«Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Díos, soy santo» (Lv 19, 2) y «sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5, 48). Estas dos frases, que distan mucho en el tiempo entre sí, son dichas por Dios Padre y Dios Hijo en la Biblia y son una invitación clara a buscar la santidad y la perfección en tu día a día, sin desfallecer ni en los esfuerzos ni en los intentos. Este camino de perfección y de santidad comienza por ser justos en todo con los demás y tener rectitud de conciencia a la hora de actuar, buscando siempre el bien del otro, incluso por encima del tuyo. Son muchas las invitaciones cotidianas para que pienses en ti mismo y no te compliques la vida por nadie. El ejemplo lo tenemos muy cerquita nuestra porque vivimos en un mundo globalizado, cosmopolita, con acceso fácil a toda la información del mundo en nuestra mano y cada vez las personas estamos más aisladas en nuestros entornos y en nuestras vidas particulares. La tecnología nos permite comunicarnos en tiempo real con cualquier parte del mundo y a la vez cada vez lo hacemos menos con los que más cerca estamos.
prójimo
Propósito de ayunar en Cuaresma
¿Te cuesta ayunar? Hay ayunos y ayunos. Cuando estamos bien dispuestos y queremos conseguir algo, si implica tener que ayunar no nos cuesta trabajo porque lo hacemos con intención y sabemos que es para un bien que nos hemos propuesto. Además, lo hacemos con gusto y nos alegramos cuando vamos viendo el resultado, mucho más si es inmediato. Cuesta lo que no nos gusta o motiva. No podemos engañarnos en este sentido, por eso es importante concienciarse y actuar con determinación.
La bondad del corazón
Ponerse en el lugar del otro y entender cómo se siente para poder ayudarlo o ser un apoyo en los momentos de dificultad es un don de Dios. Ante la situación que se está viviendo en Ucrania he tenido una conversación con una persona donde me contaba su disposición para acoger a refugiados en caso de que fuera necesario. Me ha alegrado escuchar lo que me estaba diciendo y me ha encantado más aún ver cómo desde la vivencia de la fe nace el deseo y el compromiso de querer ayudar a los demás ante situaciones dramáticas como las que estamos viviendo en estos días, porque el dolor y el sufrimiento del hombre no puede hacer indiferente al creyente; más bien te hace tomar partido desde tu propia realidad comprometiendo tu vida y siendo consciente de los cambios que este compromiso te puede acarrear en tus hábitos de vida.
Confío en ti, Señor
Quiero que mi confianza en Dios se transforme en seguridad y en esperanza firme, porque el Señor tiene que seguir actuando en mi vida y ayudarme a seguir mi camino de fe con determinación, llenando mi vida de sentido y de amor. Confiar en Dios a veces me exige tener que cederle el mando de mi vida, algo a lo que muchas veces me cuesta trabajo renunciar, porque quiero ser yo quien marque los ritmos, los procesos y sobre todo lo que más me conviene en todo momento. No quiero cegarme en esta empresa, entre otras cosas porque tengo claro que el Señor siempre va a buscar lo mejor para mi y sé que no voy a estar en mejores manos que en las suyas. Esto me tiene que llevar a fiarme plenamente de Él y a saber concretizar en mi día a día que es el Señor quien me tiene que guiar y el que tiene que mandar en mi. Hay veces que la tentación de la autosuficiencia se hace fuerte en mi y cierra mi corazón, entre otras cosas porque tengo la sensación de que hay veces que salgo triunfante en muchas empresas propuestas y me creo que son mérito mías.
¿Quién es tu samaritano?
Amar al prójimo hasta las últimas consecuencias a veces es complicado. Jesucristo ha puesto los listones bien altos para que te exijas y no te dejes llevar por lo más cómodo o lo que menos te complica la vida. Amar al enemigo y rezar por los que te odian (cf Mt 5, 44) es ser sal y luz del mundo, porque éste nos dice justo lo contrario. No caigas en esta tentación fácil de rechazar, desentenderte o incluso odiar. Jesús sabe que con su ayuda serás capaz de conseguirlo, podrás vivir el perdón en sus principales dimensiones. Es cierto que perdonar no es fácil, y lo que te nace es rechazarla directamente. Parece como si hubiera personas que les sale por sí solas hacer daño a los demás y aprovecharse de sus situaciones para quedar por encima de los demás a cualquier precio, que van sembrando el miedo y el temor allá donde estén. El demonio se sirve de situaciones como estas para minar tu propia capacidad de amar. Siempre debe estar en tu vida el amor por encima del rencor y del rechazo. Pero es ahí donde tienes que dejar trabajar al Señor Jesús, para que Él te ayude a dar sentido a todo en tu vida.
Un corazón en búsqueda
Hacer las cosas de corazón nos llena de satisfacción y de paz. Jesús, que es el Buen Pastor, nos muestra también su corazón lleno de amor y de misericordia, para que podamos comprender cómo de grande es el amor que Dios Padre nos tiene a cada uno y cómo nos quiere acoger y comprender tal y como somos; a cada uno desde nuestras propias limitaciones y pecados, sintiéndonos hijos suyos y disfrutando del hecho de que Dios nos ha pensado, nos llama a cada uno por nuestro nombre y nos hace partícipes de su proyecto de llevar su amor allá donde estemos y haciéndonos herederos de su Reino de Amor. Por eso te invito a que mires a tu corazón y recuerdes ese primer amor que tuviste hacia Dios, que te ayuda a seguirlo cada día, a confiar en Él y tenerlo en el centro de tu vida, de tu corazón. Jesús nos enseña que el corazón de Dios nunca se cansa ni tiene límites; no se da por vencido ante las dificultades y siempre se entrega en todo lo que realiza; nos deja libres para que decidamos qué es lo que queremos hacer y cómo queremos vivir; en él volvemos a descubrir cada día lo que significa amar hasta el extremo (cf. Jn 13, 1), porque siempre quiere llegar hasta el final, siendo fiel a la misión que el Padre le encomendó. Lo mismo tenemos que aprender a imitar nosotros: aprender de la fidelidad de Jesús en la Cruz.
Escucha y mira a Jesús
Cuando Jesús se bautizó en el Jordán, Dios Padre nos presenta a Jesucristo como Hijo y nos invita a que le escuchemos. Jesús en numerosas ocasiones invita a todos sus oyentes que le escuchen, «porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer» (Jn 15, 15). Pídele al Señor la gracia de poder escuchar, de tener unos oídos bien atentos y una mirada totalmente pura para que nada nos distraiga ni impida que le prestemos al Señor toda la atención. También en el monte Tabor el Señor le dice a Pedro, Santiago y Juan: «Este es mi Hijo, el Elegido. Escuchadlo» (Lc 9, 35). Hacer la voluntad muchas veces cuesta, como escuchar con atención y con el corazón. Es el momento de pararse y cuidar nuestra alma dejándola llenarse por la presencia del Señor. La Palabra de Jesús es el alimento de nuestra alma y es una tarea que no debemos descuidar. Debe de ser la principal acción que debemos realizar cada día: acoger la Palabra de Dios en nuestra alma para que dé sentido a todo lo que hacemos. Son muchas las cosas que escuchamos a lo largo del día, y no podemos conformarnos con escuchar cualquier cosa, sino estar primero y siempre delante del Señor para comprender todo lo que nos quiere decir.
Instrumento del Espíritu Santo
«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros» (Jn 14, 15-17). Jesús, en la Última Cena, habla a los discípulos sobre la unión que debe haber entre la fe, la entrega a Jesucristo desde el amor y la puesta en práctica de la Palabra de Dios en la vida cotidiana. Esta vivencia profunda de la fe nos llevará a una fuerza interior que nos permitirá amar a los demás igual que Jesucristo. Pues, en definitiva, es la aspiración que tenemos todos los cristianos: imitar a Jesús en todo lo que somos y tenemos.
Lo que de verdad importa
Es bueno que frecuentemente nos preguntemos quién y qué influye en nuestra vida. Constantemente nos vemos bombardeados por inercias, actitudes, pensamientos, opiniones, sentimientos, acciones… que vamos asumiendo e interiorizando y nos ayudan a dar forma a nuestra forma de vida: empezando por nuestros pensamientos, sentimientos y percepciones y terminando por nuestra manera de actuar, que, a veces, incluso, nos juega malas pasadas porque nos puede hacer ver la realidad y la verdad de una manera distinta a lo que es. Por nuestra propia naturaleza humana somos vulnerables, porque nuestros estados de ánimo y nuestra forma de ver la vida va cambiando según los momentos en los que nos encontramos. Hemos de tratar de ser lo más objetivos posibles, para así no ser veletas dependiendo de los vientos y las corrientes que soplen en nuestras vidas. Merece la pena ser auténtico, aunque para ello hace falta tener mucha fuerza de voluntad para saber caminar contracorriente permaneciendo fiel a lo que uno cree que es su ideal de vida.