuando se cae, es todo un logro. Todos nos caemos y tropezamos, muchas veces en la mismo lugar y en la misma piedra; somos conscientes de que nuestra vida necesita un giro, un cambio que nos permita tomar otra dirección distinta, porque el derrotismo muchas veces nos aplasta y nos quita la ilusión, las ganas de luchar, de avanzar. El fracaso se hace fuerte y no sabemos qué hacer. Todos hemos tenido vivencias de este tipo, nos hemos caído y nos hemos tenido que volver a levantar. Es cierto que a todos nos gusta que la vida nos vaya sobre ruedas, que todo sea perfecto, no tener ningún tipo de problema con nada ni con nadie; pero la vida es difícil y dura, tanto que decimos que es imperfecta porque no todo es felicidad y alegría.
Lo necesitan, aunque no te lo digan
¡Cuántas veces dejamos pasar grandes oportunidades de cambio en nuestra vida! Necesitamos dar los pasos adecuados que nos ayuden a ser más y mejores creyentes. No podemos conformarnos con ir haciendo las cosas como buenamente podemos, sino que cada día ha de ser especial y distinto. Sabemos que el inmovilismo termina apagando nuestra sed de Dios, nuestra ilusión por vivir de una manera distinta; nos vuelve más criticones porque empezamos a mirar a los otros con recelo, buscando justificar nuestra falta de actitud y de inacción. Entrar en esta dinámica es apagar el espíritu y terminar rechazando a Dios en nuestro corazón, porque no provoca en nosotros ese ardor que debería sacarnos de la apatía y de la desidia interior en la que nos sumergimos, porque nos dejamos arrastras por situaciones y vivencias mucho más cómodas y apetecibles que el mundo de hoy nos ofrece.
Sacrificar a Dios
Son muchas las veces que nos proponemos hacer algo y cuando llega el final del día nos damos cuenta que no lo hemos podido hacer, bien porque no hemos tenido tiempo, porque no nos hemos acordado o porque no nos ha apetecido cuando tocaba. Sabemos que el tiempo es limitado y que hay veces que tenemos tantas cosas que nos estresamos porque vemos que no llegamos a todo lo que nos gustaría, y encima, como somos muy exigentes con nosotros mismos y nos gusta tanto la perfección, como no salgan las cosas bien, lo pasamos mal y si podemos, volvemos a repetirlo hasta que quedemos satisfechos. En nuestra vida de fe esto es un peligro, porque hace que descuidemos nuestra interioridad y abandonemos la vida espiritual. Siempre vamos a tener algo mejor que hacer antes que rezar, y no nos damos cuenta de que estamos sacrificando a Dios, porque nos estamos privando de Él, lo anteponemos siempre a nuestras tareas, pues siempre hay algo más urgente que tenemos que hacer y al final terminamos dejando a Dios de lado, sacrificando nuestra relación con Él cuando debería ser lo primero.
Reza para aprender a llevar la cruz
Es curioso cómo Jesús en el Evangelio enseña a los discípulos a rezar, pero en ningún momento los Evangelios nos cuentan si Jesús les está enseñando a hablar en público, ni a predicar, ni a hacer milagros. Lo único que nos cuenta el Evangelio es que los discípulos le piden al Señor que les enseñe a orar, porque querían aprender a rezar como Él: «Señor enséñanos a orar como Juan enseñó a sus discípulos» (Lc 11, 1). Ellos pudieron comprobar con sus propios ojos que la oración le hacía algo especial al Maestro, porque todos los días se iba a la montaña a orar, a tratar con Dios. La oración era parte de su vida, de su día a día, pues siempre se retiraba a la montaña a orar, Él sólo: «Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo» (Mt 14, 23). Jesússiempre buscaba el encuentro con el Padre, donde entraba en esa intimidad y comunión de amor, necesaria para seguir realizando la misión diariamente. A pesar del cansancio, de las fatigas del día a día, de ver cómo algunos se marchaban de su lado por la exigencia del Evangelio, las discusiones con los fariseos e incluso después del enfado al expulsar a los mercaderes del templo…, Jesús oraba y se fortalecía. Encontraba el descanso del alma y salía totalmente renovado, incluso me atrevería a decir con la cara totalmente transformada, pues el Hijo de Dios y el Padre son Uno (cf. Jn 10, 30).
Todo esfuerzo tiene su recompensa
A veces parece que todo el esfuerzo que empleamos en un proyecto que realizamos no obtiene la recompensa esperada. Es normal que nos desanimemos, que busquemos otras formas de hacer y de avanzar en nuestra vida personal, que nuestra cabeza no pare de pensar ni de dar vueltas buscando los porqués que a veces tienen difícil respuesta. Luchar en determinados momentos de la vida puede llegar a cansar, porque a pesar de no conseguir lo esperado, tendemos a compararnos con los demás que han conseguido lo que pretendían incluso algunos con menor esfuerzo que el que nosotros mismos hemos empleado. Y es verdad que esto último nos mata, porque llegamos a establecer grandes diferencias entre nosotros y los demás. No te compares con nadie, tú eres tú con tus dones y debilidades; que todo lo que hagas sea desde el corazón.
Eres hijo de Dios
Compartir lo poco o mucho que tengas; entregarte a los demás a pesar de tu cansancio; trabajar a largo plazo viendo los frutos de manera muy lenta; luchar contra las adversidades del entorno e incluso de personas que no ven con la misma claridad que tú aquello que crees, porque no lo comparten; tener que dar multitud de explicaciones pacientes, para que un mayor número de personas participen de tu proyecto; seguir viendo que los resultados no van con la misma rapidez con la que piensas y te imaginas el desarrollo de los acontecimientos; renovar las esperanzas a pesar de que el esfuerzo empleado te ha desgastado más de lo que te gustaría; retomar el camino donde lo dejaste renovado de ilusiones y proyectos a pesar de que sabes que luchas contra elementos más fuertes que tú mismo… son de verdad situaciones que te hacen mucho más fuerte y te ayudan a madurar, a mirar la vida desde otra perspectiva y sobre todo confiando en Dios que es quien debe mover los hilos de tu vida.
Comprometidos aunque pase el tiempo
Muchas son las veces en que callamos por miedo a lo que piensen de nosotros, por no contradecir ni buscar polémicas o para no comprometernos más de lo necesario. El silencio en muchos momentos no es bueno, pues deja que las injusticias y los abusos sigan ocurriendo a nuestro alrededor, mientras nosotros somos cómplices de estas situaciones, pues consentimos que sigan ocurriendo, ante nuestra pasividad. Que el silencio en tu vida no refleje pasividad ni falta de compromiso. Si algo necesita nuestro mundo son personas comprometidas decididas a dar ese paso adelante que comprometa su vida y comience de una vez por todas a transformar el mundo, cambiando la inercia de la injusticia, de la pasividad y del desencanto. Ya bastante hay en nuestro entorno para que nos contagie y nos haga perder las ganas de caminar contracorriente siguiendo las huellas de Cristo, que comprometió su vida hasta entregarla en la Cruz.