Al empezar a estudiar teología nos explicaba un profesor en clase que la fe es un salto al vacío que tenemos que dar. A veces ese salto cuesta darlo porque mirar al vacío y solamente ves el abismo, el peligro, la inseguridad de ver que no te puedes apoyar en nada. Tus sentidos te aseguran en todo momento que es peligroso y que tu vida está en riesgo porque no hay nada tangible que puedes percibir y que te de certezas evidentes de que estarás a salvo. La fe se basa en confianza, en fiarse de Dios por encima de todo, sabiendo que en el momento en el que saltas, confiando plenamente en Él, te coge con sus manos y te lleva seguro a buen puerto. Entenderlo así a veces cuesta, porque el paso lo tiene que dar uno, y por muchos ánimos que te den los demás, por mucho que te cuenten razones para creer, para saltar, uno tiene que vencer sus propios miedos e inseguridades para dar ese paso tan pequeño, pero tan importante a la vez.