Los reveses de la vida hay veces que nos pillan totalmente desprevenidos. Es normal que nos sintamos hundidos ante las dificultades y que perdamos toda ilusión, ganas y deseo de seguir caminando en la misma dirección. Pararse y descansar es legítimo y necesario; abandonar y bajar los brazos movidos por la desilusión y la desesperanza es, según mi humilde opinión, pagar un precio demasiado alto. En cada uno está el tomar postura para afrontar las dificultades y hacernos más fuertes como personas o debilitarnos y empequeñecernos ante la vida. Dios nos ha dado la fe para que nos apoyemos en Él, cojamos la cruz y caminemos tras sus pasos.
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Entre la espada y la pared
Muchas son las ocasiones en las que nos encontramos entre la espada y la pared. Incluso llega a parecer que no vemos ninguna salida por ningún lado vayamos por donde vayamos. La vida nos va poniendo pruebas en el camino que de alguna manera miden nuestra fe y la confianza que tenemos en Dios. Siempre en los momentos de dificultad y de incertidumbre tenemos la duda que nos martiriza y que hace que vayamos desconfiando de todo.
Si hay una manera de que nuestra fe crezca es con las dificultades, con esos momentos que no deseamos y que humanamente queremos que pasen rápidos, porque nos vemos en esa encrucijada de tener que elegir entre fiarnos de Dios y mantenernos firmes en nuestra postura o abandonarlo y dejarnos llevar por nuestros sentimientos y esquemas.