Cuántas veces nos hemos visto comprometidos por nuestras palabras, por aquello que hemos dicho y que luego no hemos hecho. Habitualmente decimos que somos esclavos de nuestras propias palabras, pues lo que hoy criticamos y juzgamos, mañana quizás estamos realizando aquello que hemos censurado.
Hay acciones que realizamos día a día, que no están bien ni nos favorecen y a las que no les damos la importancia que se merecen, por ejemplo, cuando criticamos a alguien a sus espaldas con otras personas. Todos sabemos que criticar está mal, pero parece que como es habitual y todo el mundo lo hace, no luchamos contra ello. Tenemos que tener cuidado con los hábitos y las costumbres que vamos adquiriendo, pues algunas nos hacen bastante daño y nos debilitan en nuestra interioridad y espiritualidad. No podemos normalizarlas porque al final terminan atándonos y convirtiéndonos en esclavos de nuestras propias debilidades.