«¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo» (Mt 2, 2).
Ha sido una noche mágica de ilusión y llena de regalos, llena de momentos entrañables que los más pequeños y los que no lo son tanto, viven con nerviosismo y alegría esperando verse sorprendidos por sus Majestades de Oriente. Ellos vieron un signo en el cielo; una estrella que no brillaba igual que las demás, que tenía algo distinto y que les hizo cuestionarse qué es lo que significa, qué quería decirles y qué sentido tenía que ellos la viesen y los demás no. Así es la presencia de Dios en nuestra vida, en nuestro día a día. Él brilla de manera especial para que nosotros podamos verlo a través de los signos que manifiestan su voluntad, su proyecto de salvación que tiene para todos nosotros, con el deseo de llenar nuestras vidas de sentido, ilusión y felicidad y así ser capaces de ponernos en camino para ir al encuentro del Señor que está presente en medio de la vida, de lo que nos acontece, y, especialmente, en los hermanos que nos rodean, a quienes tenemos que amar y con los que tenemos que vivir y hacer también camino.