Perdonar y no tener en cuenta el mal que te hagan. Qué fácil resulta predicarlo y lo que humanamente cuesta llevarlo a la práctica. Si algo he aprendido en mi vida de sacerdote es a hacer las cosas y procurar tener siempre la conciencia tranquila ante el Señor, buscando actuar sin perjudicar a nadie ni aprovecharme de nadie. De hecho, este es uno de mis lemas con los cuáles quise iniciar mi sacerdocio y quiero seguir llevando a la práctica cada día de mi vida. Entre otras cosas porque siempre me he propuesto dormir con la conciencia tranquila, siendo consciente de que en la vida y en una parroquia es imposible contentar a todo el mundo y caer bien.
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Vivir tus retos desde Dios
Sabemos, más que de sobra, que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Esta es nuestra condición, somos persistentes e incluso algunas veces obstinados en nuestros comportamientos. Parece que si no estamos convencidos y no lo vemos claro, perseveramos con nuestras actitudes, aunque no nos estén haciendo ningún bien. Necesitamos estar convencidos y motivados para emprender los retos que nos proponemos y hacerlos realidad a pesar de los esfuerzos que nos pueden costar.
Afronta los retos de tu vida. No la ponen en peligro, porque te van a ayudar a crecer y a superarte. Eso sí, te sacarán muchos de ellos de tu zona de confort. Muchas veces es necesario y saludable salir de ella, porque sino nos enquistamos en nuestra vida y poco a poco empieza a dejar de tener sentido el compromiso, la autenticidad, el esfuerzo. Entramos en la dinámica del “cuanto menos haces menos haces, menos quieres” y te terminas abandonando. En estas actitudes nos sumergimos sin darnos cuenta y cuando caemos en ello vemos que estamos a años luz de la persona auténtica que queríamos ser.